Carácter vs personalidad

En la mañana de ayer, mientras veía el partido de 2ªB entre Rayo Majadahonda y CF Fuenlabrada con buena gente, uno de los amigos me realizó la pregunta que posteriormente se convirtió en desafío para finalmente ser la idea, núcleo, en torno a la cual girase este nuevo post que hoy comparto contigo: «Pablo investiga sobre carácter y personalidad, es lo mismo? no es lo mismo? Cómo se muestran ambos en un terreno de juego? Se pueden entrenar? Es una tema bonito, creo». Ya lo creo que sí amigo, tanto que da para un post nuevo.

Carácter y personalidad, siempre ha existido un uso quizás descontrolado, excesivo, por parte de estos dos términos sin saber muy bien la mayoría de las veces si realmente los estamos empleando de la manera correcta. De hecho, si miramos la palabra griega «Ethos», el significado que aparece está referido al carácter, la personalidad. De esa misma raíz proviene la palabra ética y se utiliza para designar las creencias, los principios, los valores, los códigos, y la cultura de una organización. Ahora bien, teniendo siempre presente el consejo de mi amigo Álvaro de cuestionarme absolutamente todo lo que leo o escucho, no estoy de acuerdo con meter en la misma definición de esa palabra los términos de carácter y personalidad.

No quiero extenderme demasiado porque luego quiero añadir citas bibliográficas para aportar mayor solidez a la reflexión, de modo que para verlo de una manera más clara y visible, voy a compararlo con un barco. La personalidad sería la calidad de los materiales con los cuales se ha fabricado ese barco, es decir, la madera que sostiene toda la estructura, la tela con la que se ha realizado las velas, los tornos que permiten que el timón gire hacia uno u otro lado con mayor fluidez, eficacia, y precisión; el material con el que están fabricados los cañones que permitirá un mayor alcance y puntería sobre los navíos piratas, por ejemplo. Es decir, lo que viene de fábrica, de serie.

¿Y qué sería el carácter? La tripulación que dirige ese barco, desde el patrón del barco hasta el ultimo marinero de a bordo, quienes hacen posible que el barco navegue en la dirección y sentido correctos, los que facilitan que el barco salga airoso de cualquier tempestad posible por grave que pueda parecer, por bravo que se presente el mar, quienes lo convierten en un navío ganador, implacable, ante cualquier barco pirata que acomete en ellos el intento de asalto. Son los que cuidan del barco, solucionando las adversidades que pueden presentarse en forma de choques con rocas, reparación de la proa, para que el barco siga su rumbo sin desviarse de su objetivo o meta.

Sí, efectivamente me vas pillando, porque lo que estoy diciendo es que nuestro carácter moldea nuestra personalidad. La personalidad viene condicionada por lo que traemos »de fábrica», en nuestra genética, pero como bien sabemos gracias a Carol Dweck , »la personalidad no es algo sólido, fijo, sino más bien líquido, moldeable, que se puede ir modificando en base a las experiencias que vivimos, y más concreto aún, de qué manera asimilamos nosotros/as esas experiencias.»  Nuestro carácter sin embargo es lo que permite que nuestra personalidad crezca, mejore, tenga una dirección y un sentido. Esto es lo que dice John Wooden acerca del carácter: «La habilidad puede llevarte a la cumbre pero se necesita carácter para mantenerse allí. Es muy fácil empezar a creer que uno puede ponerse en marcha automáticamente, sin la preparación adecuada. Se necesita un carácter verdadero para seguir trabajando tanto como antes, o incluso más, cuando ya has llegado. Cuando leas que un deportista o un equipo gana una y otra vez, recuérdate a ti mismo: Más que habilidad, lo que tiene es carácter.  »

En palabras de Toni Nadal encontramos también una reflexión acerca del carácter: El carácter ha sido para nosotros el tronco del árbol; un tronco que había que reforzar sobre todo en sus primeros años de formación, intentando que creciera fuerte, grueso, bien anclado en el suelo. Y permíteme que yo añada un elemento: Para mí la personalidad es la semilla de ese árbol, el inicio, el comienzo de ese proceso de crecimiento, la parte genética que llevamos en nuestro ADN pero que puede crecer mejor o peor de la misma manera que cuidemos con mayor o menor mimo a esa semilla para que el árbol crezca de la manera correcta. Lo que supone para la personalidad la educación, el entorno, las experiencias, es similar a la calidad de la agua, la tierra, que sea una zona de sol donde pueda llegar de la manera adecuada la luz solar para favorecer el mejor crecimiento posible de ese árbol.

Por último me apoyo en un gran referente, José Antonio Marina, para rematar a gol esta reflexión. Él divide la inteligencia en dos tipos: Inteligencia generadora e inteligencia ejecutiva. Pues bien, yo asocio la personalidad a esa inteligencia generadora, es decir,  el lugar donde se generan numerosas propuestas, donde residen los estímulos, pensamientos, imágenes, sentimientos que emergen. Y la inteligencia ejecutiva la relacionaría directamente con el carácter, con la parte o componente que toma las decisiones en función de hacia dónde quiero orientar mi acción, entendiendo por carácter aquello que me permite crecer, o por el contrario permanecer estancado.

Finalizando con esta reflexión acerca de qué es carácter y personalidad, se suelen plantear dos preguntas: ¿Se puede entrenar el carácter? Sí, sin lugar a dudas, y entiendo que entrenando el carácter entrenas tu personalidad, ya que concebimos a ésta última como algo líquido, moldeable, en base a las experiencias y retos que vamos superando. ¿Se puede tener un carácter fuera del campo distinto al que se tiene dentro del campo? Permíteme que te conteste en palabras de Mahatma Ghandi: «Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible.» El carácter se muestra a partir de una personalidad íntegra, auténtica, lo que se traduce en que ese mismo carácter sea vea de la misma manera, indistintamente de cuál sea el contexto o situación en la que nos veamos implicados.

En relación a este debate comparto estas líneas que muestran de una manera preciosa ambos elementos:

«El entrenador está sentado en primera fila, solo, repasando mentalmente los escuetos mensajes que quiere exponer. No es un día para grandes discursos, pero aunque todavía duela lo ocurrido en Champions es necesario un penúltimo esfuerzo: la recompensa en forma de título es muy grande. Ha de conseguir que el equipo remonte su desánimo. Da vueltas a varias ideas mientras el número 4 parpadea, rojo intenso, desde la pantalla. Entonces llega Lahm. Sin hacer ruido, se sienta a su lado. -Hola, Pep. -Hola, Pipo. No hablan. Durante dos minutos, ambos miran la pantalla sin abrir la boca. El silencio es absoluto en la sala oscura. Capitán y entrenador parecen hipnotizados por el número 4 y probablemente repasan lo que han tenido que luchar para estar ahí, a las puertas de un nuevo título. Es una escena que simboliza la convivencia de estos tres años. No necesitan decirse nada para comprenderlo todo. Y entonces, en mitad de esta atmósfera casi mística, aparece, ruidoso y vociferante, Thomas Müller, se sienta con estrépito junto a Pep y empieza a soltar sus bromas. Entrenador y capitán ríen a carcajadas: esto es el equipo. El silencio inteligente y cómplice de Lahm y el alboroto ruidoso de Müller.»

«Puede que me equivoque, pero sigo siendo yo.» (Antígona)

«La batalla más dura la tengo todos los días conmigo mismo.» (Napoleón Bonaparte)

«Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más.» (Ernesto Sabato)

«Le preguntaron a Salvador Dalí si pintar era difícil. Él contestó: Es fácil o imposible.»

«Para cuando me llegue la inspiración, que me encuentre trabajando.» (Pablo Picasso)

Muller y Lahm

 

 

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