¿Cuántas veces miramos el móvil por pura inercia? ¿Cuántas veces lo has cogido hoy, por ejemplo, hasta leer este post, simplemente porque no tenías «nada que hacer»? ¿Necesitamos estímulos? ¿Tan necesitados estamos de noticias? ¿O es consecuencia de que vamos sin rumbo? ¿Cuánto aguantas leyendo un libro, disfrutándolo? ¿A cuánta velocidad va tu vida? Si vas a mil por hora, igual te conviene empezar a planteártelo de otra manera.
Hace unos días me dispuse a ver uno de los partidos de la fase final de la Kings League, para descubrir ese nuevo fenómeno y saber en qué consistía exactamente. Es cierto que su preparación, montaje y desarrollo tienen una magnitud y un impacto increíbles (a la vista está que el estadio Civitas Metropolitano estaba lleno desde primera hora de la tarde y hubo, otra vez, récord de visualizaciones en todas las plataformas donde se emitió). Pero, a mí, se me planteó una sola pregunta: ¿Cómo hemos llegado a este punto?
Según veía el partido, descubría el paralelismo que tenía el desarrollo del partido con las redes sociales, es decir, la facilidad de ver un reel y otro en instagram, cantidad infinita de vídeos cortos en tik tok; todo se desarrollaba con el mismo patrón: breve duración, muestra de las últimas tendencias basada en tus últimas búsquedas, estímulos de alto impacto, para así mantenerte absorto tanto tiempo como sea posible. Durante un partido de la Kings League puedes ver desde el propio partido, pasando por situaciones de 1vs1 hasta la utilización de cartas en forma de «armas secretas» que faciliten subir un gol al marcador. Estímulo tras estímulo para mantenerte conectado al partido, pero desconectado de todo lo demás, que en realidad es lo que importa.
La primera reflexión que me vino fue que esto, salvo que son varios jugadores y se juega con un balón, difiere mucho del fútbol que entendemos, en el cual se juega durante toda una temporada, con jugadores que pueden ser titulares, suplentes o quedarse en la grada por ser reservas, partidos de una duración de noventa minutos, etc. Y me planteaba la siguiente pregunta: Si en el fútbol, que mueve millones de seguidores, supone una tremenda dificultad el hecho de mantener la atención sostenida en el tiempo por parte de un alto porcentaje de espectadores, ¿qué sucede con la educación? ¿cómo estamos formando? Mi planteamiento consiste en que, creo, estamos generando un problema desde la base en el preciso instante en que, cuando el pequeño o la pequeña molesta, darle una tablet o smartphone para que se entretenga. ¿Por qué? Sencillamente porque estamos pasando de ESTAR con ellos, en su proceso de crecimiento y maduración, a convertirnos en meros espectadores a quienes solo nos faltan las palomitas. Pero esto último dista mucho de lo que es educar.
Cada vez se comprimen más las clases, los contenidos teóricos, al mismo tiempo que se añaden más y más avances tecnológicos, más TICs ,en definitiva, más accesorios, más extras, a ese proceso de maduración, de crecimiento de cada persona desde su infancia. En consecuencia, cada vez menos exigencia para mantener la atención sostenida, menos capacidad para la reflexión, para el pensamiento crítico y más expulsiones de las aulas por el uso indebido del teléfono móvil. ¿Realmente están aprendiendo o están pasando de curso? ¿Van a ser adultos competentes en su futuro puesto de trabajo o serán incapaces de generar confianza y credibilidad en su primera entrevista como candidatos a ese puesto?
Pero si nos vamos al plano personal, ¿cómo está afectando esta tendencia a volver todo proceso más breve en el tiempo? Afecta desde el momento en que, estando con la persona con la que amamos, o con nuestros padres, o con nuestros amigos, necesitamos permanentemente mirar las historias del instagram, mirar los doscientos grupos de whastapp o estar más pendiente de mostrar dónde estamos de vacaciones, o la película que estamos viendo, antes que disfrutar con esa persona. Sin darnos cuenta, estamos perdiendo de manera lenta pero progresiva, la capacidad de apreciar la belleza de cada instante, de saber captar la esencia de cada mirada, de cada caricia, de cada abrazo o cada risa. Cada vez menos humanos, menos enfocados en lo que importa y más pendiente de aparentar lo que en realidad no somos.
Las relaciones personales de hoy, ya sean familiares, de amistad o de pareja, no duran porque no se cree en el largo plazo. Se evita apostar de verdad por esa persona, porque eso exige amar sin condiciones, sin límites, exige honestidad, autenticidad, humildad, sencillez y generosidad. Es dar simplemente porque entiendes la vida de esa manera, porque no necesitas cortar esa relación por aburrimiento y mañana conocer a otra persona. Eres feliz, plenamente, con todo lo que tienes y lo sabes valorar cada día, porque has entendido que la monotonía es maravillosa y que, lejos de ser necesario estar en un permanente bucle de viajes, comidas o cenas en sitios guays (estímulos y más estímulos, de manera repetida en el tiempo), lo único que necesitas es a esa persona o a esas personas para ser feliz y felices.
Hay un concepto muy relacionado con esto en fútbol, que se denomina «amateurismo», consistente en que jamás pierdas la esencia, la pasión, el compromiso, la alegría, que tienes en ti como entrenador, sea cual sea la categoría en la que compita tu equipo, porque al final estás ahí porque te apasiona el fútbol, porque te apasiona sacar lo mejor de tus jugadores, de tu cuerpo técnico y disfrutar de cada entrenamiento como si fuera el último. La idea de que cada entrenamiento es el contexto ideal para que cada jugador muestre lo que es y atisbe lo que puede llegar a ser, en lo que puede convertirse, a base de pasión, de compromiso y esfuerzo por y para un colectivo. Es un instante de desconexión, fuera móviles, fuera tablets, solamente existen mis compañeros, mis jugadores, dos porterías y el balón. ¿No es maravilloso?
Pues esta es la reflexión con la que quiero acabar este post, invitándote a que traslades ese «amateurismo» a tu vida diaria, a tu relación con tu pareja, con tu familia, con tus amigos. Nunca pierdas la esencia de ser quien eres y a la vez quien quieres ser, que sepas captar la magia de un beso, de un abrazo, de una mirada que dispara chispas de alegría, amor y pasión, porque la vida es y será siempre la acumulación de momentos, de instantes, de segundos en los cuales en tu mano está ser capaz de captar y generar todo eso o, por el contrario, encontrarlo aburrido y centrar tu atención en tu móvil, en esa búsqueda permanente de likes para seguir creyendo que molas mucho.
Que tengas una muy buena semana y un mejor verano para desconectar, disfrutar y sonreír tanto como te mereces. Un fuerte abrazo,
«Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia, donde quiera que estén.»
(Miguel de Cervantes; «Don Quijote de la Mancha)
«La gente nunca quiere ser parte del proceso, pero quieren ser parte del resultado. El proceso es donde descubres quién merece ser parte del resultado.»
(Anónimo)
«No te permitas dar límites en los sueños que tengas en la vida: la edad, las limitaciones físicas, lo económico, nada. Solo debes pensar un poco más, solo un poco más. Seguro estarás pensando, «pero tengo que ser coherente, tampoco debo fijarme metas que son factibles.» Tienes toda la razón, pero el ser humano responde en función de las condiciones que se plantea, es decir, se hace más fuerte en la medida en que las circunstancias le exigen serlo.»
(Fabián Goleman)