«Cuando tenía 15 años me fichó el Verona. Me metieron en un antiguo monasterio. Éramos seis jugadores juveniles en una habitación diminuta con tres literas. Los primeros tres meses fueron geniales, pero luego se puso pesado, porque no tenía ni idea de cuándo podría volver a casa. Y vivía con 20 euros semanales que me daba mi agente, el mismo que me había invitado al campamento. Siempre lo gastaría en las mismas cosas: 5 euros para llamar a mi familia en Brasil, algunos más para shampoo, desodorante y dentrífico. Los fines de semana los pasaba en un cibercafé para charlar con amigos y familiares por MSN. A veces, cuando realmente quería un capricho, iba a la plaza principal de Verona y compraba un batido en McDonald’s. Cuesta un euro. ¿Papas fritas, hamburguesa? ¡Olvídalo, hombre! La Cajita Feliz era para los niños ricos. Luego me sentaba en una escalera en la esquina de la plaza y simplemene…miraba. Veía a la gente ir y venir. Observaba los pájaros y los turistas y dejaba vagar mis pensamientos. Así pasaba mis sábados por la tarde […]
Las semanas posteriores a la Eurocopa fueron mágicas. Pasé un tiempo en Verona, donde no había estado durante mucho tiempo y visité el monasterio. Desafortunadamente, todos estaban de vacaciones, pero fue muy emocionante ver mi casa de catorce años antes. Luego fui a la plaza principal, entré al McDonald’s y compré un batido. Me senté en las escaleras de la esquina, donde había pasado tantas tardes cuando era adolescente y simplemente…miré. Luego cerré los ojos y retrocedí en el tiempo. Y era como si pudiera ver a mi yo de quince años sentado a mi lado. Nadie le prestó atención. Nadie sabía de su nostalgia ni de las conversaciones que mantenía con sus padres. No era más que un niño tímido y flaco bebiendo un batido de un euro. Pero yo sabía de todas las dificultades que había soportado. Así que me incliné y susurré lo mismo que le diría a todos los niños que persiguen un sueño.
Le dije: «No te rindas, hombre.
Pase lo que pase, no te rindas.»
(Jorginho, jugador del Chelsea FC)
Cuando somos pequeños todos soñamos de una manera asombrosa, con increíble vitalidad, ilusión y energía. Nos imaginamos nuestras profesiones del futuro, lo que haremos o no, la ciudad en la que viviremos o con quién nos gustaría pasar el resto de nuestras vidas. Pero sin embargo, de forma igualmente sorprendente uno descubre que conforme la edad avanza la persona tiende a perder esa energía, esa ilusión y esa vitalidad por continuar soñando e imaginando futuras metas personales, profesionales, que le impulsen a ir hacia delante. Y eso es un gran error que nunca deberíamos permitirnos, parar de soñar.
Soñar es una invitación continua a no parar de caminar, a seguir descubriendo caminos que nos llevan la mayor parte de las veces a salir de nuestra zona de confort, evita que perdamos esa tensión competitiva tan necesaria en el crecimiento personal porque nos mantiene atentos, mirando con los ojos vivos de un niño que jamás perdió la ilusión por perseguir su pequeño sueño. Ya lo decía Jarabe de Palo en una de sus canciones magistrales: «Sueño con los ojos abiertos, puede que pienses que estoy loco porque me creo lo que sueño.» Esa es la clave, creerse lo que uno sueña y ponerse a funcionar para ello, sin parar de avanzar cada día.
Soñar nos permite mantenernos enfocados en nuestros objetivos, sean personales, familiares o laborales, porque ese enfoque hace que toda nuestra manera de entender la vida cobre sentido. Esto permite mantener ese sueño más o menos vivo cada día, a cada momento y en consecuencia podremos mantener esa perseverancia tan necesaria para avanzar, para no rendirse y siempre seguir con una sonrisa, con un brillo en los ojos, porque lo que soñamos ya lo sentimos en nuestro corazón.
Sentirlo para ser capaz de verlo y visualizarlo, imaginar los pros y los contras de cada sueño que perseguimos, de cada meta volante a la que estamos dispuestos a llegar nos permite soñar despiertos con los pies en la tierra, siendo conscientes y tratando de ser coherentes a cada momento. Soñar porque lo que anhelamos es realización personal, felicidad nuestra y de nuestra familia, de las personas que más quieres y que más te quieren. Soñar para crecer siempre desde la persona hacia el profesional, porque eso implica que nuestra sensibilidad, nuestra percepción, nuestro optimismo, nuestra ilusión, nuestra motivación mejora y en consecuencia hacemos mejor la vida de aquellas personas a quienes queremos con todo nuestro corazón. Soñar, en definitiva, para invitar a soñar, a recuperar esas ganas por superarse, por crecer y ver la vida siempre como una oportunidad de crecimiento diario.
Ese crecimiento diario conlleva sacrificios, esfuerzo, altísimo grado de implicación y dedicación, por eso quizás la clave sea no solo disfrutar del momento en el que conseguimos que los sueños se materialicen en realidad sino, más bien, ser capaces de soñar despiertos disfrutando de cada instante que vivimos, sin perder un ápice de sensibilidad y percepción, sintiéndonos vivos y plenos por el esfuerzo que realizamos nosotros y las personas que nos quieren. Como diría la triatleta paralímpica Susana Rodríguez, «Para mí, el secreto es tener claro en qué situación real me encuentro y sacar el máximo partido de ella. Esto es aplicable a todas las facetas, tanto a la profesional como a la personal».
E incluso a veces, cuando el sueño por razones o factores que no podamos controlar, resulte que no somos capaces de convertirlo del todo en realidad, siempre habrá valido la pena el hecho de intentarlo. Porque te diste la oportunidad de creer en ti, de confiar en tu valentía, en tu atrevimiento, en tu optimismo y haberte esforzado hasta llegar exhausto a la meta teniendo presente que habrás crecido en comparación a la versión tuya que inició ese camino. Porque habremos aprovechado cada instante, cada momento de nuestra vida y esa es una tarea que siempre debería quedar cumplida cuando nos metamos en la cama cada noche, dispuestos a soñar para seguir avanzando a la mañana siguiente.
Que tengan una muy buena semana, disfruten con lo que sueñan y atrévanse a avanzar a hacia ello. Un fuerte abrazo.