Leía hace relativamente poco el fragmento de un libro que decía lo siguiente: «A menudo, las cosas más simples de la vida son las que nos producen un mayor placer. Un abrazo de alguien que nos quiere justo cuando más lo necesitamos, charlar con un amigo y perder la noción del tiempo, llegar a casa hambriento y encontrarte una deliciosa comida casera o incluso un vaso de agua bien fría cuando estás muerto de sed.» Probablemente hay quien, a día de hoy, sigue sin comprender la consecución de la 14ª Uefa Champions League por parte del Real Madrid CF y , en mi humilde opinión, creo que una de las claves ha estado en Carlo Ancelotti, precisamente, en su capacidad para atender a las cosas más simples del día a día con su club.
Hay una frase extraída de la entrevista con Jorge Valdano que resume, a la perfección, su forma de trabajar con el grupo: «Yo siempre intento distinguir a la persona, de lo que hace esa persona. […] Le digo siempre al jugador, hay la persona y el jugador. Yo soy una persona que entrena, que hace el trabajo de la persona que entrena. Por tanto, el entrenador elige el jugador que va al banquillo, no la persona que va al banquillo.» Exigir, por tanto, al profesional al mismo tiempo que se cuida y respeta a la persona. Algo que parece tan obvio y, al mismo tiempo, qué poco se ve y se entiende en el día a día. Hasta tal punto que, si echamos la vista atrás, en las encuestas que se hacían en diversos medios no se incluía al Real Madrid CF entre los candidatos a ganar la Uefa Champions League y en La Liga casi se le mencionaba por obligación, pero con muy poca credibilidad en el rendimiento que pudiera llegar a dar.
Sin embargo, la temporada que ha llevado a cabo el Real Madrid CF nos regala una reflexión, para mí, esencial cuando se quiere conseguir un rendimiento excepcional de un grupo de trabajo: La gestión de grupos no entiende de números, de estadísticas, de porcentajes y predicciones. Se entiende, más bien, desde el compromiso diario de la persona encargada de gestionar y liderar ese grupo de personas, cuidando los pequeños detalles, esas cosas simples que mencionaba al inicio del post: un abrazo sincero, tomarte cinco o seis minutos para una conversación con quien lo necesite, valorar el trabajo diario y la dedicación dando las gracias. Todo esto no se puede cuantificar pero, en realidad, es lo que marca la diferencia: querer y creer en las personas con quienes estás cada día, sabiendo qué toca hacer a cada momento, para que se sientan respetados, valorados y queridos.
Como muy bien dice Xavier Marcet en su último libro, «siento una gran admiración por esos líderes que transpiran inspiración y conjugan el compromiso en primera persona. Son esa gente que se gana el respeto yendo unos pasos por delante y dando ejemplo. Esos que saben que la consistencia es más fruto de los detalles que de los discursos. […] La consistencia reside en no llegar a una estación final y en entender cada parada como una nueva oportunidad.
Gracias, de todo corazón, por estar siempre ahí, al otro lado de la pantalla, porque para mí es una suerte tremendamente grande poder seguir compartiendo con vosotros todo lo que me llevo del día a día. Un fuerte abrazo y que tengáis un muy buen inicio de semana. Seguimos remando juntos.
«En un buen equipo, durante momentos difíciles, sus componentes están pendientes del exterior. En un gran equipo, durante momentos difíciles, sus integrantes se centran en sí mismos.» (Pep Marí)
Cuando leía el otro día estas líneas de Pep Marí me hacían reflexionar acerca de la importancia de dos aspectos de la persona: la capacidad para enfocarse en uno mismo y su capacidad de adaptación antes las diversas adversidades que el propio día a día te va presentando. De hecho, uno de los temas de conversación de ayer con mi querido amigo David Vesga fue ése: cómo preparamos a los jugadores, estudiantes o equipo de trabajo para ese devenir, ese transcurso del día a día.
Saber cómo enfocarte, cómo adaptarte, tiene mucho que ver con tu capacidad para abrir la mente y examinar tus experiencias. Debes estar dispuesto, en definitiva, a ser vulnerable. Sí, vulnerable, ese adjetivo que tanto chirría en muchas cabezas de jefes de equipo pero los líderes auténticos saben que es un requisito imprescindible a incorporar en su adn profesional y personal. Debemos estar dispuestos a examinarnos en profundidad para detectar cómo somos, de qué herramientas disponemos y cuáles son las que nos faltan, cuáles son las que aún no tenemos y que, de tenerlas, no solo nos permitirían dar un salto cualitativo sustancial si no que, más importante aún, ayudaríamos de una manera increíble a nuestro equipo de trabajo. Porque para llegar a un objetivo colectivo, todos debemos dar el paso de querer conocernos y reconocernos.
Querer conocernos y reconocernos implica, como muy bien dice John Donahoe, ser auténtico, mantener la esencia de uno mismo sin que importe la situación en la que uno se encuentra. Añade, además, que «el mundo es capaz de modelarte si no le opones resistencia. Para lograr ser tú mismo en la vida, debes tomar conciencia de tus elecciones. No siempre es fácil tomarlas y, al hacerlo, cometerás muchos errores.» Error implica capacidad de aprendizaje, implica querer crecer y , por encima de todo, evitar repetir el mismo error dos veces porque como muy bien recuerda Pep Marí: En un buen equipo, de un error aprende quien lo comete. En un gran equipo, de un error aprenden todos.» Esto conlleva compromiso en el proyecto del cual formo parte y confianza en todos mis compañeros, además de atención y concentración en cada día, en cada sesión, en cada partido, atendiendo al…proceso. No es que suene muy poético, es la realidad. Lo más verdadero, realista, que podemos proponer a un equipo es atender al proceso tratando de hacer las pequeñas tareas del día a día de la mejor forma posible teniendo en presente que, aún con todo, puede que el resultado final no sea el esperado porque siempre habrá elementos que se escapen de nuestro alcance, de nuestro control.
Ayer los partidos de playoffs de ascenso a 2ªB nos regalaban una lección aplicable a cualquier escenario (el deporte, como dice mi buen amigo Álvaro Merino, nos regala lecciones de aprendizaje muy potentes cada día para nuestra vida). Recuerdo que el comentarista en cierto momento dijo que era increíble y sorprendente los resultados que se estaban dando, algo con lo que no estoy nada de acuerdo. En una fase de playoffs como la que se está disputando, a partido único, con innumerables factores totalmente nuevos, estos partidos son de todo menos predecible, como la vida misma. La lección que nos regalan este tipo de eliminatorias es que centrarse en uno mismo, concentrarse en el momento que vives, en lo que puedes controlar y poner todo lo que hay dentro de ti en cada acción para sumar al equipo en cada disputa de partido intentando que ese equipo saque la mejor versión de sí mismo, es la disposición más realista que uno puede tener ante un reto similar.
Porque como muy bien dice Bill George, «para los auténticos líderes hay recompensas especiales. Ningún éxito personal puede igualar el placer de liderar a un grupo de personas que lucha por un resultado que merezca la pena. Cuando llegas al final y te dispones a cruzar la meta junto a los demás, todo el dolor y el sufrimiento que has padecido desaparece rápidamente y es remplazado por una profunda satisfacción interna que proviene del hecho de haber logrado fortalecer a los demásy, por tanto, de haber logradoun mundo mejor. Este es el orgullo y la satisfacción del auténtico liderazgo.
Cuando nos centramos en nuestro proyecto, en las personas que lo componen, somos realmente capaces de aportar ese valor añadido tan necesario para que todo el equipo crezca, avance y quiera sumar a una sociedad tan necesitada de educación, valores, compromiso, solidaridad y sensibilidad. Es precisamente el instante en el momento en el que esto sucede cuando, todo lo que nos rodea fuera, no nos importa en absoluto, no nos distrae, ni nos quema, ni nos amarga la existencia porque lo que tenemos frente a nosotros nos llega al corazón, nos toca y se convierte en una fuerza tremendamente poderosa que nos ayuda cada día a mostrar lo que tenemos dentro de nosotros. Miremos dentro para ser capaces de vivir con, por y para quienes están a nuestro lado. Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo y nunca dejen de seguir su camino rodeado de personas auténticas.
«Los miembros de un buen equipo se respetan. Los miembros de un gran equipo se admiran.» (Pep Marí)
«Todos tenemos la semilla del liderazgo en nosotros mismos, tanto para los negocios como para trabajar en el gobierno o para ser un voluntario de una ONG. El desafío consiste en conocernos lo suficientemente bien para saber dónde podemos usar nuestro liderazgo para servir a los demás.» (Ann Fudge)
«El punto de partida de la trayectoria de un auténtico líder es entender su propia historia vital. Tu historia vital te proporciona el contexto de tus experiencias y, a través de ellas, puedes encontrar la inspiración para dejar tu huella.» (Bill George)
«Aceptar que habrá posesiones que no salgan bien, y hay que seguir jugando» De ese modo terminaba el seleccionador del combinado español de baloncesto, Sergio Escariolo, su charla previa al partido contra Australia. El paso previo a poder disputar la final que hoy, contra la selección argentina, ha terminado 75-95. Campeones del mundo, otra vez. Otra vez tratando de convertir lo extraordinario, en algo normal, como si lo de hoy fuera lo lógico. Y nada más lejos de la realidad.
Digo esto porque hoy la selección española, hace unas semanas Rafael Nadal con la consecución del US Open después de 4 horas y 50′ de partido nos están regalando lecciones que según la manera en que las contemplemos pueden ser valiosas, o pasar totalmente desapercibidas. Pero de todo lo que se puede extraer de ambos ejemplos, me quedo con una palabra: consistencia. Que en palabras de nuestro seleccionador Sergio Escariolo bien podría equivaler a aceptar y seguir.
En uno de sus últimos artículos, Xaviert Marcet nos regalaba frases reveladoras como la siguiente: «Las empresas consistentes reaccionan rápido ante los primeros síntomas de debilidad de sus mercados. La consistencia no se fía de las inercias ni cree en superioridades morales o de marca de sus productos o servicios. Cuando hay señales de cambio (y, si puede ser, un poquito antes) toman decisiones correctoras o innovadoras. Las empresas consistentes viven de saber mantener la tensión siempre. Las empresas de éxito se relajan en sus celebraciones y creen que todo se arregla con un buen anuncio en el descanso de la Super Bowl o justo después de las campanadas de fin de año. Las empresas consistentes buscan el compromiso de su gente, de sus clientes, de sus proveedores.»
Y señalo este párrafo porque aparece una palabra que me parece clave, más aún si cabe en estos momentos de comienzo de clases en el curso académico, de temporadas en los equipos de deporte de base, así como en nuestros proyectos personales: COMPROMISO. ¿Por qué? Bajo mi punto de vista, el compromiso es uno de los elementos fundamentales para que nuestros proyectos sean disfrutados, y saquen nuestra mejor versión. No digo que a más compromiso, más éxito; no. Digo que a más compromiso, más disfrute con todo aquello que afronto cada día de mi vida, y más capacidad para persistir, para insistir, para defender y luchar aquello que quiero para mi equipo de trabajo.
Es importante diferenciar esto, sobre todo para aquellos que solamente buscan el éxito para la adulación posterior, porque lo primero que habría que preguntar es qué es éxito para ellos. Eso por un lado, y segundo dejar bien claro que siempre habrá factores que no estén en tu mano, que no puedas controlar, y que te impidan llegar al objetivo o meta que en un momento te marcaste. Ahora bien, si nos centramos en el compromiso de disfrutar de cada instante, de aprovechar cada momento haciendo brillar a quienes están a tu lado; conseguirás o no aquello que otros llaman éxito, lo que sí es seguro es que estarás en mejor predisposición de afrontar todo lo que esté por venir.
Porque la mayoría de las veces, por no decir todas, y es lo que nos recuerdan tanto la selección española como Rafael Nadal, como tantos otros deportistas, es que ganen o pierdan siempre siguen insistiendo, siempre intentan estar preparados para el próximo movimiento, para el próximo golpe, para una nueva aventura (ya lo decía Shakleton: siempre hay un nuevo movimiento). El partido, como la vida, no para, y hay que seguir jugando pierdas o no tu posesión como dice Sergio; pierdas o no el punto que estás jugando como afirmaba Rafael en la entrevista posterior a la final; siempre sigo y trato de enfocarme en el momento que acontece. Eso es compromiso conmigo mismo, y con todas las personas con quienes comparto ese proyecto: dar lo mejor de mi en cada instante de mi vida. Eso sí lo puedo controlar.
Como dice Fred Kofman: «Para ser un gran líder, debes comprender que buscar el éxito es, de forma paradójica, el modo incorrecto de lograrlo. El éxito es como la felicidad, no puede perseguirse directamente. Cuanto más directamente busques la felicidad, menos probable será que lo consigas. Perseguir la felicidad directamente te puede llevar a un placer hedonista a corto plazo, pero no te dará la felicidad auténtica. Para alcanzar el éxito debes vivir una vida con sentido y propósito. También debes perseguir la significatividad, la autorrealización y la autotrascendencia; no solo para ti sino para todos los que trabajan contigo.»
Compromiso conmigo mismo y las personas que quiero para dotar de significado a todo aquello que realizamos, ponemos en marcha, a cada momento de nuestra vida, trabajando en la realización como persona, e intentando que tenga una trascendencia. Consistencia para que significatividad, autorrealización y autotrascendencia se extiendan en el tiempo con todas las personas con quienes trabajamos en nuestro día a día: familia, pareja, compañeros, alumnos, generando en ellos entusiasmo y amor. No vivimos, ni trabajamos, para obtener likes. Vivimos para que, de alguna manera, ayudemos a encontrar a otras personas el significado, el sentido, y la trascendencia de sus vidas. Si lo conseguimos, desconozco si seremos unas personas de éxito o no, pero lo que sí es seguro es que nuestra vida será plena.
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y les recomiendo que disfruten de los vídeos.
«Nos parecemos a muchas otras criaturas en su deseo de ser felices, pero la búsqueda de significado es la clave singular de lo que nos hace ser humanos.» (Roy Baumeister)
«La felicidad sin sentido caracteriza a una vida relativamente superficial, egocéntrica o incluso egoísta, en la que las cosas van bien, las necesidades y el deseo se satisfacen fácilmente y se evitan las dificultades y los compromisos exigentes.» (Roy Baumeister)
«La diferencia básica entre un hombre ordinario y un guerrero es que el guerrero se lo toma todo como un desafío, mientras que el hombre ordinario se lo toma todo como una bendición o una maldición.» (Don Juan, chamán mexicano)
«Solo hay que vivir, vivir, vivir. Que nadie pueda etiquetar mis pasos. Soy timonel de mi propio barco.» Estas son las letras de una de las canciones de Pablo Alborán, y las elijo porque hoy quiero hablar sobre esto, lo que hacemos cada día a nuestra manera, vivir. Es curioso cómo de todas las acciones que llevamos a cabo cada día, si hay una que realizamos sí o sí es esta, la de vivir. Y sin embargo, ¿sabemos vivir? ¿qué es vivir?¿catalogamos la vida de los demás? ¿nos ocupamos de aprender a vivir?
Vivir de manera plena tiene que ver contigo, y poco con lo de fuera. Es saber centrarse en el momento presente disfrutando, o mejor dicho sabiendo disfrutar de cada momento, de cada instante que se vive prácticamente como si fuera el último. Porque la realidad, aunque tendamos a olvidar, es que no sabemos si será el último. Como decía Yamamoto Tsunetomo, «con seguridad no hay otra cosa que el propósito único del momento presente. Toda la vida de un hombre es una sucesión de momento tras momento. Si uno comprende completamente el momento presente, no habrá nada más que hacer, y no quedará nada por perseguir.»
Vivir alcanza su auténtico y verdadero significado cuando dejas un poquito de tu corazón en cada gesto, en cada acción, de tu día a día. Del mismo modo que le explicaba George Yeoman Pocock a Joe Rantz mientras construía uno de sus botes de remo: «Pocock se quedó en silencio, dio unos pasos hacia atrás para ver mejor el armazón del bote, se puso las manos en la cadera y estudió detenidamente el trabajo que había hecho hasta entonces. Dijo que, para él , el arte de construir un bote era como una religión. No bastaba con dominar los detalles técnicos. Había que entregarse espiritualmente, había que rendirse completamente. Cuando terminabas y te alejabas del bote, había que sentir que habías dejado en él, para siempre, una parte de ti mismo, un pedacito de corazón. Se volvió a Jose. «El remo-le dijo-es así. Y buena parte de la vida también es así; al menos las cosas que importan.»
Y aquí es donde aparece otra idea importante, «las cosas que importan» que tiene mucho que ver con la capacidad de relativizar, pero esta capacidad debemos entender que es personal, subjetiva, de cada uno de nosotros. Por tanto se debe cuidar mucho las valoraciones que hacemos de la vida de la persona que tenemos en frente, tratando de darle lecciones o intentando hacerle ver cuál es la decisión correcta. ¿Correcta?¿Incorrecta? Eso solo lo sabe cada persona, en su propio camino y con sus propias circunstancias. Querer de verdad es respetar estas condiciones, permaneciendo a su lado, e insuflarle energía, alegría de vivir en el recorrer de ese camino; pero nunca etiquetando o enjuiciando. Porque como muy bien dice Pablo Alborán en la canción, «soy timonel de mi propio barco».
Aprovechando que hablamos de barcos, y de remos, quisiera concluir este post con varios extractos que resumen muy bien cómo sentir ese momento felicidad. Un momento que, como muchas veces he dicho, se siente de manera verdadera en compañía de al menos otra persona. Porque probablemente, o yo al menos lo veo así, para mí vivir es tratar de ser feliz el mayor tiempo posible, y muchas veces ser feliz es ver la cara de felicidad plena en la cara de la otra persona, ver cómo brillan sus ojos, ver como se torna esa sonrisa tan increíble en su cara, ver que día tras días las personas que quieres de verdad crecen, avanzan, cumplen objetivos, incrementan su confianza, se atreven con retos nuevos; en definitiva: viven.
Es algo que solo puedes sentir, de la misma manera que sucede en el arte del tiro con arco, cuando te abandonas de todo lo exterior, te despojas de todo lo que tenga que ver con lo accesorio, y te centras en ser capaz de sentir en lo más profundo de tu corazón ese sentimiento de felicidad, de sentir cómo te llena por dentro. Es ahí cuando sabes que te sientes vivo, que estás viviendo: «Ese día Joe remó como nunca había conseguido remar antes: como Pocock le había dicho que remara, entregándose completamente al esfuerzo del equipo, como si fuera una extensión del compañero de delante y del de atrás, siguiendo perfectamente la palada de Hume, transmitiéndosela a Shorty, al que tenía detrás, en un flujo continuo de músculo y madera. Joe lo vivió como una transformación, como si se hubiera apoderado de él una especie de magia. Lo más parecido que le venía a la memoria era la noche de primer curso en que se encontró en el Lago Union con las luces de Seattle centelleando en el agua y la respiración de sus compañeros de equipo sincronizada como la suya, tal como delataba el vaho que espiraban en el ambiente oscuro y frío. Ahora, al salir del bote en el crepúsculo, se dio cuenta de que la transformación no nacía tanto de que él intentara hacer lo que le había dicho Pocock, como del hecho de que su equipo era un puñado de chicos con los que podía hacerlo. Sencillamente confiaba en ellos. Al final era así de sencillo.»
¿Y por qué sentían ese swing, ese estado de disfrutar del momento, de ese instante, de vivir como concepto elevado a la máxima potencia? Quizás esto nos ayude a entenderlo, entre otros factores: «Había una razón muy sencilla para explicar lo que pasaba. A los chicos del Clipper se les había seleccionado con una competencia muy dura, y de la selección había surgido una especie de personalidad común: todos eran hábiles, todos eran duros, y todos eran muy decididos, pero también eran todos buenas personas. Todos tenían orígenes humildes o habían sufrido una cura de humildad debido a los estragos de la época. Cada uno a su manera, habían aprendido que en en la vida no se podía dar nada por supuesto, que, a pesar de su fuerza, belleza y juventud, en el mundo había fuerzas que los superaban. Los retos a los que se habían enfrentado juntos les habían enseñado la humildad-la necesidad de integrar sus egos individuales en el bote como conjunto-y la humildad era la puerta de entrada común a través de la cual ahora podían juntarse y empezar a hacer lo que no habían podido hacer antes.»
Concluyo este post con una reflexión que me llevé al hilo del documental que pude ver de Álex Roca y Valentí San Juan. Probablemente vivir sea la consecución de saber encontrar la felicidad en cada instante que vivimos, compartiéndola con las personas que queremos. Luchar de manera constante por los objetivos, sueños, que perseguimos aún sabiendo que habrá momentos duros que afrontar siempre, más o menos complejos. Y recordar que todo aquello que hacemos, decimos, en cada momento de nuestras vidas tiene más trascendencia de la que podríamos imaginar; por tanto, cuidemos lo que decimos, la calidad de nuestras acciones, y la manera en que tocamos el corazón de las personas que están a nuestro lado.
Os comparto un vídeo que, creo, merece la pena que veáis. Un fuerte abrazo, feliz domingo, y que tengáis una bonita manera de vivir.
«La mayoría de las personas no descubren qué es más importante en la vida hasta que son demasiado mayores para actuar en consecuencia. Pasan gran parte de sus mejores años persiguiendo objetivos que al final importan poco. Aunque la sociedad nos invita a llenar nuestras vidas de objetos materiales, la mejor parte de nosotros sabe que los placeres más simples son los que nos enriquecen y nos llenan. No importa que nuestra sea situación sea difícil o acomodada, todos poseemos una gran riqueza de sencillas bendiciones a nuestro alrededor, a la espera de que la valoremos. Si lo hacemos, nuestra felicidad aumenta. Nuestra gratitud se propaga. Y cada día se convierte en un asombroso regalo.» (Robin Sharma)
«Lo bien que vivas depende de cómo ames. El corazón es más sabio que la razón. Hónralo. Confía en él. Síguelo.» (Robin Sharma)
«Es difícil conseguir que el bote vaya tan rápido como uno querría. El enemigo, desde luego, es la resistencia del agua, ya que hay que desplazar la cantidad de agua equivalente al peso de los hombros y el equipo, pero esa misma agua es lo que te aguanta y ese mismo enemigo es tu amigo. La vida es igual: los problemas que tienes que superar también te aguantan y te dan más fuerza para superarlos.» (George Yeoman Pocock)
Cada año en la semana que cae mi cumpleaños lógicamente es un motivo de celebración, de encuentro con las personas que más quieres, e incluso puede suceder que no veas a todos los que quisieras. Pero todas esas semanas tienen en común un nexo de unión: la emoción con la que la vivo, y la reflexión que viene al final de esa semana.
No se puede explicar con palabras lo que ha podido suponer en mi corazón esta semana, por las personas con quienes he podido compartir cada día desde el sábado pasado hasta hoy domingo. Momentos increíbles, amor, risas, abrazos, bromas, reflexiones, que me llevan a pensar en lo afortunado que soy, sinceramente. Pero además de esto, quería hoy compartir con el lector una de las ideas más importantes que me ha ha hecho reflexionar en estos días: la aceptación del pasado y de la incertidumbre.
Aceptación del pasado para ser capaz de valorarlo siempre como algo positivo, como una fuente de energía permanente que me lleve a pensar que gracias a lo vivido soy la persona que soy, para no caer jamás en el victimismo. Que me pueda emocionar, sí, pero siempre para darme fuerzas cuando lo necesite. Siempre, para respirar hondo antes de acometer un nuevo reto, mirar atrás en mi particular Everest y decir: Mira todo lo escalado, mira cada paso dado, cada huella dejada en la nieve es una huella que has dejado en las personas que están a tu lado, de la misma manera que tú dejas huella con tu manera ser en aquellas personas que te quieren. Que siempre mirar atrás sea para tener, si cabe, un motivo de más para seguir creyendo en ti más fuerte que nunca.
Y por otro lado, la aceptación de la incertidumbre que a veces intentamos controlar sin darnos cuenta de que es simplemente imposible. El exceso de control a veces puede generar ansiedad, estrés, que nunca ayudan y siempre restan. Sin embargo, si pasamos de intentar controlar a vivirlo todo lo máximo posible, el aprendizaje posiblemente sea mucho más favorecedor para nosotros. Esto me lleva a la frase en inglés que leí en su momento, y que me encanta: «Tú no siempre necesitas un plan. A veces tú solo necesitas respirar, confiar, ir, y ver qué pasa.»
Con el paso del tiempo, con la ayuda de las personas adecuadas que te quieren, con tu predisposición a aprender de ellos, uno se da más cuenta si cabe de que no hay nada mejor que el amor. No hay motor más potente que amar. Amar tu vida, amar lo que haces, tener un motivo lo suficientemente potente como para levantarte cada mañana de la cama y querer ir a por todas, doblando la apuesta si hace falta. La actitud de quien sabe que lo importante es la dignidad con la recorres el camino de tu vida, y no los resultados finales que vas consiguiendo. El amor te permite aceptar, te permite escuchar, te permite llorar de emoción. Te da la posibilidad de conocer a personas increíbles. De ser respetuoso, comprensivo, y bondadoso con todos los que te rodean.
En la parte final de un documental sobre la vida de Michael Jordan, lo afirmaba de esta manera: «Lo más grande del juego del baloncesto, para mí, es la pasión. El amor que tengo por él. Porque cuando tú amas algo, lo llevas al extremo con tal de mantener el amor. Eso es lo que hace el amor. El amor hace lo necesario para mantener esa conexión. Si no hubiera mantenido este amor, hubiera sido imposible haber alcanzado todas estas cosas en las que hemos estado hablando. Y de verdad, es este amor el que me ha llevado a ser el mejor jugador de baloncesto que podría ser. Ser el mejor en algo implica que tienes que sentir un amor desmesurado para sortear todos los obstáculos que se van poniendo en tu camino. » Y esto, si me permitís, se puede llevar a todas las facetas personales: amistades, relaciones de pareja, trabajo, deporte. Es necesario sentir amor desmesurado por todo lo que hacemos.
Es ese mismo amor el que nos permitirá, como decía la frase en la pasada jornada de Santo Tomás de Aquino en nuestra universidad, tener «gratitud y perdón por el pasado, pasión por el presente y esperanza para abrazar el futuro.» Y como bien decía el fragmento del nuevo libro de Álex Rovira, de una foto que me mandó una de las personas más especiales que tengo en mi vida: «Por eso no olvidemos nunca amar sobre los tres pilares de los que hablado en estas páginas: ama comprendiendo, cuidando e inspirando. Harás la vida de los demás más plena y, con ello, la tuya.»
Por tanto, llego a la conclusión de cuán importante es la aceptación del pasado desde una perspectiva positiva que te dé fuerzas para seguir creyendo en ti cada mañana, generar amor y magia a cada instante de tu vida regalando momentos únicos a las personas con quienes vives en tu día a día, y estar enamorado de la vida que tienes para que ese amor te de la ilusión, la motivación, necesarias para que en el futuro más próximo que son las próximas horas, como mucho mañana, siga saliendo la mejor versión de ti mismo, la mejor sonrisa, que tus ojos sean auténticos cañones de fuego que generen calor y energía en quien los mira. Porque todos, absolutamente todos, no solamente necesitamos brillar, es que nos lo merecemos. Merecemos un chispazo de alegría que nos haga ver la vida cada día, aún con todas las adversidades que se pueden presentar, como una oportunidad única de aprendizaje y crecimiento personal.
Que tengáis una muy buena semana, os deseo lo mejor hoy y siempre. Un fuerte abrazo, y por favor, nunca dejéis de sonreír.
«Quien ame en plenitud habrá encontrado el sentido de su vida. Amar es vivir y vivir es amar. Amemos mientras vivimos y vivamos mientras amamos. Parafraseando al poeta Miguel Hernández, todos llegamos con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y es nuestra responsabilidad cuidarnos de las tres. Feliz viaje: buena vida, buen amor, buen trabajo y, por supuesto, ¡buena suerte!» (Alex Rovira)
«Nietzsche dijo que debíamos poner en nuestras vidas la seriedad que pone el niño en sus juegos.» (José Ortega y Gasset)
«Siempre he tenido la ambición de ser el mejor constructor de botes del mundo; y sin falsa modestia, creo que he conseguido ese objetivo. Si vendiera Boeings, me temo que perdería el aliciente y me convertiría en un hombre rico, pero en un artesano de segunda. Prefiero seguir siendo un artesano de primera.» (George Yeoman Pocock)
«Qué bonito es saber que siempre estás ahí, quiero que sepas que voy a cuidar de ti. Qué bonito es querer y poder confiar. Afortunado yo, por tener tu amistad.» (Manuel Carrasco)
El pasado fin de semana me volvió a suceder. Quizás por la cena, el momento, por la persona con la que estaba, por el recuerdo del que estábamos hablando; me emocioné tanto que no pude evitar llorar por pura emoción. «Necesitas hacer esto más a menudo; no eres consciente de todo lo que has hecho Pablo.» Y efectivamente, creo que a día de hoy no lo soy. Quizás porque di por hecho que ese esfuerzo era lo que tocaba; o probablemente porque no le he dado el significado que tenía. Sin embargo, ahora al echar la vista atrás, me emociona mucho hablar de ciertos temas a los cuales es muy probable que no les haya dado la importancia que merecían. No importancia por repetirme a mí mismo «qué bueno soy»; pero quizás hubiera sido bueno para no dudar tanto de mí en momentos posteriores.
La conversación giraba en torno a las amistades, y de manera concreta hablaba de mi amigo Rafa Selles. Recordaba la semana en la que aprobé Anatomía, y luego posteriormente Fisiología del ejercicio en la última oportunidad que tenía en Junio, para evitar de esa manera ir a Septiembre. Última ocasión para sacar un curso, y una carrera, que sin duda había ido de menos a más. Pero con esa asignatura lo había pasado realmente mal porque por mi problema de audición y el tono de voz de la profesora no me enteraba de las clases, no conseguía escuchar bien, me sentía frustrado (otra vez esa sensación que creía olvidada en la ESO) por no sacar esa asignatura en concreto, y a su vez concluir la licenciatura. Es cierto que hubiera sido tan fácil como solicitar una tutoría antes de llegar a este punto tan extremo, pero el pensamiento mío era que jamás había tenido ayuda anteriormente (y la había solicitado), por mi problema de audición; no la iba a pedir ahora en la Universidad. Lo había convertido, casi sin querer, en un reto personal.
Y recordaba con muchísimo cariño como Rafa se quedó conmigo todas las noches a estudiar, a repasar los conceptos más importantes de la Fisiología del ejercicio, esquemas y más esquemas. Recuerdo perfectamente cómo me eché a llorar diciéndole que no podía, que no aguantaba más, que creía que no iba a aprobar, y él ahí, incansable, inagotable, con esa sonrisa que tantas veces me ha devuelto cuando sabía que estaba tocado. Recuerdo el calor tan abrasador que hacía en esas últimas semanas, que estábamos deseando terminar, irnos a casa, y ahí seguíamos, a machete, haciendo lo posible por sacar esa examen. Jamás se me olvida una de las mañanas siguientes, cuando miré el expediente académico, vi la nota (aprobado), y vi el expediente académico completo. No pude aguantar, tuve que cerrar la puerta de mi habitación, y romper a llorar, porque se me pasaba en mi cabeza toda una carrera, todos esos años, todos esos momentos. Recordando el primer día con mis padres, subiendo por la carretera de la Universidad para ver las instalaciones, cuando ante mi asomaba el reto más bonito que podía afrontar. Todo lo andado, todo lo recorrido, para llegar a este momento que tanto había deseado. Recordando todo esto no pude aguantar las lágrimas, mientras me decía «es bueno, y recomendable, que esto lo hagas más menudo, sacar todo lo que tienes dentro.»
Muchas veces la propia vida nos marca un ritmo demasiado acelerado, frenético, que hace que no demos importancia al momento que vivimos, ni a recordarlo simplemente con el cariño que se merece. No es una cuestión de darse importancia, más bien creo que es una cuestión de recordar con verdadero cariño, con verdadero amor, todo lo que vamos haciendo y consiguiendo, la persona en la que nos vamos convirtiendo conforme vamos caminando en el camino que es nuestra vida. Probablemente la edad, la experiencia es un grado, te va pausando, te vas tranquilizando, y vas notando cómo percibes todo de otra manera completamente diferente. Pero también creo que influye mucho el dejarse desaprender, para volver a aprender. Escuchar a las personas adecuadas, leer los libros adecuados, aceptar recomendaciones, consejos con gran humildad sabiendo que lo que te dicen es desde el cariño, para que puedas sacar lo mejor de ti. Todo ello conforma un crecimiento brutal en lo personal, que logra que percibamos cada día como se merece, como una oportunidad para brillar tú; y en consecuencia para ayudar a brillar a quienes tienes a tu lado.
Vivir, creo, consiste en aprender constantemente a saber disfrutar del momento, del presente, de lo que tenemos sin dejarnos llevar por lo que nos tratan de vender desde fuera; ser capaces de obviar todo el bombardeo que recibimos en forma de objetos materiales, cosas externas, que no dan la felicidad aunque intenten convencernos de lo contrario. Vivir es saber apreciar la sonrisa de un amigo que va a verte mientras estás dando la clase, aunque tenga que coger un vuelo y vaya justo de tiempo. Vivir es saber enamorarte de unas vistas preciosas desde un lugar maravilloso, saber apreciar la belleza del atardecer, de la brisa y el frescor de los atardeceres de verano, el olor a primavera.Vivir es, para mí, saber valorar todo lo que has vivido cada noche y que te dé fuerzas para afrontar cada mañana con la mayor de las ilusiones.
Esa noche lloraba porque me acordaba de mis momentos con Rafa, lloraba porque me acordaba de que había sacado una licenciatura de CCAFYD con la ayuda de mis amigos de clase, sin escuchar todo lo bien que escucho ahora, y sin saber que tenía una enfermedad como era la Hepatitis C que me estaba produciendo ya un cansancio notable, y yo sin saberlo. Yo creyendo, una vez más, que era normal sentirse así, y que por tanto había que lidiar con ello, aceptarlo, transformarlo de una excusa a un punto más de motivación, y que no fuera nunca un lugar ni espacio, ni momento, para la queja. «¿Te das cuenta de todo lo que has conseguido?» Era la pregunta esa noche; ahora creo que puedo decir que sí, que solo ahora es cuando empiezo a ser consciente.
Muchas veces en nuestro día a día se nos presentan las dudas, los temores, de una manera que nos hacen olvidar que por más grandes que sean, la única manera de lidiar con ellos, es enfocarse en el presente (que es lo único que podemos controlar), y aún pudiéndolo controlar tener claro que habrá ocasiones en que el futuro no sea el que esperábamos, pero sí el que nos toca afrontar. Y si aún con todo, no creemos en nuestras capacidades, echa la vista atrás. Mira lo que has recorrido, lo que has vivido, y cómo saliste fortalecido de todo cuanto afrontaste:
«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No!. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de Arena.» (Haruki Murakami)
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y por favor, sepan disfrutar de una manera más auténtica de todo cuanto tengan. Les recomiendo que se paren a ver el vídeo, es de las mejores ponencias que he visto.
«Cada virtud solo necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.» (Michel de Montaigne)
Somos el resultado de las fuentes de las que bebemos, como bien diría mi amigo Álvaro Merino. Hace muy pocos días lo hablaba con una persona muy especial para mí, la idea de qué importante es elegir bien, y concretando sobre todo en tus amistades, en tus relaciones. Muchas veces no somos conscientes de cuánto nos pueden llegar a sumar o restar, multiplicar o dividir, resultando todo ello en una transformación positiva o negativa. De nosotros depende, es cierto, pero…¿cómo se llega a ese nexo de unión tan potente?
Amor es, sin duda, el ingrediente esencial para cualquier tipo de relación. Porque amar es a su vez respetar, comprender, entender, aceptar, todo lo que la otra persona es en su esencia, sin atender a otro tipo de aspectos que le rodeen, aspectos que nada tienen que ver con nuestra persona, aspectos que van más allá de lo material, de una cuenta corriente, de posesiones, nada de eso tiene que ver con lo supone una amistad, una relación verdadera. Se dice que los amigos de verdad son pocos, pero tiene su lógica: Pocos son aquellos y aquellas que están dispuestos, al igual que tú, a comprender, entender, y aceptar; en definitiva a amar.
Y esto a su vez es perfectamente aplicable a la pareja. A veces idealizamos demasiado el concepto de amor de pareja, de la misma manera que se idealiza desmesuradamente quien dice que tiene muchos amigos. El amor de pareja está lejos de marcarse en un contexto de Mr Wonderful, pero como dice esa misma persona tan querida para mí, hay que reivindicar también el derecho a estar mal algún día, a estar fastidiado o fastidiada por una mala noticia, por un bache emocional producto de algo que no sale como quieres, no pasa nada, de hecho es bueno. Es bueno sentir como, después de la oscuridad, se puede volver a resurgir como el ave Fénix.
Es bueno y necesario que en este camino de la vida tus amistades, tu pareja, te vean en tus días buenos y no tan buenos, en diferentes situaciones, en diferentes contextos, cómo asimilas y asimilan el éxito, el fracaso en un proyecto (siempre será mejor fracaso que error, porque error implica inmovilismo y por tanto no crecimiento personal); cómo aceptas una crítica constructiva, cómo te dejas aconsejar o no, de la misma manera que ves en ellos y ellas cómo calan tus consejos, tus opiniones, tus planteamientos compartidos. Todo esto que al final es una relación verdadera y auténtica, si observamos, siempre se sostienen bajo tres pilares: comprender, entender, y aceptar.
Por tanto, cuidar tus relaciones personales es cuidar tu calidad de vida, es al mismo tiempo cuidar de una manera minuciosa, cotidiana, pausada, tu crecimiento personal, tu avance, tu progreso como persona, como amigo, como hijo, como pareja, es en definitiva decidir cada día en base a las decisiones que tomamos cuánto deseamos crecer, cuánto estamos dispuestos a desaprender para volver a aprender, soltar las viejas creencias y abrazar nuevas opiniones, nuevos puntos de vista, nuevos contextos, que en muchas ocasiones nos marcan, nos dejan una huella emocional tan bonita, tan insuperable, que implica a su vez un gran crecimiento significativo personal.
Como diría Xavier Marcet al comienzo de su libro, debemos evitar por todo los medios la mediocridad. Y para ello, señalo alguno de los puntos que me parecen muy interesantes: 1) La importancia de pensar. 2) Respetar a los que arriesgan. 3) Admirar el talento y otorgarle prioridad. 4) Respetar mucho el esfuerzo.5) Liderar es servir. 6) La autenticidad es la nueva core competence diferencial.7) Evitar la autocomplacencia.8) Talento llama talento.9) Ser buena persona, preferir la honestidad. Y me detengo aquí en este valor de la persona, honestidad, porque lo considero como uno de los aspectos esenciales de la persona, que a su vez determina en un alto grado todas sus relaciones. Un valor que puede responder, perfectamente, a esta pregunta: ¿cuánto vales tú como persona?
Evitar la mentira, no aceptar comprarse bajo ningún precio, es algo que hoy en día se pone a prueba de manera constante, en diferentes contextos, en diferentes niveles, pero es una realidad que existe. Y no es cuestión de la cantidad de dinero de la que estemos hablando, sino más bien de educación, de aquello que nos han enseñado en casa, aquello que nos han enseñado que es lo más importante, y que verdaderamente de manera incuestionable, debe seguir siendo lo más importante durante toda nuestra vida. Evitar la traición, la mentira, la crítica desmedida, tiene que ver con aquellos valores innegociables que siempre hemos defendido. Tiene mucho que ver con la fuerza de la palabra tuya, la fuerza de la palabra de todas y cada una de tus amistades en cada tema tratado, en cada promesa, en cada hecho, en cada vivencia. Quizás no te reporte un beneficio cortoplacista, pero a largo plazo, conforme vayas recorriendo el camino de tu vida (un camino que jamás recorres solo, porque de la misma manera que nos necesitan, necesitamos de esas personas que tanto queremos; y porque más allá de necesidades, la vida compartida siempre sabrá doblemente mejor) te darás cuenta de que haberte mantenido siempre fiel a tu palabra, el hecho de haber sido honesto y sincero, te reportará momentos inolvidables que quedan marcados para siempre en nuestro corazón.
Y esta, en definitiva, creo que es nuestra gran virtud, nuestra esencia que a su vez está compuesta de la persona que decidimos ser cada mañana desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama buscando ese momento de descanso y paz con uno mismo, ese momento de pausa en el que uno quizás es más consciente, si cabe, de lo importante que es cuidar la calidad de nuestras decisiones porque son las que determinan la calidad de nuestras amistades, de nuestras relaciones y, a su vez, son las que marcan con una intensidad imborrable en nuestro corazón los momentos que vivimos, que compartimos, mientras avanzamos en un viaje en el cual el secreto probablemente sea no cansarse jamás del paisaje, como diría el bueno de Jon Pascua Ibarrola. Somos lo que somos gracias a la manera en que vivimos; y si algo puedo deciros, es que cuanto más auténtico eres, más momentos inolvidables te regala la vida.
Feliz año, deseo de corazón que todos vuestros sueños, retos, objetivos, se cumplan poco a poco, pero recuerda una cosa. Los mejores objetivos, los mejores retos, que se terminan consiguiendo son los que se logran en equipo. Concluyo con un fragmento de un relato que, creo, os sonará:
-Adiós-dijo el zorro-. Aquí está mi secreto. Es muy simple: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos-repitió el Principito a fin de recordarlo. -Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. -Es el tiempo que he perdido en mi rosa…-dijo el Principito a fin de recordarlo. -Los hombres han olvidado esta verdad-dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…-Soy responsable de mi rosa…-repitió el Principito a fin de recordarlo.
«Aquel que tiene un «por qué» para vivir se enfrenta a todos los «cómo». (Friedrich Nietzsche.)
«No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es. No estamos en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios.» Alejandro Jodorowsky)
«Serás tan valioso para los demás, como lo hayas sido para ti mismo.» (Marcus T. Cicero)
«Sí-escucha decir a alguien el guerrero-. Necesito entenderlo todo antes de tomar una decisión. Quiero tener la libertad de cambiar de idea. El guerrero desconfía de esa frase. También él puede tener la misma libertad, pero eso no le impide asumir un compromiso, aunque no se comprenda exactamente por qué lo hizo. Un guerrero de la luz toma decisiones. Su alma es libre como las nubes en el cielo, pero él está comprometido con su sueño. En su camino libremente elegido, tiene que levantarse en horas que no le gustan, hablar con gente que no aporta nada, hacer algunos sacrificios. Los amigos comentan: Tú no eres libre. El guerrero es libre, pero sabe que horno abierto no cuece pan.» (Manual del guerrero de la luz)
«Lo mismo es nuestra vida que una comedia; no se atiende a si es larga, sino a si la han representado bien. Termina donde quieras, mientas pongas un buen final.» (Lucio Anneo Séneca)
«Papá, ¿te acuerdas de antes de que cumpliera 5 años? Desde los 3 a los 5 años era una llorona. Lloraba todos los días. El día que cumplí 5 años, decidí que no lloraría más. Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Y si yo puedo dejar de lloriquear, tú puedes dejar de ser un cascarrabias.» Esta es la contestación que le da Nikki a su padre, Martin Seligman; una contestación que como muy bien dice mi amigo Luismi (quien me dio a conocer este momento con el que inicio el post) es una reflexión tan potente que cambiaría la forma de Martin Seligman de entender el mundo, y de entenderse. Como muy bien me decía en el mensaje mi amigo: «Se puede ser y dejar de ser. Dentro de los límites de la física, la biología y el realismo.»
No se me ocurría mejor manera de comenzar este post, que comenzarla de manera conjunta con él, con Luismi, con uno de los buenos, de los grandes, con uno de esos leales que más allá de sumar, me multiplican. Porque este post va de esto, de lo que podemos cambiar, de que debemos cambiar porque el cambio es crecimiento, de que el cambio comienza en nuestra día a día con la compañía que elegimos, con lo que leemos, con lo que escuchamos, y con cuánto aprovechamos el tiempo mientras estamos con esas personas. En unos momentos en los que llegan las Navidades, ese momento que viene como anillo al dedo para la reflexión, para organizar encuentros, para comprobar cuánto y a la vez nada hemos cambiado cuando estamos con quien realmente somos, y no con quien forzamos una identidad que nada tiene que ver con nuestra esencia.
Esta lectura, este momento en el que quedamos tú y yo, querido lector, quisiera que fuera un momento para recordar lo que verdaderamente es importante, cuál es el concepto de triunfar en esta vida (que no es mío, sino de Jordi Nomen, pero me parece tan acertado que sería estúpido no compartirlo contigo); cuál es el verdadero motivo de vivir la vida que nos ha tocado; para qué estamos aquí, cuál es nuestra función; lo que deberíamos de empezar a hacer bien, y los detalles que deberíamos pensar en comenzar a cuidar. Allá voy.
Porque si tu mayor deseo es triunfar, recuerda que triunfar, tener éxito, tiene mucho que ver con lo que dice Jordi Nomen: «Triunfar es distinguir la verdad de la mentira, los tonos de gris que hay en el blanco y el negro, y saber hacer del error el fundamento para avanzar con acierto. Triunfar es vencer el miedo de fracasar sabiendo que el principal fracaso es no haberlo intentado. Por último, hijo, triunfar es tener la íntima satisfacción de saber superar los retos y ayudar a los demás a superar los suyos, ofrecer y pedir ayuda, esculpir el propio perfil de quien quieres ser, sin negar de dónde vienes ni dejar de crecer. Triunfar, hijo, significa, dejar huella y descubrir el amor por el trabajo bien hecho, anticipo del amor por uno mismo y por los demás. ¡Yo también quiero que seas un triunfador, hijo mío!»
De la misma manera, creo que a veces se nos olvidó que aquí estamos para hacer la vida un poco mejor de las personas que tenemos cerca, con quienes convivimos día tras día. Es fácil brillar en los días de sol, y cuando uno tiene el ánimo perfecto. Pero tu vida verdaderamente cobra sentido cuando, aún en tu peor día, por una discusión o el motivo que sea, ves los ojos tristes de la persona que tienes delante, y entonces quitas el botón de automático, pasas de poner el foco en ti a ponerlo sobre la otra persona, para arrojar un poco de luz, un poco de energía, una sonrisa, un abrazo, un «vamos, que esto lo sacamos», con cariño, con amor. Desprenderse de uno mismo, para poner el foco en la otra persona es un acto de humildad tan potente, que hace que la llama de la esperanza vuelva a brillar. Hoy más que nunca es tiempo de esperanza, es tiempo de brillar, y ayudar a brillar. Es fácil que la llama brille en día soleado; lo difícil es que aún cayendo la mundial de agua, tú aguantes esa llama y la mantengas viva. Porque como dice mi amigo Rafa, #siemprehayquesumar .
Y referente a los detalles, me viene a la mente la frase de Epicuro de Samos: «Quien no considera lo que tiene como riqueza mayor es infortunado aunque sea el dueño del mundo.» Volvamos a recuperar la sensibilidad de cuando éramos pequeños, ese nivel de percepción, de sorpresa, de asombro que nos lleva a la alegría por todo lo que tenemos, que es mucho más de lo que imaginamos, y recodemos siempre no porque lo que tengamos implica que siempre va a estar ahí. De la misma manera que podemos llegar a ser completamente idiotas por añorar lo que no tenemos, podemos llegar a ser sumamente tontos no aceptando que la vida que tenemos es un regalo, que las personas que conocemos por amigos son una bendición; pero también convendría recordar que todo lo bueno, hay que atenderlo y cuidarlo para que la magia jamás desaparezca.
Porque la magia no te la da la Navidad. La Navidad nos ayuda a recordar lo que fuimos, los momentos que vivimos, las sonrisas que una vez aparecieron en nuestra boca y que vimos en nuestros padres, abuelos, primos, amigos. Pero la Navidad también nos invita a recordar que esto no debería darse solo en estas fechas; que más bien Navidad debería ser cada día de nuestra vida, porque la magia está en nosotros. No está en nada externo; lo externo puede ayudar más o menos, pero la magia está en ti, en tu corazón, en la manera en que miras al mundo, dar sin esperar nada a cambio, dar desprendiéndote por completo de ti porque vives y actúas del modo en que eres feliz, y eres feliz porque lo haces según aquello en lo que crees. Porque como dice Martin Seligman al comienzo del post, «se puede ser y dejar de ser». Yo te invito a que seamos, a que estemos, a que nos reconozcamos, hoy y siempre, con el único fin de ser felices. Eso es lo que para ti deseo, querido lector, que hoy y siempre seas feliz sabiendo valorar lo que tienes, en lugar de pensar en lo que podrías tener.
Que tengan una muy buena semana, y feliz Navidad. Recuerden, la magia está dentro de vosotros. Un fuerte abrazo
«El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del caballo negro (placer) y acompasarse con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.» (Platón)
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, pues, no es un acto, sino un hábito.» (Aristóteles)
«A lo largo de mi vida profesional, de quien más he aprendido es de los directivos humildes. Gente que combina visión, pasión, exigencia y humildad. Personas que encarnan un modo de hacer que compatibiliza la ambición de los negocios y de los proyectos con un talante personal contenido. Los grandes desafíos requieren grandes compromisos, y la altivez nunca fue la madre de compromisos consistentes. Y, finalmente, los directivos humildes no necesitan decirlo todo, hacen de la brevedad una forma de respeto a los demás. Procuran no ocuparles demasiado espacio, saben que su gente también tiene trabajo. Respetar a su gente significa no convocarla a cualquier reunión.» (Xavier Marcet)
«Bello es lo que nos conmueve, sea cual sea la textura de la piel que lo recubre. Hay belleza en la sonrisa carcomida del mundo porque la belleza, intuyo, no depende de lo admirado, sino de la calidad de la mirada que lo percibe o el sentido admirativo que se recrea y de la pureza del corazón que lo siente.» (Jordi Nomen)
«El hombre no es sabio por lo que dice, el hombre es sabio por lo que HACE».
Se ha llegado a un punto en el que, a pesar de tener toda la información posible a nuestro alcance en cuestión de segundos, lejos de ser esto una consecuencia positiva que incremente las capacidades del ser humano y contra todo pronóstico, lo ha convertido en más estúpido, cómodo, si cabe. El ser humano se ha acostumbrado a pensar, a leer, a actuar, y en definitiva a vivir, sin pararse a pensar el por qué y para qué de sus acciones. En consecuencia, la situación ha degenerado tantísimo que parece que vale todo, que cualquier movimiento tiene suficientes motivos, cualquier discurso es válido, pero el problema ya no solo es de quien lo dice, sino de quien lo recibe porque no pone filtros, porque el envoltorio del caramelo emboba tanto, que no se analiza lo podrido que está por dentro.
Y es que nos hemos acostumbrado a los discursos vacíos, a la oratoria fácil que sabe tocar muy bien los sentimientos de la gente logrando que el sentimiento envuelva a la conciencia con una palabrería barata de contenido, pero de coste muy alto en lo que a consecuencias se refiere. No se deja de escuchar proyectos por todos lados, proyectos de líderes políticos, proyectos de empresarios, proyectos de coordinadores en fútbol base, proyectos de líderes de equipos deportivos, pero….¿verdaderamente cuál es ese proyecto? No sabrían contestar, porque no lo saben, porque el nivel de concreción de sus líneas de acción es tan bajo, es tan pésimo, que rezan para que no haya una pregunta que busque rascar un poquito entre tanto cemento de mentira, entre tanto envoltorio brillante.
¿Y esto, por qué se produce? Porque hemos dejado de analizar, de reflexionar, de pensar en definitiva, y es mucho más cómodo dejarse llevar por parte del que recibe el discurso, el mensaje, el proyecto. Puede más la predisposición que el paso a la acción, dando únicamente por válido aquello en lo que yo creo, independientemente de la burrada que se esté divagando o diciendo. Tanto si estoy a favor, como si estoy en contra, se ha dejado de cuestionar todo aquello que nos dicen, y bien podría aplicarse aquí el famoso mito de la caverna de Platón, en el cual podrían ser infinitas las personas que hoy en día prefieren permanecer dentro de la caverna, a salir ahí fuera y descubrir la verdad de las cosas.
Esto me lleva a la reflexión de que, si de un tiempo a esta parte es difícil encontrar líderes (ya sean políticos, deportivos, o sociales) que presenten un proyecto de verdad, con su línea estratégica a seguir (todo bien escrito, no solo hablado), con sus objetivos, acciones a llevar a cabo, pasos, focos de acción, decisiones a tomar en los próximos meses; es porque los que están al otro lado, los que escuchan y reciben el mensaje, a esos receptores les vale cualquier mensaje. Se dejan envolver por colores, tradiciones, banderas, escudos de fútbol, sin pararse a pensar o analizar por un instante las consecuencias de aquello que votan o están a favor, y eso es un verdadero problema. No se quiere un proyecto de verdad, porque eso implicaría hacer trabajar la mente del que lee o escucha ese proyecto, y eso requiere un esfuerzo que en la mayoría de las ocasiones no se está dispuesto a realizar.
Por el contrario, si el mensaje que se emite es un mensaje banal, vacío, que toca un poco los sentimientos (que no son los de pertenencia, porque por pertenencia se entiende otra cosa totalmente diferente), que genera un poco de crispación porque ese mensaje siempre de una manera directa o indirecta deja en mal lugar al contrincante (porque siempre hay una competencia que hundir); con esos dos ingredientes es más que suficiente para conseguir que las masas aplaudan al «líder», que le sigan, aún siendo tan triste que si uno se parase a preguntar: ¿Por qué y para qué le sigues? la respuesta sería tan vacía como el discurso que acaban de escuchar.
Un tiempo más tarde, cuando ese mensaje deja de funcionar, cuando el oyente, el seguidor, se siente engañado y que le han tomado el pelo, sucede lo mismo una y otra vez: no se asumen las responsabilidades, y echamos la pelota a otro tejado. Quizás, solo quizás, se debiera hacer un poco de autocrítica en lo que a uno mismo se refiere, cuánto se ha hecho por avanzar, mantenerse en el sitio, o incluso retroceder por mera comodidad diciendo aquello de » es que yo no puedo hacer nada». Ya lo decía bien claro Platón en su momento: «La fortaleza de la ciudad reside en el valor de sus ciudadanos.» Y probablemente ese sea otro gran problema que se viene dando los últimos años, consistente en hacer poco, muy poco, o nada; pero criticar, «rajar», y buscar la medalla de manera incesante; siendo muy difícil que una sociedad avance de esta manera porque la culpa siempre la tendrá otro, siempre habrá otro que cometa el fallo, que no sepa gestionar, que no sepa trabajar; en lugar, una vez más, de hacer autocrítica y saber ver qué estoy haciendo yo por mi empresa, y si yo estoy verdaderamente alineado con lo que se defiende en ella.
No deberíamos por tanto equivocarnos, y creo estar casi convencido de que, del mismo modo que un equipo de fútbol es lo que el entrenador, sus capitanes, jugadores, proyectan día tras día, un país es lo que el ciudadano proyecte día tras día. «Día tras día»; no un momento puntual, en una situación concreta; sino más bien tiene que ver con el hacer cotidiano, con lo diario. ¿Y cómo logramos revertir esta situación? Efectivamente…teniendo un proyecto, un proyecto de país, un proyecto de empresa, un proyecto de equipo de fútbol, del asunto que ocupe; y manteniéndote fiel, coherente, y consecuente con ello hasta las últimas consecuencias. Diseñando una hoja de ruta, unos objetivos enmarcados en una temporalidad, unas líneas de acción, pasos a seguir, análisis constante, sentimiento de vulnerabilidad (esa palabra que tanto miedo da porque puede más mi medalla, que el bien colectivo), pruebas de ensayo-error (como la propia vida, pero al mismo tiempo impidiendo el inmovilismo), y más factores a tener en cuenta que es lo que, verdaderamente, convierten y definen a un proyecto. La segunda pregunta sería: ¿Estamos dispuestos a tener un proyecto, y asumirlo, con todo lo que conlleva? Porque como bien diría Ernest Hemingway, «el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.»
Que tengan una muy buena semana, y recuerden, somos el producto de las decisiones que tomamos. Un fuerte abrazo, buen puente, y disfruten de lo que la vida les regala.
«Yo no enseño a dirigir personas. Yo enseño a dominarse a uno mismo.» (Peter Drucker)
«Comete más errores. Triunfa antes.» (David Kelly)
«Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta, podría resolver el problema en menos de cinco minutos.» (Albert Einstein)
«Un cacahuete flotando en una piscina, ¿sigue siendo un fruto seco? Y un veneno caducado, ¿te mata más?» (Luis Piedrahita)
«Reimaginar es la principal tarea -y responsabilidad- de nuestra generación. (Tom Peters)
«La madurez es la aceptación de la fragilidad que nos anima a hacer de las circunstancias que nos ponen a prueba el punto de partida para la reflexión que las juzga y valora. Es el reconocimiento de los errores y la investigación, a veces infructuosa y fracasada, de la resolución de problemas que la existencia hace inevitables.» (Jordi Nomen)
Resolución de problemas que la existencia, la propia vida, hace inevitables cada día que vivimos. Y ante estos problemas es implícito, necesario, que exista una predisposición en nosotros/as a aprender, a crecer, en definitiva, a madurar. Incluso a veces puede darse el caso de que desconocemos el problema, hasta que lo sentimos, lo percibimos, y es en ese momento cuando somos conscientes que necesitamos aprender a gestionar eso, un «eso» que a veces tiene mucho que ver con lo emocional.
Jamás se me olvidará la primera vez en la que yo fui consciente de que había algo, dentro de mí, que aún estaba por resolver. Me encontraba realizando las diversas pruebas que en este caso la Comunidad de Madrid te realiza, para establecer el grado de discapacidad que tienes. Estas pruebas consisten en entrevistarte, someterte a pruebas, con especialistas como es en este caso un otorrinolaringólogo, un psicólogo y dos personas más involucradas en ese proceso de análisis. Todo marchaba fenomenal, hasta que me senté delante del psicólogo, y me preguntó mi experiencia de vida, qué me había pasado hasta entonces. Es justo en ese momento, en el relato de todo cuanto había acontecido en mi vida, que me sorprendo a mi mismo llorando con una emoción que jamás había experimentado. Estaba sorprendido y emocionado a partes iguales, sin saber por qué me ocurría esto. Comencé a entenderlo cuando me dijo, a modo de pregunta: Es la primera vez que haces esto, ¿verdad?
A veces aprendemos por gusto, porque queremos, porque nos apetece, otras en cambio buscamos las soluciones que podemos para aguantar el tirón como se puede, para llevar la situación de la manera posible convirtiéndola en normal, cuando en realidad no lo es. Superar obstáculos implica a veces, a nivel emocional, poner capas a tu piel, corazas a tu armadura, llámalo como quieras, con el fin último de que quienes te quieren no te vean mal, para evitar preocupaciones, para evitar más momentos de desánimo. Es una posición de total desprendimiento de ti mismo, para ponerte en el corazón de las personas que tienes alrededor con el fin de que no sufran, con el objetivo de que todo se lleve mejor en silencio, como si nada pasase, mentalizándose uno mismo de que cualquier situación tiene solución por negro que se vea, «aunque estés más hundido que el Titanic» como me ha dicho uno de mis mejores amigos esta mañana, hablando de otro tema.
Pero todo este proceso, como bien me explicaría Noe, mi querida Noe, supone sin que te des cuenta un bloqueo emocional espectacular, porque durante muchos años has amortiguado, atenazado, frenado, tus emociones, y eso también afecta a las positivas: «Enhorabuena Pablo, porque eso es sentirse vivo. Todo lo que te está pasando, todo lo que estás recibiendo y aprendiendo de otra/s persona/s, de este momento, es una bendición.» Amortiguas las malas noticias, las transformas en buenas en tu cabeza creyéndotelo como nadie se lo creería para seguir caminando, transformas las burlas del colegio en aspectos que te motiven a seguir adelante; el veredicto de enfermedades, la resolución de una operación que se torna fallida; todo eso lo amortiguas, suavizas el impacto, tus emociones no se desprenden de la misma manera, y eso ayuda a seguir, a que todo parezca normal para las personas que te quieren. Porque siempre he creído que, de lo contrario, se podría generar un círculo «vicioso» espantoso, en el cual jamás he querido entrar. No sé si es lo correcto, o lo erróneo, pero es en lo que creía, que había que salir de ese bache como fuera, aunque por dentro esto implicase una «capa» más.
Por este motivo, de la misma manera que dice Jordi Nomen al principio, es tan importante la aceptación de nuestra fragilidad, la aceptación a fin de cuentas de que nunca es tarde para aprender; como es en este caso, aprender a sentirme vivo. A estar vivo de verdad, y no solo por lo que haya podido leer, estudiar, escuchar, profundizar, desaprender para volver a aprender. Sino también a tu predisposición a conocer personas nuevas, de tu entorno de trabajo que suman a tu ser, a tu esencia, quienes te ayudan a ver la vida de otra manera, que no es ni mejor ni peor, porque tiene más que ver con sentir que con vivir. Antes vivías; ahora sientes que vives. Los abrazos empiezan a notarse diferentes, los besos, las caricias, las miradas, las imágenes que te regala el propio día desde un amanecer (como el que vivimos mis amigos Jorge, Manu, y yo mientras íbamos a la carrera de las aficiones, y que el propio Jorge, en un intento de autoconvencerse por el madrugón diría: «Solo por este amanecer, ya ha merecido la pena.»)
Si tu predisposición en el aprendizaje personal de tu vida es la correcta, un día, sin esperarlo si quisiera, te encontrarás con la persona o las personas adecuadas, que lograrán hacer un click no solo en tu cabeza, sino en tu corazón, ayudándote a sentir más, y mejor, toda la información que le llega a tus sentidos. Información que ahora no tiene que superar capas, corazas, muros, filtros, porque con ese aprendizaje de vida desde una posición de humildad y amor has conseguido cambiar, has conseguido desaprender hábitos (que probablemente en tu momento te ayudaron), para generar otros nuevos que van más acordes con el momento que vives. Lo pasado ayuda a gestionar el presente, de tal manera que nos acompaña hacia un futuro incierto, pero seguramente enriquecedor porque será lo que nos toque vivir, lo que estemos llamados a ser.
Que tengan una muy buena semana, y si aún no sienten lo que es la vida de verdad, comiencen a hacerlo. Emociona, pero es realmente bonito. Un fuerte abrazo.
Hoy pongo esta imagen, porque la historia que guarda es realmente bonita. Darío Benedetto, jugador de Boca Juniors, perdió a su madre con tan solo 12 años, que falleció mientras veía a su hijo jugar en las competiciones nacionales. El golpe fue tan duro que Benedetto abandonó el fútbol por varios años; pero motivado por su padre y hermanos volvió a los terrenos de juego. Desde ese momento se prometió que haría sentirse orgullosa a su madre en cada partido. Ayer volvió a marcar, en el primer partido de la final de la Copa Libertadores. Hay historias que son lecciones de aprendizaje.
«Ser maduro es respetar y respetarte y ¡entender el niño o niña que llevas dentro cuando negocia con el adulto que quieres ser, y el abuelo sabio que a ambos aconseja prudencia y cordura!». (Jordi Nomen)