El fracaso nos pone a prueba

‘’-Julián. Sé que tienes buenas intenciones. Pero el autodominio es un ideal bastante elevado para un hombre obeso como yo que ha pasado más tiempo desarrollando una clientela que desarrollando su propia persona. ¿Qué pasa si fracaso?
-El fracaso es no tener el coraje de intentarlo, ni más ni menos. Lo único que se interpone entre la gente y sus sueños es el miedo al fracaso. Sin embargo, el fracaso es esencial para triunfar. El fracaso nos pone a prueba y nos permite crecer. Nos guía, además, por el camino del esclarecimiento. Los maestros de Oriente dicen que cada flecha que da en la diana es el resultado de cien flechas erradas. Sacar partido de la pérdida es una ley fundamental de la naturaleza. No temas al fracaso. El fracaso es tu amigo.
-¿Convertirse al fracaso?-pregunté, incrédulo.
-El universo favorece a los valientes. Cuando decidas elevar tu vida a su más alto nivel, la fuerza de tu alma te guiará. El yogui Raman creía que el destino de cada uno está escrito desde el momento de nacer. Es un camino que conduce siempre a un lugar mágico lleno de valiosos tesoros. Cada individuo debe desarrollar el coraje necesario para avanzar por ese camino. Él me contó una historia aleccionadora.
>>Una vez, en la antigua India, había un gigante malo que poseía un magnífico castillo con vistas al mar. Como el gigante había estado fuera muchos años guerreando, los niños del pueblo cercano solían ir a jugar al hermoso jardín del gigante. Un día, el gigante regresó y echó de su jardín a todos los niños. ‘’¡No quiero veros más por aquí!’’, bufó mientras cerraba con estruendo la gran puerta de roble. Luego levantó un enorme muro de mármol en torno al jardín para que no entraran los niños.
Llegó el invierno, con el frío que es habitual en las zonas septentrionales del subcontinente indio, y el gigante ansiaba que volviera el calor. La primavera iluminó el pueblo que había a los pies del castillo, pero las frías garras del invierno no abandonaron su jardín. Un día, el gigante percibió por fin las fragancias primaverales y notó que el sol entraba radiante por sus ventanas. ‘’¡Por fin la primavera!’’, exclamó, corriendo al jardín. Pero no estaba preparado para lo que vio. Los niños del pueblo habían conseguido saltar y escalar la pared del castillo, y estaban jugando en el jardín. Era debido a su presencia que el jardín se había transformado en un lugar exuberante poblado de rosas, margaritas y orquídeas. Todos los niños rieron de júbilo, excepto uno, que era mucho más bajo que los demás. Lloraba con desconsuelo pues no tenía fuerza suficiente para saltar el muro y jugar en el jardín.
El gigante sintió lástima y, por primera vez en su vida, se arrepintió de su maldad. ‘’Ayudaré a ese niño’’, dijo, corriendo hacia él. Cuando los otros lo vieron venir, huyeron del jardín temiendo por sus vidas. Pero el más pequeño se mantuvo firme. ‘’Yo mataré al gigante. Defenderé nuestro lugar de recreo’’, dijo. Cuando el gigante se acercó al niño, abrió sus brazos y le dijo: ‘’He venido a ayudarte a saltar el muro para que juegues en el jardín. A partir de ahora será tuyo.’’ El niño, convertido en héroe, se sintió muy feliz y regaló al gigante el collar de oro que siempre llevaba al cuello. ‘’Ese es mi amuleto de la suerte. Quiero que lo lleves tú’’, dijo.
Desde aquél día, los niños jugaron con el gigante en el jardín del castillo. Pero aquel valiente muchacho, que era el preferido del ogro, ya no volvió. Con el tiempo, el gigante enfermó y se debilitó. Los niños seguían jugando en el jardín pero él ya no tenía fuerzas para estar con ellos. En aquellos días, el gigante no pensaba en nadie más que en aquel muchacho. Un día de invierno especialmente crudo, el gigante miró por su ventana y vio algo milagroso: aunque la mayor parte del jardín estaba cubierta de nieve, en mitad del mismo había un estupendo rosal rebosante de flores espectaculares. Junto a las rosas estaba el niño en quien el gigante había pensado tanto. El muchacho sonreía dulcemente. El gigante corrió a abrazar al muchacho ‘’¿Dónde has estado todos estos años, mi joven amigo? Te he echado muchísimo de menos. ‘’ El muchacho dio una respuesta meditada: ‘’Hace mucho tiempo me ayudaste a entrar en el jardín mágico. Ahora he venido para que entres tú en el mío.’’ Más tarde, cuando los otros niños fueron a ver al gigante, lo hallaron inerme en el suelo. Estaba cubierto de pies a cabeza por millares de bellas rosas.
>> Sé valiente, John, como aquel muchacho. Mantente firme y no pierdas de vista tus sueños. Ellos te conducirán a tu destino. Síguelo, y él te conducirá a las maravillas del universo. Y no pierdas de vista esas maravillas, pues ellas te conducirán a un jardín muy especial lleno de rosas.
Cuando miré a Julián para decirle que su historia me había conmovido profundamente, vi algo que me sobresaltó: aquel acerado gladiador de los tribunales que había pasado gran parte de su vida defendiendo a los ricos y los famosos se había echado a llorar.’’

El autodominio es una de las virtudes más difíciles de conseguir, y donde se pone a prueba tu paciencia, tu calma, tu perseverancia, sin importar cuánta tensión haya en el momento que estés viviendo, cuánto te estén poniendo a prueba para perder tu control. Como bien decía un buen amigo, la profesionalidad se ve en las situaciones de mucha presión, injustas, y donde hay que sacar el autocontrol; porque reaccionar mal es lo fácil.

Esto a nivel personal, pero si además lo trasladamos a un nivel colectivo, a un grupo de trabajadores o jugadores, como líder, gestor de grupos, no podemos permitirnos caer en la pérdida de control, porque somos ejemplo para ellos, y porque la transmisión de control, confianza, tranquilidad, ayuda muchísimo a nuestros jugadores, más de lo que pensamos o imaginamos. No adelantamos nada con voces, con malos gestos, con irritación, con castigar verbalmente los fallos de nuestros jugadores, más bien estamos minando la confianza de ellos.

Confianza, quizás de los aspectos más importantes. Hablando con un jugador ayer le pregunté qué era lo más importante, a su parecer, que debía tener un entrenador; la contestación no pudo ser mas rotunda: »Confianza, que confíe en mí, que si por ejemplo fallo un pase o un disparo a portería, me anime a persistir, a seguir intentándolo, a no bajar los brazos, que me anime.»

Todos, o por lo menos yo me incluyo y afortunado el que no se encuentre así, alguna vez hemos necesitado de esa confianza, por dudas nuestras, por nervios, por temor a no conseguir una meta, un objetivo, o un sueño. Si dudamos, si mostramos debilidad, ante temores que probablemente sean hasta imaginaciones nuestras por pensar demasiado, estamos quitándonos tiempo de pensar realmente en qué, cómo, y cuándo debo dar cada pasito para acercarme un poquito no a un objetivo concreto, sino a la herramienta, a ese aspecto que me hará mejor persona, mejor profesional, y en consecuencia, estaré quizás más cerca del objetivo.

Un objetivo que no sabemos si vamos a conseguir, pero lo que sí sabemos es que estamos recorriendo el camino de la manera en que queremos, sintiéndonos satisfechos con nosotros mismos, y ayudando a otras personas a que también se sientan reconfortadas, y la confianza, el autocontrol, en las situaciones con un alto grado de estrés ayudan a que esto se produzca. Ante la adversidad, calma, pausa, perseverancia, teniendo claro que por grande que sea el problema, nunca una noche superó a un amanecer, y recordando que hay tres reglas simples en la vida: 1 Si no persigues aquello que quieres nunca lo conseguirás. 2 Si no preguntas la respuesta siempre será NO. 3 Si no das un paso adelante siempre estarás en el mismo lugar.

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I Will

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