Coherente contigo mismo

«Yo soy como los que nada tienen y todo lo poseen, porque soy coherente con mis ideas.»

(Tomás Moro)

A menudo se habla de la motivación, de la ilusión, por retos nuevos, por objetivos o retos tremendamente desafiantes, pero tendemos casi a la misma velocidad a olvidarnos de la esencia, la nuestra, construida a base de decisiones que deberíamos tomar partiendo de la coherencia. Pero, ¿qué es la coherencia? ¿qué es ser coherente? Ser coherente contigo mismo es alcanzar el equilibrio, el punto medio, entre tener una actitud consistente de vencerme en lo pequeño y poseer una visión de águila, una visión larga, que me ayude a proyectar mis próximos pasos, hacia dónde quiero caminar y cómo quiero transitar ese camino.

Vencerme en lo pequeño, de manera consistente en el tiempo, es evitar las excusas de tener un mal día, decir que hace frío, o estoy cansado/a y seguir hacia delante, seguir creciendo. El crecimiento nos lleva al descubrimiento, a conocer otras ideas, otras perspectivas, otras experiencias, ya que gracias a la suma de todos esos momentos, situaciones, uno termina por comprender que para llegar a donde quieres, debes primero saber por dónde no quieres ir. Aprendes, al mismo tiempo, a saber decir que no. Esto es esencial, porque tan pronto aprendas a decir «no», podrás dedicarte a las cuestiones que importan, disfrutando de la vida que realmente quieres.

Pero todo camino se continúa de la forma adecuada cuando tenemos esa visión de águila, amplia, que nos permite establecer cuáles son las siguientes metas volantes que quiero ir alcanzando y lo más importante aún, para qué quiero seguir transitando por ese camino. Caminar sin sentido es caminar sin rumbo, sin orientación y esto solamente nos conduce, irremediablemente al punto de partida, a no avanzar, a no saber ni tan siquiera por qué me encuentro en este punto. Cuando hablo de metas volantes, de objetivos, sueños, no estoy refiriéndome solamente a cuestiones materiales. Hablo, además, de nuestra vida personal, de saber quién soy, con quién quiero vivirla y cómo quiero afrontarla, porque todo va de la mano.

Y, al menos yo, solamente la entiendo de una manera, que consiste en ser coherente a cada instante con mis principios, mis valores y mis ideas, recordando siempre que el cómo es siempre más importante que lo que consigues, poner en primer lugar el «nosotros» antes que el «yo». Es en el cómo vives cada día donde, al menos para mí, reside la verdadera y plena felicidad que se compone de instantes como despertarte y ver sonreír a tu mujer y al mayor regalo que nos ha dado la vida que es nuestra hija, disfrutar de tus padres viéndoles bien, ver felices, confiados y que quieren seguir creciendo a tus amigos, a tus compañeros de trabajo. Ser capaz, en definitiva, de no perder nunca la sensibilidad de valorar lo pequeño, de apreciar y disfrutar de la luz como el maravilloso regalo que es, porque no durará para siempre.

Que tengáis un fin de semana increíble, un fuerte abrazo y disfruten del camino, tanto como puedan.

«No es el viento el que decide tu destino, es la orientación que le das a la vela. El viento es el mismo para todos.»

(Jim Rohn)

«Recuerda que donde está tu corazón, está también tu tesoro.»

(Helen Schuchman y William Thetford)

«La felicidad no está en la posada, sino en el camino.»

(Don Quijote de la Mancha)

Cosas vs acciones

«Cuando me pregunto qué sigue ya no tengo respuesta, entonces eso la verdad me genera bastante angustia. Creo que ese es el problema, por lo que se vuelven locos los más grandes. Llega un momento en el que haces todo lo que querés, cumplís todo lo que querés. Por eso trato de tener una vida bastante tranquila y ordinaria, porque si llega un momento en el que cualquier cosa que quieres la tenés, entonces no existe margen para la frustración, no existe motivo para ser feliz, no existe motivo para levantarte porque ya lo tenés todo. Es en ese momento cuando me viene la angustia, porque veo que se me va a ir de las manos y no quiero que sea ahora.»

(Duki)

Quiero despedir este año 2023 con esta reflexión que nos regalaba el cantante Duki el pasado 1 de diciembre, mientras se encontraba en la presentación de la gira de sus próximos conciertos. Instantes después de esas palabras, tuvo que abandonar la sala de prensa visiblemente emocionado. Y la reflexión que a mí me genera, es que quizás debiéramos sustituir una palabra por otra, reemplazando la palabra «cosa» por la palabra «acción.»

Si llevamos nuestra mirada hacia las cosas que se pueden comprar, hacia lo que se vuelve alcanzable, hacia lo tangible, en un momento u otro puedes llegar a sentir que la vida carece de sentido, que no encuentras la felicidad por más que la persigues, por más que la compras. Nunca te abandona esa sensación de que siempre te falta un poquito para llegar. Sin embargo, te propongo ahora ese cambio de palabras, introduciendo la palabra acción. ¿Qué es lo que sucede? Que una acción va ligada a un sentido, a un propósito trascendente, que va mucho más allá de ti mismo. El sentido y el propósito deben ser dignos, decentes, moralmente intachables y eso solamente se llega a conseguir cuando eres capaz de mantener tu brújula interior siempre enfocada.

Lograr mantener esa brújula interior siempre bien enfocada implica conocerse y reconocerse, crecer y ayudar a crecer, amar de verdad, emocionarse, no dejar nunca de dar las gracias, ser humilde y aprender de cada instante, de cada persona y de cada lección que te regalan. Mantener nuestra brújula interior siempre bien enfocada es, en definitiva, cultivar nuestro interior para dar lo mejor de nosotros mismos, para que cada decisión que tomemos sea desde la dignidad, desde la integridad y la decencia, recordando que el cómo vivimos, es mucho más importante que lo que conseguimos. Cuando nuestra brújula interior está bien enfocada, nos lleva hacia un norte donde las cosas dejan de ser importantes, los sitios dejan de ser relevantes y donde lo realmente esencial es cómo y con quién vives cada momento, cada instante, en esa ruta, en ese camino, que te lleva hacia un norte que no te conduce a ninguna meta final, siempre será una meta volante que te planteará la misma pregunta: ¿Y ahora qué?

Una pregunta que no está relacionada con cosas, sino más bien, contigo, con tus inquietudes, con tu crecimiento personal, con aprender cada día un poco más y mejor, para saber cómo darte a las personas que quieres y que te quieren. Es una pregunta, además, maravillosa, porque te permite recordar permanentemente que la felicidad, eso que se tiende a perseguir a veces hasta con un punto de desesperanza, no es otra cosa que estar aquí y ahora. Que la felicidad es saber apreciar la belleza de cada instante, como lo que realmente es, un momento que no se volverá a repetir. Cuando se adquiere este nivel de conciencia, uno empieza a percibir y a saber diferenciar, lo que es importante y lo que es urgente. Y llegados a este punto, lo que uno pide cada noche al acostarse es que lo importante, las personas que amas, tengan la mejor salud posible para seguir disfrutando de este maravilloso viaje que es la vida. Todo lo demás, deja de ser relevante.

Por ello, para este nuevo año 2024 que está a puntito de llegar, les deseo la mejor salud posible para seguir caminando hacia delante, una brújula interior siempre bien enfocada que les ayude a tomar las decisiones correctas a cada momento y mucho amor, para quererse bien y querer como se merece a las personas que están a tu lado. Que el amor de verdad, la actitud de campeón y la nobleza de su corazón, les lleven por un 2024 cargado de salud, paz y felicidad, un abrazo muy grande.

«Atreverse es perder el equilibrio momentáneamente. No hacerlo es perderse a uno mismo.»

(Soren Kierkegaard)

«La perfección moral lleva consigo que se viva cada día como si fuere el último, sin apresurarse ni amilanarse ni obrar con ficción.»

(Marco Aurelio)

«Sólo el árbol que ha resistido las embestidas del viento es realmente vigoroso, porque es en esa lucha cuando sus raíces, puestas a prueba, se hacen fuertes.»

(Séneca)

«Eres lo que compartes.»

(Charles Webster Leadbeater)

«Es mucho más hermoso iluminar que simplemente brillar; de la misma manera que es más hermoso transmitir a los demás lo que se ha contemplado que sólo contemplar.»

(Santo Tomás de Aquino)

Otra forma de entender la vida

El pasado nueve de noviembre se anunciaba la renovación de Diego Pablo Simeone como entrenador del Atlético de Madrid, un hecho que le llevará a cumplir si Dios quiere quince años consecutivos como entrenador del Atleti, algo histórico. Por eso, porque es tremendamente difícil ver en la actualidad un club de fútbol que apueste de esa manera tan contundente, con convencimiento y confianza por su entrenador, quería compartir contigo algunas de las reflexiones que creo nos regala este proceso convertido en proyecto.

La primera es, precisamente la idea de que todo proyecto deportivo requiere de un proceso y en consecuencia de tiempo. Tiempo para instalar y asentar una idea, para transmitirla, para que llegue a jugadores, a cuerpo técnico, directivos y afición. Para esto Diego siempre lo tuvo claro, una idea sencilla, pero práctica, potente y que permitiese enfocar a todos: ir partido a partido. Con este mensaje es mucho lo que se consigue. Se consigue al mismo tiempo que el jugador se enfoque en el momento presente y se abstraiga de todo lo demás, de todos los elementos distractores, se incremente su capacidad de atención y concentración durante cada partido, durante cada segundo, durante cada acción que realice, sin importar nada que vaya más allá de la siguiente acción, de la próxima decisión a tomar. Pero el lema del «partido a partido» empieza a ir mucho más allá, cuando lo llevamos a lo personal, al día a día nuestro, a una manera de vivir cada día. Interiorizar este lema es dar valor a lo que tenemos, a lo que somos, al momento que vivimos y a las personas con quienes estamos compartiendo ese momento. Apreciar lo que uno tiene en ese momento presente es, al mismo tiempo, cargar las pilas de manera permanente.

En segundo lugar, todo proyecto deportivo requiere de paciencia, de confianza en las decisiones que se toman, en la manera en la que se gestiona el equipo, el club. Esa confianza se traduce en saber esperar para ver cómo empiezan a llegar los resultados, evitando en todo momento que los árboles no nos dejen ver el bosque al completo. Paciencia para que entrenador y jugadores se adapten, se entiendan y conecten. Calma para que se genere, a su vez, esa conexión tan necesaria entre equipo y afición, generando en cada partido momentos únicos de emoción, de empuje, de fuerza, de ilusión por llegar al final del mismo tratando de acercarse un poquito más a la victoria, a ganar. Ganar genera confianza, ganar permite creer en lo que uno propone, pero también teniendo presentes que uno propone y Dios dispone. Que no todos los factores son controlables, pero lo que sí puedo mantener con el listón bien arriba es mi actitud, mis ganas de ir a por el siguiente balón como si fuera el último, porque luchan como hermanos. Porque no hay otra cosa, que la próxima jugada. Tranquilidad para mirar a los jugadores, al equipo y al club, no como lo que son, sino como en lo que pueden llegar a convertirse. Optimismo, compromiso y dedicación por el crecimiento diario.

Y por último, sensibilidad. Sensibilidad traducida en un liderazgo eficaz, humano, por parte de todos para saber detectar qué necesita la otra persona, para darle su tiempo, su espacio, su momento de reflexión al final de cada temporada. Los agobios, las presiones, las insistencias, no conducen a nada positivo en los proyectos en los cuales se pretende que duren toda una vida. Hace falta un ejercicio profundo de desprendimiento de ti mismo y centrarte, única y exclusivamente, en lo que necesita la otra persona para seguir caminando juntos. Para lograr que esa persona, por sí sola, se de cuenta y mantenga su voluntad intacta para seguir motivada, para seguir ilusionada, para seguir comprometida en ese proyecto, en ese día a día en la búsqueda del crecimiento permanente, de la mejor versión de sí misma y de todas las personas con quienes trabaja día a día.

En los proyectos deportivos se tiende a buscar la victoria, olvidando la manera. Es cierto que tampoco hay que ser un soñador empedernido, porque un club crece cuando el equipo gana. Pero sería estúpido no tener presente que, precisamente para ganar, hay que partir de una persona feliz. Porque todos, o al menos eso creo yo, cuando nos sentimos queridos, respetados, valorados, generamos implícitamente ese compromiso que nos lleva a crecer ayudando a crecer, valorando el club en el que estamos, compañeros de cuerpo técnico, directivos, afición, porque sentimos que estamos en el mejor lugar posible. Cuando todo eso sucede, los proyectos duran, se consiguen títulos, se disfruta del proceso y enfocándote en el próximo partido. No sé si es la mejor forma, pero sí sé que es otra forma de entender la vida. Y, justamente, en la vida, quien es consecuente y coherente en la manera de vivir la suya, probablemente está un poquito más cerca de ganar su partido, que no es otro que tratar de dar lo mejor de uno mismo cada instante de su vida.

Un fuerte abrazo, que tengáis un muy buen fin de semana.

«La evolución hay que verla en perspectiva y eso se logra con los años.»

(Diego Pablo Simeone)

«Cuando se comienza a trabajar en un equipo y el éxito que se busca está lejos, eso no debe impedir la observación del crecimiento, porque también hay una felicidad en lo cotidiano que se debe disfrutar.»

(Diego Pablo Simeone)

«Hay distintas formas de manejar grupos. Yo tengo una paciencia elevadísima porque sé que, a veces, lo único que necesita la gente es ser escuchada.»

(Diego Pablo Simeone)

«La autoridad que se puede ejercer depende de la fidelidad y la sinceridad.»

(Diego Pablo Simeone)

«Vivir en la sinceridad y la espontaneidad permite crear otro clima, aunque también se reciban golpes. Hay que hablar con la verdad y con lo que uno está sintiendo en el momento de decirla.»

(Diego Pablo Simeone)

Caminando juntos

«Cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio de estar vivo, respirar, pensar, disfrutar y amar.»

(Marco Aurelio)

Hace dos noches me emocionaba con mi mujer, mucho, recordando las primeras clases con nuestros alumnos de 1º TSEAS y 1º TSAF DUAL, en especial con una de las clases en las que hablábamos sobre las preguntas básicas. Preguntas como «¿cuál es el mayor reto conseguido? ¿qué puedo aportar? ¿cuál ha sido mi peor momento?» nos permitieron generar un espacio para la escucha desde el corazón, para compartir momentos y, al mismo tiempo, darnos cuenta de cuántos puntos en común tenemos, cuánto compartimos.

Pero hubo un instante que me emocionó mucho, al leer los objetivos individuales y colectivos que se marcan para este curso: «Ser feliz y tener un trabajo que me llene. Trabajar en algo que me dé validez y llevar una vida con la que me sienta satisfecho y equilibrado. Sacarnos el grado siendo felices. Ayudarnos para salir adelante. Ser mejor que ayer.» Cuando como profesor te pones delante de la pizarra y lees cada uno de estos objetivos, no puedes evitar emocionarte. La educación, la formación, nos permite la gran suerte de poder generar estos momentos que son la mejor palanca posible para que quieran crecer, querer avanzar y caminar hacia delante. Es una tremenda responsabilidad que se transforma en felicidad diaria cuando estás con ellos, cuando sientes la fuerza que les da sentirse escuchados de verdad y que les miras con optimismo, con ilusión, transmitiendo ganas, energía y por qué no, empezar a pensar que puedo llegar hasta donde me proponga a base creer, a base de insistir y ser constante.

Estuvimos hablando también de la importancia de seguir siendo agradecidos, de recordar que tenemos una cama donde dormir, una familia en la que sujetarnos y seguir creciendo, un plato de comida, un desayuno, un vaso de leche caliente. Según vas diciendo esto notas cómo se perciben las caras emocionadas, porque estás haciéndoles recordar por todo lo que han pasado para llegar a estar donde están sentados, en ese aula, esperando aprender tanto como sea posible. Y es en ese instante cuando te das cuenta, de que esa emoción, esa ilusión máxima que tienen, es lo que te hace a ti ir cada mañana a dar clase a la universidad como un auténtico avión. Es lo que te hace generarles preguntas, hacerles pensar, ayudarles a crecer generando el mejor contexto posible, a base de autenticidad, honestidad, coherencia y sinceridad. Un profesor nunca debe darle a un alumno lo que quiere, sino lo que necesita. Tener la capacidad para afrontar conversaciones difíciles, escuchando desde el corazón y hablando con honestidad, sin dañar a la persona.

Ayudar a crecer a un grupo de alumnos, a un equipo deportivo o a un departamento, es estar dispuestos a cambiar la velocidad, con tal de llegar juntos al objetivo común, haciendo el camino juntos. Como decía Dave Cooper, «ser vulnerables juntos es la única manera que un equipo tiene de volverse invulnerable.» Aprender, crecer, mejorar, para ser como muy bien decía uno de ellos mejor que ayer. Que tengáis una muy buena semana, un fuerte abrazo.

«Felicidad. Una palabra que la empleamos poco y que es la base de la vida. Lo más grande que le puede pasar a un ser humano es trabajar en lo que te gusta y levantarte a la hora que quieres. […] Lo más importante es ser número uno en la vida.»

(Pepe Domingo Castaño)

Echa un vistazo

¿Cuántas veces miramos el móvil por pura inercia? ¿Cuántas veces lo has cogido hoy, por ejemplo, hasta leer este post, simplemente porque no tenías «nada que hacer»? ¿Necesitamos estímulos? ¿Tan necesitados estamos de noticias? ¿O es consecuencia de que vamos sin rumbo? ¿Cuánto aguantas leyendo un libro, disfrutándolo? ¿A cuánta velocidad va tu vida? Si vas a mil por hora, igual te conviene empezar a planteártelo de otra manera.

Hace unos días me dispuse a ver uno de los partidos de la fase final de la Kings League, para descubrir ese nuevo fenómeno y saber en qué consistía exactamente. Es cierto que su preparación, montaje y desarrollo tienen una magnitud y un impacto increíbles (a la vista está que el estadio Civitas Metropolitano estaba lleno desde primera hora de la tarde y hubo, otra vez, récord de visualizaciones en todas las plataformas donde se emitió). Pero, a mí, se me planteó una sola pregunta: ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Según veía el partido, descubría el paralelismo que tenía el desarrollo del partido con las redes sociales, es decir, la facilidad de ver un reel y otro en instagram, cantidad infinita de vídeos cortos en tik tok; todo se desarrollaba con el mismo patrón: breve duración, muestra de las últimas tendencias basada en tus últimas búsquedas, estímulos de alto impacto, para así mantenerte absorto tanto tiempo como sea posible. Durante un partido de la Kings League puedes ver desde el propio partido, pasando por situaciones de 1vs1 hasta la utilización de cartas en forma de «armas secretas» que faciliten subir un gol al marcador. Estímulo tras estímulo para mantenerte conectado al partido, pero desconectado de todo lo demás, que en realidad es lo que importa.

La primera reflexión que me vino fue que esto, salvo que son varios jugadores y se juega con un balón, difiere mucho del fútbol que entendemos, en el cual se juega durante toda una temporada, con jugadores que pueden ser titulares, suplentes o quedarse en la grada por ser reservas, partidos de una duración de noventa minutos, etc. Y me planteaba la siguiente pregunta: Si en el fútbol, que mueve millones de seguidores, supone una tremenda dificultad el hecho de mantener la atención sostenida en el tiempo por parte de un alto porcentaje de espectadores, ¿qué sucede con la educación? ¿cómo estamos formando? Mi planteamiento consiste en que, creo, estamos generando un problema desde la base en el preciso instante en que, cuando el pequeño o la pequeña molesta, darle una tablet o smartphone para que se entretenga. ¿Por qué? Sencillamente porque estamos pasando de ESTAR con ellos, en su proceso de crecimiento y maduración, a convertirnos en meros espectadores a quienes solo nos faltan las palomitas. Pero esto último dista mucho de lo que es educar.

Cada vez se comprimen más las clases, los contenidos teóricos, al mismo tiempo que se añaden más y más avances tecnológicos, más TICs ,en definitiva, más accesorios, más extras, a ese proceso de maduración, de crecimiento de cada persona desde su infancia. En consecuencia, cada vez menos exigencia para mantener la atención sostenida, menos capacidad para la reflexión, para el pensamiento crítico y más expulsiones de las aulas por el uso indebido del teléfono móvil. ¿Realmente están aprendiendo o están pasando de curso? ¿Van a ser adultos competentes en su futuro puesto de trabajo o serán incapaces de generar confianza y credibilidad en su primera entrevista como candidatos a ese puesto?

Pero si nos vamos al plano personal, ¿cómo está afectando esta tendencia a volver todo proceso más breve en el tiempo? Afecta desde el momento en que, estando con la persona con la que amamos, o con nuestros padres, o con nuestros amigos, necesitamos permanentemente mirar las historias del instagram, mirar los doscientos grupos de whastapp o estar más pendiente de mostrar dónde estamos de vacaciones, o la película que estamos viendo, antes que disfrutar con esa persona. Sin darnos cuenta, estamos perdiendo de manera lenta pero progresiva, la capacidad de apreciar la belleza de cada instante, de saber captar la esencia de cada mirada, de cada caricia, de cada abrazo o cada risa. Cada vez menos humanos, menos enfocados en lo que importa y más pendiente de aparentar lo que en realidad no somos.

Las relaciones personales de hoy, ya sean familiares, de amistad o de pareja, no duran porque no se cree en el largo plazo. Se evita apostar de verdad por esa persona, porque eso exige amar sin condiciones, sin límites, exige honestidad, autenticidad, humildad, sencillez y generosidad. Es dar simplemente porque entiendes la vida de esa manera, porque no necesitas cortar esa relación por aburrimiento y mañana conocer a otra persona. Eres feliz, plenamente, con todo lo que tienes y lo sabes valorar cada día, porque has entendido que la monotonía es maravillosa y que, lejos de ser necesario estar en un permanente bucle de viajes, comidas o cenas en sitios guays (estímulos y más estímulos, de manera repetida en el tiempo), lo único que necesitas es a esa persona o a esas personas para ser feliz y felices.

Hay un concepto muy relacionado con esto en fútbol, que se denomina «amateurismo», consistente en que jamás pierdas la esencia, la pasión, el compromiso, la alegría, que tienes en ti como entrenador, sea cual sea la categoría en la que compita tu equipo, porque al final estás ahí porque te apasiona el fútbol, porque te apasiona sacar lo mejor de tus jugadores, de tu cuerpo técnico y disfrutar de cada entrenamiento como si fuera el último. La idea de que cada entrenamiento es el contexto ideal para que cada jugador muestre lo que es y atisbe lo que puede llegar a ser, en lo que puede convertirse, a base de pasión, de compromiso y esfuerzo por y para un colectivo. Es un instante de desconexión, fuera móviles, fuera tablets, solamente existen mis compañeros, mis jugadores, dos porterías y el balón. ¿No es maravilloso?

Pues esta es la reflexión con la que quiero acabar este post, invitándote a que traslades ese «amateurismo» a tu vida diaria, a tu relación con tu pareja, con tu familia, con tus amigos. Nunca pierdas la esencia de ser quien eres y a la vez quien quieres ser, que sepas captar la magia de un beso, de un abrazo, de una mirada que dispara chispas de alegría, amor y pasión, porque la vida es y será siempre la acumulación de momentos, de instantes, de segundos en los cuales en tu mano está ser capaz de captar y generar todo eso o, por el contrario, encontrarlo aburrido y centrar tu atención en tu móvil, en esa búsqueda permanente de likes para seguir creyendo que molas mucho.

Que tengas una muy buena semana y un mejor verano para desconectar, disfrutar y sonreír tanto como te mereces. Un fuerte abrazo,

«Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia, donde quiera que estén.»

(Miguel de Cervantes; «Don Quijote de la Mancha)

«La gente nunca quiere ser parte del proceso, pero quieren ser parte del resultado. El proceso es donde descubres quién merece ser parte del resultado.»

(Anónimo)

«No te permitas dar límites en los sueños que tengas en la vida: la edad, las limitaciones físicas, lo económico, nada. Solo debes pensar un poco más, solo un poco más. Seguro estarás pensando, «pero tengo que ser coherente, tampoco debo fijarme metas que son factibles.» Tienes toda la razón, pero el ser humano responde en función de las condiciones que se plantea, es decir, se hace más fuerte en la medida en que las circunstancias le exigen serlo.»

(Fabián Goleman)

Talento infinito

Recién comenzado el verano, uno como profesor, entrenador de fútbol; formador en definitiva, tiene más tiempo para pensar, para reflexionar, sobre lo acontecido en este curso o temporada y así ver hacia dónde vamos en la formación de nuestros estudiantes, de nuestros deportistas. A veces, como decía Leiva en una entrevista reciente, es necesario «volver al punto de partida para recordar por qué empezaste.» Esa debería ser la primera pregunta que, una vez terminado todo, te vuelvas a formular: ¿Por qué decidí ser profesor/a, entrenador/a, formador/a? Mi respuesta la tengo clara: el desarrollo del talento.

Cuando hablo o pienso sobre el concepto de talento, me vienen a la cabeza dos reflexiones tremendamente genuinas. La primera es de José Antonio Marina, quien define el talento «como la inteligencia bien dirigida.» Es decir, la capacidad para tomar buenas decisiones, que sean eficaces y eficientes al mismo tiempo. Generar en nuestros estudiantes, en nuestros deportistas, la capacidad de analizar, pensar, razonar y posteriormente decidir, escogiendo la solución más adecuada para ese determinado problema, en ese contexto concreto, de manera autónoma y por sí mismos.

Por otro lado, instantáneamente me viene a la memoria la reflexión de Jorge Valdano, quien en otra entrevista definió el talento como «la velocidad punta de la inteligencia»; introduciendo de manera más palpable si cabe la unidad de tiempo, es decir, ser capaz de tomar decisiones en el menor tiempo posible, con gran capacidad de anticipación al rival para de esa forma generar ventaja, ocupando espacios, habilitando compañeros, para hacer gol. Y aquí se me plantea una duda, ¿el objetivo es simplemente hacer gol? Si lo trasladamos a la educación, ¿el objetivo es simplemente aprobar o sacar buenas notas? Para mí, creo que aquí está uno de los errores cuando nos ponemos a programar, a planificar y desarrollar lo que será el curso que viene o la temporada que viene.

El talento, para mí, es todo lo mencionado anteriormente más pasión, emoción, voluntad y, todo ello, multiplicado por equipo. ¿Por qué? Es sencillo. Cada uno de nosotros, cuando está en la butaca del espectador, ¿qué nos emociona? Efectivamente; el talento en su máximo exponente. Ahora bien, para que esto se produzca en un contexto de competición, en un contexto de tantísima exposición de cara al público, ¿cuál es el trabajo previo a realizar? Generar en ese deportista, en ese alumno, el contexto en el cual crezca mientras se potencia aquello que le apasiona, aquello que le emociona. ¿Para qué? Para que encuentre un sentido en lo que hace, una utilidad, un significado especial que le lleve a esforzarse, a trabajar más y más, para así desarrollar su voluntad. Y, en consecuencia, su autonomía. Las personas, cuando encuentran el sentido y propósito de su tarea cotidiana, transforman el esfuerzo obligado en voluntad compartida. Y justo ahí, aparece el aroma de equipo.

Es en ese instante cuando cada uno comprende que necesita del otro, porque en la vida ,si existe una competición, esa debe ser única y exclusivamente consigo mismo, en lugar de contra el otro. Dice Zygmunt Bauman que «las aptitudes que más necesitamos para dar a esa esfera pública una oportunidad razonable de recuperación son las relacionadas con la interacción con otras personas: dialogar, negociar, comprenderse mutuamente y gestionar o resolver conflictos que inevitablemente surgen en todo ejemplo de vida compartida.» Como profesores, entrenadores y formadores, deberíamos enfocarnos mucho más en generar el contexto más adecuado, pasar posteriormente al cómo desarrollamos nuestra metodología con ellos, descubrir quiénes son, ayudarles, guiarles hacia su talento y así, juntos, llegar a qué queremos que aprendan. El concepto, la idea, las definiciones a aprender, siempre las van a tener a mano; por esa sencilla razón importa mucho más que, a partir de lo que les emociona, lograr que generen sus herramientas en un contexto lo más parecido posible al que luego se encuentren en su vida adulta, ya sea en su trabajo o en la competición.

Uno solamente llega a descubrir su talento, aquello que le apasiona, cuando empieza a conocerse de verdad. Pero para eso hay que dar, previamente, un pasito de valentía, un pasito de atrevimiento para reconocerse y saber quién eres, con tus virtudes y tus defectos, aceptándote tal y como eres. Solamente así comienzas a conectar, comienzas a sentirte vivo, a sentir que puedes aportar como persona. Conocerse y reconocerse es, al mismo tiempo, evitar dar ciertas cosas por hecho, porque a veces te puedes sorprender descubriendo, como decía Leiva, que «todo lo que me acompleja, quizás sea lo que más conecta.» Y uno solamente empieza a quitarse los complejos, los miedos, los temores, y pasa a descubrir lo que más le conecta con el mundo cuando percibe cariño y exigencia desde pequeño, en el deber de tratar de ser su mejor versión cada día.

Ese deber es el que debemos trasladar a nuestros estudiantes, a nuestros deportistas, a base de cariño, de respeto y al mismo tiempo exigencia con lo que uno es y consecuente con la persona en la que quiere convertirse a futuro. Esa misma persona que vemos nosotros, cuando los tenemos delante, cada día, como formadores. Formar es generar oportunidades de crecimiento, para que poco a poco se desarrolle el talento infinito que toda persona tiene dentro de ella. Por la sencilla razón consistente en que, cuando el talento toca la partitura con cariño y ternura, consciente de que ese instante es finito, la emoción que se genera en su corazón y en el de las personas que lo ven, se convierte en un momento mágico e infinito.

Que tengáis una muy buena semana y sed valientes, sigan creciendo, sigan hacia delante y mirando a la vida con ilusión, con una sonrisa y tratando a cada instante como lo que es, un momento que no volverá a repetirse. Un abrazo muy grande,

Borrando etiquetas

Hoy te invito a una reflexión conjunta, que recorre dos ciudades españolas maravillosas: Sevilla y San Sebastián. En esas dos ciudades, cada uno a su manera, hay dos entrenadores que han generado momentos históricos en sus respectivos clubes como son José Luis Mendilibar e Imanol Alguacil. El primero, con la consecución de la séptima Europa League para el Sevilla FC. Por otro lado, Imanol ha llevado hasta la cuarta plaza a la Real Sociedad S.A.D, algo que no se conseguía desde la temporada 2021-2013. Ambos empezando desde abajo, ambos borrando etiquetas y desmontando prejuicios.

Si vemos su recorrido, en los dos cabe destacar quizás un elemento sobre todos los demás, consistente en la forma en la que sus jugadores hablan de ellos. Cariño, respeto y, en algunos casos, incluso admiración, por lo que han sido capaz de generar en ellos. ¿No es eso lo más difícil? ¿No debería ser eso lo que prime cuando un club contrata a un entrenador, o si extrapolamos esta reflexión, lo que una empresa debería tener presente cuando contrata a una persona responsable de un departamento?

Un equipo de fútbol, un departamento de ventas; en definitiva un equipo de trabajo, busca conseguir sus objetivos y para eso necesita ser eficaz y eficiente. Pero, ¿cómo conseguir esto? Poniendo el foco en lo que realmente importa, que son ellos, tu equipo, en lugar de en tu persona. Detenerte a escuchar, detenerte a mirar con cariño, para saber qué necesita cada uno y al mismo tiempo, qué necesita el equipo de ellos para todos seguir creciendo. Así es como se cuidan los detalles, cuidando a las personas primero.

Cuidar a la persona es invitarle a crecer con absoluta confianza, darle el permiso de equivocarse sin dejar de supervisar que todo va bien; darle la posibilidad de generar contextos donde la opinión, el debate, el intercambio de parecer, la muestra de diferentes perspectivas, no solamente debería ser una opción, debería ser algo implícito en el devenir semanal del equipo. Cuidar a la persona, cuidar al equipo, no es darle lo que quiere, es darles lo que necesitan. Es evitar interrumpir cuando lo que requiere el momento es cariño en forma de escucha y silencio mientras le observas. Es dar y darte la posibilidad de que se equivoquen y equivocarte tú; sí, no pasa nada, muéstrate humano, porque ser perfecto no va de conseguir resultados inmaculados sino, más bien, que el proceso sea inmaculado, salvaguardando siempre la dignidad y la integridad de todo tu equipo.

Más importante que alcanzar la perfección es, sin duda, mantener en todo momento esa humildad tan necesaria para conservar una actitud de suplente, la actitud de aspirante, personalidad amateur en el sentido de que nunca te conformes con lo que sabes, sino que siempre quieras aprender más y más, de todos, impidiendo poner el chip en automático, como si lo que te fueran a decir no te pudiera sorprender o impresionar. Muchas veces no es tanto el mensaje que nos dicen, como sí nuestra predisposición a tomar lo que nos cuentan con el valor y la importancia que merece.

A veces atendemos más a la cantidad, en lugar de cuidar la calidad de lo que pensamos, hacemos y decimos. La calidad se demuestra en la espontaneidad de un abrazo, de una sonrisa, en esa capacidad para sorprender a las personas con quienes trabajamos, a la personas a quienes amamos y con quienes compartimos nuestro día a día. Los detalles no entienden de un guión preestablecido, tienen más que ver con la memoria, recordando quién necesita un chute de positividad, de cariño, de alegría, para seguir adelante, para seguir aprovechando cada segundo como si fuera el último y así grabar momentos que se queden en la retina de manera infinita.

Se tiende a poner el foco en la calidad de un proceso, pero quizás, lo importante es apostar por la calidad humana de la persona que tenemos delante, para que realmente se cumpla el proceso. No hay proceso sin personas de calidad, no hay personas de calidad si no hay bondad, amor, honestidad y humildad. Y esto es, sin duda, lo que un equipo necesita para mostrar su mejor versión en cada partido, en cada día de trabajo, en cada día de su vida.

Un fuerte abrazo, que tengáis un muy buen final de semana.

«No hay calidad sin humanidad, detrás de los productos y servicios hay personas. La calidad no puede excluir ni la autenticidad, ni la empatía. Siempre preferimos la grandeza de un detalle espontáneo a la perfección enlatada. Siempre preferiremos la calidad con alma, por eso los pluscuamperfectos no podrán secuestrar la calidad. No hay calidad sin excelencia sin buenas personas detrás.»

(Xavier Marcet)

«Siempre te pone otra copa»

«Muchos entrenadores pueden gritarte o ser simpáticos, pero lo que hace Pop es distinto-relata el entrenador auxiliar Chip Engelland-. Hay dos cosas que para él son imprescindibles: siempre te dice la verdad, sin andarse por las ramas, pero al mismo tiempo te apoya a muerte.»

Cada vez cuesta más encontrar equipos de trabajo con mayúsculas, esa clase de equipo en el que cada uno está dispuesto a hacer lo que haga falta por la persona que tiene a su lado. Y al mismo tiempo, quizás por esa sencilla razón más me apasiona profundizar sobre este tema, aprender cómo se genera, se construye y se mantiene de forma duradera en el tiempo un equipo de trabajo de verdad, un equipo que multiplica su rendimiento año tras año.

Por eso, hoy quiero compartir contigo lo que he leído y he estudiado sobre Gregg Popovich, uno de los mejores entrenadores de la NBA de todos los tiempos, sobre su comportamiento diario con los jugadores, cómo entiende que debe funcionar un equipo para alcanzar logros deportivos excepcionales.

Pensó en Tim Duncan como eje del equipo, de la franquicia, el jugador en torno al cual formar un equipo. Y para ello, se fue de viaje a Islas Vírgenes, donde vivía él, con el fin de conocer a la estrella universitaria. Pasaron cuatro días recorriendo la isla, conociendo a la familia y amigos de Duncan, a nadar en el mar y hablar de todo un poco, salvo de baloncesto. Quería conectar con esa estrella universitaria, ahondar un poco más y comprobar si era lo bastante duro, desinteresado y humilde. Con el paso de los años y el transcurso de las temporadas, ambos forjaron una suerte de relación paternofilial, una conexión de confianza absoluta y despojada de todo tipo de formalidad.

Ahora, para conocer cómo entabla la relación con el resto de jugadores, nos trasladamos a una mañana del 4 de abril de 2014, en la que se respira un ambiente tremendamente incómodo. La noche anterior, los Spurs pierden contra los Oklahoma City Thunder, desaprovechando además una pronta ventaja de 20 a 9, para luego abandonarse a una serie de canastas fallidas y pérdidas de balón. ¿Y cómo entra Gregg Popovich a ese entrenamiento? Con una bandeja de cartón con fruta, un tenedor de plástico y una sonrisa cruzada de lado en la cara. Deja su bandeja y empieza a dar vueltas por el gimnasio, mientras charla con todos y cada uno de sus jugadores. Un toque de codo por aquí, un toque de hombro por allí, les habla en distintos idiomas, se ríe, le brillan los ojos, cómplices, atentos. Como diría R.C. Bunford, director general de los Spurs: «Así es como entiende Pop las relaciones. Siempre te pone otra copa.»

Unos minutos antes, los Spurs se habían reunido en la sala de vídeos para repasar el partido. Se esperaba un visionado de errores, fallos tácticos pero, contra todo pronóstico, lo que salió en la imagen cuando Popovich pulsó el botón fue un documental de la CNN sobre el quincuagésimo aniversario de la Ley del Derecho al Voto. Cuando terminó, Popovich empezó a hacerles preguntas. Siempre hace el mismo tipo de preguntas, personales, directas, centradas en lo fundamental. ¿Y todo esto para qué? Para transmitir la idea de que hay cosas más importantes que el baloncesto, con las que todos estamos conectados. Aprovecha estos momentos para conectar a todo el equipo, para hacerles sentir unidos e integrados.

Otro aspecto importante, es cómo los Spurs organizan el plan de comidas y cenas de equipo. Por un lado, están las cenas de equipo, reuniones habituales del equipo al completo. Después vienen las cenas de grupos más pequeños, encuentros de unos pocos jugadores. Y por último, todas las noches que pasan fuera antes de un partido, están las cenas turísticas. Las organiza Popovich, elige él los restaurantes, a veces incluso dos por noche, para explorar.Y no se trata de organizar cenas que se olvidan al día siguiente; sino momentos que quedan reflejados de forma imborrable en un libro forrado en cuero con los menús y las etiquetas de los vinos que se consumieron en cada local, que se entrega a cada entrenador asistente y a cada jugador. Conectar, conectar y volver a conectar.

De tal forma que, si atendemos a los detalles anteriores, se pueden desgranar los tres puntos gracias a los cuales el método de comunicación de Popovich es tan eficaz:

  1. Establece una conexión personal y cercana, que se traduce en el siguiente mensaje: <<Me importas>>.
  2. Evalúa el rendimiento, dejando bien claro que aquí las expectativas son muy altas.
  3. Genera una perspectiva del entorno, que se traduce en <<La vida es más importante que el baloncesto.>>

De esta forma, Gregg Popovich fija un primer plano creando una conexión individualizada, después abre un plano medio con el que muestra a sus jugadores la realidad de su rendimiento y por último, un plano general para que vean el contexto en el cual acontecen sus interacciones. Todo ello, combinado con absoluta maestría, da lugar a un flujo constante de evaluación mágica en la cual cada momento, cada instante, cuenta a la hora de conformar un patrón relacional.

Por último, quería compartir contigo el momento de mayor cohesión que se produjo en los Spurs. Sucedió el 18 de junio de 2013, en Miami. Los Spurs estaban a punto de ganar su quinto campeonato de la NBA y estaban tan confiados que tenían reservada toda una sala en el restaurante Il Gabbiano. El transcurso del partido parecía dar por hecho ese campeonato, tanto que se puso champán frío en cubos de hielo. Y entonces se produjo el desastre. Miami obtuvo el empate, fueron a la prórroga y ahí el desenlace fue de victoria para Miami.

Tanto los jugadores como entrenadores asistentes dieron por hecho que irían al hotel, pero Popovich tenía otros planes, gritando: ¡Familia! Quiero veros desfilando a todos hacia el restaurante. Pop se fue antes para el restaurante, mandó mover las mesas porque quería que todo el equipo se sentara en el centro, con los entrenadores cerca, rodeados por un círculo externo con las familias. Pidió los entrantes y platos preferidos de los jugadores, eligió el vino y se sentó. Quienes estaban allí con él preparando todo, dicen que nunca le habían visto en ese instante tan triste. Pero, acto seguido, tomó un trago de vino, respiró hondo y se centró en lo que el equipo necesitaba. Saludó a todos los jugadores, repartió abrazos, sonrisas, chistes, conectando con todos los jugadores. Les dedicó tiempo para darles las gracias y reconocer su trabajo. En definitiva, todos empezaron a salir de su silencio, para volver a conectar.

Se tiende a tener la idea equivocada de que un líder, un jefe, un gestor de grupo, está para amplios discursos, para aparecer en primera línea y acaparar los elogios. Por eso, hoy quería compartir contigo el que para mí es uno de los mejores ejemplos que se pueden poner, cuando se habla de cuidar de un equipo, generando un contexto en el cual tu equipo se siente seguro, tienen un futuro en común y todos están conectados. El hecho de que las conversaciones fluyan, de que cada persona dentro del equipo se sienta en la libertad de expresar, opinar y más importante aún, sumar, va mucho más allá de correos interminables o reuniones formales que no conducen a ningún sitio. La confianza para dar pie a esa conversación se genera porque se comparten momentos, en contextos diferentes, que permiten a cada uno sentirse escuchado y apoyado. Y esto, creo, es lo que cualquier persona querría sentir cada día en el equipo del cual forma parte.

Que tengas un muy buen inicio de semana, un fuerte abrazo.

«El envoltorio puede ser importante, el contenido debe serlo.»

(Paco de Lucía)

«Elige una ruta que en el fondo de tu alma no te avergüence.»

(Hiromu Arakawa)

Contextos burbuja

«El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad.»

(Johann Wolfgang von Goethe)

Cada vez se escucha hablar más de cómo desarrollar el talento, los dones, pero casi al mismo tiempo se comprueba cómo cae en el olvido un componente tan esencial de la persona como es el carácter. Decía Toni Nadal que «la frustración viene de una falta de ánimo de la gente, de una sobre valoración personal, de creerte que por ser quien eres tienes derecho a todo y todo te tiene que salir bien a la primera, además de una búsqueda exagerada de la inmediatez«; y creo que no puede tener más razón. Teniendo presente esto, ¿cómo se hace para evitar caer en este comportamiento que vemos tan a menudo? Evitando los contextos burbuja.

Como educadores, como formadores o entrenadores, una de nuestras mayores capacidades es la de diseñar el contexto más adecuado para que las personas a quienes formamos crezcan de manera plena. Por tanto, al mismo tiempo tenemos la responsabilidad de cuidar cada detalle en el diseño y construcción de ese escenario, desarrollando una forma de entender la enseñanza y la vida que evite el halago fácil, el feedback superficial y la complacencia. Necesitamos recuperar la esencia de la persona, desarrollar su capacidad de adaptación, evitar la queja (más conocido en la actualidad como estoicismo), generar oportunidades en lugar de esperarlas y aceptar que hay personas mejores que yo, más guapas que yo, pero que no pasa nada, porque la vara de medir la pongo conmigo mismo, no para compararme con el resto.

Decía Ginaluca Vialli, hablando de lo que trataba de enseñar a sus hijas, que «intento enseñarles que, en la vida, no pasa nada por ser vulnerable, por llorar o por estar triste. Hay que aceptar esas emociones naturales a lo que te pasa. Asimilarlas y tener presente que pasarán. Si nunca estás triste, ¿cómo sabes lo bueno que es estar feliz?» Y esto me lleva a la siguiente cuestión, relacionada con la educación que damos hoy en día: ¿qué se necesita para ser feliz? Hay un recuerdo que siempre me viene a la mente, cuando unas Navidades en la mañana de los Reyes Magos y tras abrir los regalos en casa de mis abuelos, nos olvidamos de todos los juguetes y me bajé con mi primo a jugar al fútbol con un balón tan desgastado que la cámara parecía estar a punto de salirse. A mí, en ese momento, me pudo más las ganas de disfrutar con mi primo y jugar con él (seguramente, al verlo, los Reyes Magos de Oriente se llevaron las manos a la cabeza). Quizás esta manera de entender la vida vaya en el sentido contrario de lo que hay actualmente, plagado de contenido en redes sociales, con una búsqueda permanente de lo material y la necesidad imperiosa de mostrarlo al mundo. Pero es esta tendencia lo que convierte en necesario y urgente recuperar ese otro concepto de felicidad e intentar enseñarlo cada día, compartirlo con ellos, porque esa formación no viene en ningún libro.

Es verdad que hay veces que parece que nuestros alumnos, o nuestros jugadores de nuestros equipos, nos ponen a prueba, por estar insoportables o inaguantables no logran comprenderlo cuando les transmitimos ese mensaje. Pero cuando esto sucede conviene tener en mente dos reflexiones, que ayudan a entender para qué estamos los profesores y/o formadores: entender que enseñar es un acto amor, en el cual entiendo la singularidad del ser de cada alumno y lo veo como la persona que está llamada a ser; y por otro lado, recordar con humildad que todos tuvimos esa edad y nos gustó que con nosotros tuvieran paciencia, calma, para guiarnos por el camino correcto y empleando las formas adecuadas. Hace tiempo que la información está alcance de un click, para estudiar o leer todo lo que desees. Por esa misma razón, nuestro valor diferencial está en cómo hacemos llegar y qué finalidad le damos a la información que nosotros sabemos, tanto la que está en los apuntes como nuestras experiencias de vida, a los alumnos, deportistas, que tenemos delante. Decirles lo que necesitan escuchar, no lo que quieren. Exigirles indicándoles la finalidad, al mismo tiempo que elevamos nuestra autoexigencia al mismo nivel.

La enseñanza, la formación, va mucho más allá de un mero número. Tiene más que ver con entender que todo consiste en la búsqueda de un propósito, que te lleve a ser tan feliz como se pueda cada día, encontrar un sentido que te lleva a querer mejorar, a querer crecer para sacar lo mejor de ti y darlo a las personas que tienes al lado. Un camino que requiere de paciencia en lugar de inmediatez, en el que se busca la felicidad y no el placer, que se disfruta más y mejor cuando lo haces en equipo, escuchando más que hablando, exigiendo y exigiéndote, siendo consistente ante la dificultad en lugar de instalarte en la queja y el lloriqueo permanente, dejando que la persona brille sin tocar su sombra. Esa es la clave, al menos para mí, para evitar los contextos burbuja.

Un fuerte abrazo y que tengan una muy buena semana.

«Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de los dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu musica. La vida es lo que tú tocas.»

(Pedro Salinas)

Coraje

«No se trata de liberarse de las mariposas, sino de hacerlas volar en formación.»

(Jack Donohue)

¿Cuántas veces hemos sentido esas mariposas, fruto de nervios, de emoción, por dar el paso? ¿Y en cuántas de esas ocasiones, esa tensión o esa emoción se ha traducido en miedo que paraliza y termina por impedir que actuemos? Con el paso del tiempo, de las vivencias, los momentos, uno se va dando más cuenta de lo importante que es saber canalizar todo ello para seguir creciendo. Porque de eso va la vida, de crecer, de brillar al mismo tiempo que no paras de sumar y ayudar a brillar a quienes están a tu lado.

Probablemente te estés preguntando cómo se hace eso, cómo dar ese paso. Pues bien, para mí todo reside en tres aspectos: consciencia, dignidad y enfoque. Decía Ramón Bayes en una de sus ponencias una frase, que ya se la había leído a mi querido Jon Pascua Ibarrola en más de una ocasión, que quiero compartir contigo: «La persona es el viaje y cada viaje es distinto. Lo importante no es llegar a Ítaca, lo importante es el viaje. Que sea un viaje consciente.» Es esa consciencia lo que nos permite captar la esencia de cada momento, teniendo muy presente que jamás se va a volver a repetir y por tanto requiere de toda nuestra atención. Porque como bien dice el propio Ramón Bayes, «hay que estar atento, porque hay momentos que son momentos extraordinarios y no te das cuenta.» Porque lo importante es la persona, tanto tú como la/s persona/s con quien compartes ese momento, todo lo demás es completamente secundario. Captar esa esencia es eliminar lo accesorio, lo opcional, para llegar a sentir la sencillez del momento, porque como bien me recuerda siempre mi amigo, «la vida es tan sencilla como disfrutarla.»

Una vez que tomamos consciencia de quiénes somos, pasamos al cómo vivimos, cómo decidimos, en definitiva, cómo nos comportamos en nuestro día a día. Y para ello siempre he tenido presente vivir con dignidad, impidiendo de esa manera que se me olvide que lo más importante en esta tarea del vivir es el cómo, tus formas, tus gestos, las palabras que utilizas, cuánto escuchas, cuánto hablas y qué dices cuando hablas te lleva a adoptar una postura de humildad, o por el contrario una postura de ego, chulería y creer que no puedes aprender de nada ni de nadie. Probablemente aprender sea de las cosas que más me encanten en esta vida, aprender de mi mujer, de mis padres, de mis amigos, de todas las personas con quienes comparto momentos. Aprender para así poder dar, para de esa forma poder compartir y seguir ayudando a crecer. Bertrand Rusell planteaba una cuestión que, creo, toda persona debería formularse: «¿Para qué estamos en el mundo?». Su respuesta esa, sencillamente, maravillosa: «Para ampliar el conocimiento y para ampliar el amor.» La vida no tiene sentido ni finalidad, si no es para compartir y dar lo que uno es y lo que uno tiene. La vida en equipo, cuando se vive de verdad, se traduce en que la suma de momentos sencillos da como resultado un final de semana con sensación de estar pleno. Porque sumas y esa suma hace que las personas que quieres sonrían, crean en sus posibilidades, sean valientes y vayan para arriba, en busca de respuestas a sus preguntas, manteniendo su inquietud intacta.

Y por último, el enfoque, que no es otra cuestión que tener siempre presente hacia dónde llevamos nuestra atención. Qué es importante y qué no lo es tanto. Atender a los pequeños detalles porque, como muy bien dice Swami Sivananda, «una montaña está hecha de pequeños granos de arena. El océano está formado por minúsculas gotas de agua. Del mismo modo, la vida es una sucesión interminable de pequeños detalles, acciones, conversaciones y pensamientos. Y las consecuencias de todo ello, sean buenas o malas, son trascendentales.» Es el enfoque lo que nos permite, al mismo tiempo, dirigir de forma correcta nuestras acciones, nuestros comportamientos, mirando por la persona que tenemos al lado, anteponiendo siempre el «nosotros» al «yo» individual. Porque la vida, cuando se vive y se comparte en equipo, se traduce en momentos sencillos pero inolvidables y eso es lo que nos vamos a llevar, al mismo tiempo que será lo que dejemos en los corazones de las personas con quienes vivamos.

De eso se trata, de tener el coraje cada día para ser auténtico, verdadero, con la firme intención de sembrar, de dejar huella, dejar un legado en forma de comportamientos, manera de entender la vida y anécdotas que sirvan de ayuda, motivación y guía para quienes están por venir. Dejar, en definitiva, una sociedad y un mundo mejor del que hoy tenemos, porque hay mucha tarea por hacer. La mejor obra siempre será la que esté por hacer. Que tengáis un muy buen fin de semana, os deseo una muy Feliz Navidad, disfruten de cada instante, regalen abrazos y besos cargados de amor y sigan creciendo tanto como sea posible. Un fuerte abrazo.

«La misma agua hirviendo que endurece un huevo ablanda una patata. Se trata de qué estás hecho, no de las circunstancias.»

(Anónimo)

«La felicidad no es el camino pero está en el camino. La felicidad es, más bien, la actitud con la que recorremos ese camino. Y nuestras ilusiones son, en parte, las que nos motivan a tener una buena actitud. Sin una buena actitud y sin ilusiones, no hay camino.»

(Jon Pascua Ibarrola)

«La esperanza es ser capaz de ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad.»

(Arzobispo Desmond Tutu)