El compromiso de dar

«Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido.» (Eduardo Galeano)

Hace unos días mantenía una conversación con uno de los mejores amigos que uno puede tener, de esas conversaciones que aportan, que suman, y en las cuales se intercambian las preguntas, las reflexiones, con el ánimo de crecer, de sumarse el uno al otro. Charlamos sobre la importancia del compromiso, de cómo establecer este componente tan importante (y tan despreciado en la sociedad) en su equipo de voleibol, y mientras transcurría la conversación en mi mente aparecía esta pregunta que da pie al post de hoy: ¿Y qué hay de nuestro compromiso en nuestra vida, en nuestro día a día?¿Con nuestras amistades?¿Con nuestra pareja?¿Con la familia?¿Cuánto damos, y de qué manera? ¿Sin nada a cambio, o esperando recibir?

De lo que uno se da cuenta con el paso del tiempo es que el compromiso es un componente esencial en nuestras relaciones, pero al mismo tiempo uno va percibiendo que nadie se compromete si no confía (preciosa frase de mi amigo Álvaro Merino), entonces, ¿por qué nos cuesta confiar?¿qué sucede para que sea tan difícil encontrar una relación de confianza? En mi opinión, porque no sabemos contemplar el verdadero valor de las relaciones personales; como bien dice Eduardo Galeano arriba: nos quedamos en el envase.

Hace un tiempo, viendo la serie Peaky Blinders, hubo un intercambio de frases entre Tomas y Joe Shelby que me llamaron sorprendentemente la atención: » -.¿Recuerdas cuando éramos niños, y nos cubríamos las espaldas el uno al otro? -. Sí, pero ya no somos niños Joe. -. Cierto, pero nos seguimos teniendo el uno al otro. » ¿Cuántos de nosotros, pasado un tiempo prudencial, podríamos decir eso? Difícil, bastante complicado. Y sin embargo no logramos comprender que la vida se vive de otra manera, se percibe totalmente diferente, cuando día tras día sacas lo mejor de ti con las personas con quienes compartes tu vida. El compromiso de ser y estar sin esperar nada a cambio, sin hacer nada por obligación, simplemente por sumar, por hacer un poquito mejor la vida de otra persona.

Pero para alcanzar ese compromiso contigo primero, y en consecuencia con los demás, uno debe aprender a disfrutar de la sencillez de cada momento, a saber perdonar cuando procede, tener la suficiente humildad para reconocer los errores cometidos, ser claro, transparente, sin mentiras, mostrándote tal y como eres, respetar a la persona que tienes delante evitando que sea como tú querrías que fuera; a todos estos detalles hay que sumar el componente más importante, vital, y esencial: amor auténtico.

Y digo auténtico porque amar no es hacer ver a la otra persona que solamente tú la quieres, que solamente tú le vas a poder regalar esa felicidad que tú consideras verdadera. No. Amar es comprender la singularidad del ser, entender su realidad, aceptándola tal y como es, cuidando mucho el lenguaje que utilizamos en nuestras conversaciones, cómo hablamos y más importante aún cómo escuchamos. Todo ello es lo que genera, como muy bien diría Don Alfonso López Quintás, el verdadero encuentro en el que se produce una experiencia auténticamente reversible.

Por otro lado, es imprescindible que alcancemos esa sensibilidad que nos haga emocionarnos de manera verdadera y auténtica por ver a una persona a quien queremos tantísimo con buena y recuperada salud; que nos emocionemos por poder dar un abrazo  a un amigo que ves durante cuatro minutos en un encuentro fortuito, pero que se tiene que marchar porque debe seguir trabajando. Sentir el nudo en la garganta simplemente por estar cenando con tu pareja, tus amigos, y ves sus sonrisas, ves sus ojos brillando por disfrutar de ese momento tan agradable. Y notar una emoción preciosa por poder dar un beso a tu padre y a tu madre cada noche cuando te vas a dormir. También ahí debemos adquirir el compromiso con nosotros mismos, para saber apreciar esa belleza tan bonita, tan sencilla, pero a la vez tan potente.

¿Por qué es tan importante sentir todo lo anterior en el corazón? Porque es esa emoción lo que nos lanza a escribir a las personas que queremos, preguntarles cómo están, cómo se encuentran, querer verlas cada semana, querer compartir con ellas momentos sencillos, pero extraordinariamente bonitos. Es esa emoción la que nos impulsa a sacar lo mejor de nosotros, no para quedárnoslo para nuestro beneficio, sino para que ellos tengan un motivo más para querer brillar con más fuerza, con más luz, una luz que a su vez produzca el despertar en la persona que la vea en su día a día.

Por todo ello, comprometernos a dar lo mejor que tenemos en nuestro corazón es el mejor propósito que nos podemos marcar cada día, cada mañana, cuando nos levantamos de la cama; porque no aprendemos por lo que nos dicen, sino según como vivimos, en base a lo que nos emociona, a lo que nos llega, nos trasciende, y nos hace sentir en lo más profundo de nosotros que hay un elemento que nos une, y que es inigualable: el amor.

Que tengan una muy buena semana, un fuerte a,brazo, y amen, lo mejor que puedan.

«…Me he puesto a escribir casi en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio (…). Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Les pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que -únicamente- los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.» (Miguel de Unamuno)
«Si no adviertes que los demás son uno contigo, no podrás amarlos. Tu amor por los demás es el resultado del autoconocimiento, no su causa. Cuando sabes, más allá de toda duda, que la misma vida fluye a través de todos, […] los amarás a todos de forma natural.» (Nisargadatta Maharaj)
«Solo cuando hayas encontrado tu verdad más profunda podrás convertirte en un modelo para los demás e inspirar confianza en vez de cinismo.» (Fred Kofman)

Eddie Jaku

 

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