Vivir

«Solo hay que vivir, vivir, vivir. Que nadie pueda etiquetar mis pasos. Soy timonel de mi propio barco.» Estas son las letras de una de las canciones de Pablo Alborán, y las elijo porque hoy quiero hablar sobre esto, lo que hacemos cada día a nuestra manera, vivir. Es curioso cómo de todas las acciones que llevamos a cabo cada día, si hay una que realizamos sí o sí es esta, la de vivir. Y sin embargo, ¿sabemos vivir? ¿qué es vivir?¿catalogamos la vida de los demás? ¿nos ocupamos de aprender a vivir?

Vivir de manera plena tiene que ver contigo, y poco con lo de fuera. Es saber centrarse en el momento presente disfrutando, o mejor dicho sabiendo disfrutar de cada momento, de cada instante que se vive prácticamente como si fuera el último. Porque la realidad, aunque tendamos a olvidar, es que no sabemos si será el último. Como decía Yamamoto Tsunetomo, «con seguridad no hay otra cosa que el propósito único del momento presente. Toda la vida de un hombre es una sucesión de momento tras momento. Si uno comprende completamente el momento presente, no habrá nada más que hacer, y no quedará nada por perseguir.»

Vivir alcanza su auténtico y verdadero significado cuando dejas un poquito de tu corazón en cada gesto, en cada acción, de tu día a día. Del mismo modo que le explicaba George Yeoman Pocock a Joe Rantz mientras construía uno de sus botes de remo: «Pocock se quedó en silencio, dio unos pasos hacia atrás para ver mejor el armazón del bote, se puso las manos en la cadera y estudió detenidamente el trabajo que había hecho hasta entonces. Dijo que, para él , el arte de construir un bote era como una religión. No bastaba con dominar los detalles técnicos. Había que entregarse espiritualmente, había que rendirse completamente. Cuando terminabas y te alejabas del bote, había que sentir que habías dejado en él, para siempre, una parte de ti mismo, un pedacito de corazón. Se volvió a Jose. «El remo-le dijo-es así. Y buena parte de la vida también es así; al menos las cosas que importan.»

Y aquí es donde aparece otra idea importante, «las cosas que importan» que tiene mucho que ver con la capacidad de relativizar, pero esta capacidad debemos entender que es personal, subjetiva, de cada uno de nosotros. Por tanto se debe cuidar mucho las valoraciones que hacemos de la vida de la persona que tenemos en frente, tratando de darle lecciones o intentando hacerle ver cuál es la decisión correcta. ¿Correcta?¿Incorrecta? Eso solo lo sabe cada persona, en su propio camino y con sus propias circunstancias. Querer de verdad es respetar estas condiciones, permaneciendo a su lado, e insuflarle energía, alegría de vivir en el recorrer de ese camino; pero nunca etiquetando o enjuiciando. Porque como muy bien dice Pablo Alborán en la canción, «soy timonel de mi propio barco».

Aprovechando que hablamos de barcos, y de remos, quisiera concluir este post con varios extractos que resumen muy bien cómo sentir ese momento felicidad. Un momento que, como muchas veces he dicho, se siente de manera verdadera en compañía de al menos otra persona. Porque probablemente, o yo al menos lo veo así, para mí vivir es tratar de ser feliz el mayor tiempo posible, y muchas veces ser feliz es ver la cara de felicidad plena en la cara de la otra persona, ver cómo brillan sus ojos, ver como se torna esa sonrisa tan increíble en su cara, ver que día tras días las personas que quieres de verdad crecen, avanzan, cumplen objetivos, incrementan su confianza, se atreven con retos nuevos; en definitiva: viven.

Es algo que solo puedes sentir, de la misma manera que sucede en el arte del tiro con arco, cuando te abandonas de todo lo exterior, te despojas de todo lo que tenga que ver con lo accesorio, y te centras en ser capaz de sentir en lo más profundo de tu corazón ese sentimiento de felicidad, de sentir cómo te llena por dentro. Es ahí cuando sabes que te sientes vivo, que estás viviendo: «Ese día Joe remó como nunca había conseguido remar antes: como Pocock le había dicho que remara, entregándose completamente al esfuerzo del equipo, como si fuera una extensión del compañero de delante y del de atrás, siguiendo perfectamente la palada de Hume, transmitiéndosela a Shorty, al que tenía detrás, en un flujo continuo de músculo y madera. Joe lo vivió como una transformación, como si se hubiera apoderado de él una especie de magia. Lo más parecido que le venía a la memoria era la noche de primer curso en que se encontró en el Lago Union con las luces de Seattle centelleando en el agua y la respiración de sus compañeros de equipo sincronizada como la suya, tal como delataba el vaho que espiraban en el ambiente oscuro y frío. Ahora, al salir del bote en el crepúsculo, se dio cuenta de que la transformación no nacía tanto de que él intentara hacer lo que le había dicho Pocock, como del hecho de que su equipo era un puñado de chicos con los que podía hacerlo. Sencillamente confiaba en ellos. Al final era así de sencillo.»

¿Y por qué sentían ese swing, ese estado de disfrutar del momento, de ese instante, de vivir como concepto elevado a la máxima potencia? Quizás esto nos ayude a entenderlo, entre otros factores: «Había una razón muy sencilla para explicar lo que pasaba. A los chicos del Clipper se les había seleccionado con una competencia muy dura, y de la selección había surgido una especie de personalidad común: todos eran hábiles, todos eran duros, y todos eran muy decididos, pero también eran todos buenas personas. Todos tenían orígenes humildes o habían sufrido una cura de humildad debido a los estragos de la época. Cada uno a su manera, habían aprendido que en en la vida no se podía dar nada por supuesto, que, a pesar de su fuerza, belleza y juventud, en el mundo había fuerzas que los superaban. Los retos a los que se habían enfrentado juntos les habían enseñado la humildad-la necesidad de integrar sus egos individuales en el bote como conjunto-y la humildad era la puerta de entrada común a través de la cual ahora podían juntarse y empezar a hacer lo que no habían podido hacer antes.»

Remando como un solo hombre

Concluyo este post con una reflexión que me llevé al hilo del documental que pude ver de Álex Roca y Valentí San Juan. Probablemente vivir sea la consecución de saber encontrar la felicidad en cada instante que vivimos, compartiéndola con las personas que queremos. Luchar de manera constante por los objetivos, sueños, que perseguimos aún sabiendo que habrá momentos duros que afrontar siempre, más o menos complejos. Y recordar que todo aquello que hacemos, decimos, en cada momento de nuestras vidas tiene más trascendencia de la que podríamos imaginar; por tanto, cuidemos lo que decimos, la calidad de nuestras acciones, y la manera en que tocamos el corazón de las personas que están a nuestro lado.

Os comparto un vídeo que, creo, merece la pena que veáis. Un fuerte abrazo, feliz domingo, y que tengáis una bonita manera de vivir.

 

«La mayoría de las personas no descubren qué es más importante en la vida hasta que son demasiado mayores para actuar en consecuencia. Pasan gran parte de sus mejores años persiguiendo objetivos que al final importan poco. Aunque la sociedad nos invita a llenar nuestras vidas de objetos materiales, la mejor parte de nosotros sabe que los placeres más simples son los que nos enriquecen y nos llenan. No importa que nuestra sea situación sea difícil o acomodada, todos poseemos una gran riqueza de sencillas bendiciones a nuestro alrededor, a la espera de que la valoremos. Si lo hacemos, nuestra felicidad aumenta. Nuestra gratitud se propaga. Y cada día se convierte en un asombroso regalo.» (Robin Sharma)
«Lo bien que vivas depende de cómo ames. El corazón es más sabio que la razón. Hónralo. Confía en él. Síguelo.» (Robin Sharma)

 

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