«-Amigos, quiero saber cuáles de vosotros queréis venir conmigo. Dios os lo pagará a los que vengáis, pero igualmente satisfecho quedaré con los que aquí permanezcáis.
Habló entonces Álvar Yáñez, su primo hermano:
-Con vos iremos todos, Cid, por las tierras deshabitadas y por las pobladas, y nunca os fallaremos mientras estemos vivos y sanos; en vuestro servicio emplearemos nuestras mulas y nuestros caballos, el dinero y los vestidos; siempre os serviremos como leales amigos y vasallos.»
De esta forma da comienzo la historia del Cid Rodrigo Díaz, o como también se le conocerá, El Cid Campeador, y precisamente ya con estas primeras líneas se me planteaban las primeras preguntas, las primeras reflexiones: ¿Sería esto viable hoy en día?¿En qué se ha cambiado?¿Dónde quedaron la lealtad y la palabra dada?¿Cómo hemos desarrollado nuestro círculo de amistad, de confianza?¿Qué nos mueve a sentir lealtad y respeto por una persona?
Si uno se para a observar, es tremendo cómo se han desarrollado las relaciones de amistad hasta el día de hoy. Sorprende ver y escuchar cómo no dejan de suceder las historias de decepciones, de discusiones, entre relaciones de amistad, siendo cada vez más difícil encontrar grupos de amigos que mantienen lazos fuertes de confianza, de unión, y de entendimiento. La persona, sin duda, con el paso del tiempo ha ido olvidando lo que realmente es importante.
Hasta ayer siempre había querido escribir este post, pero no sabía cómo desarrollarlo. Pero después de tener la gran suerte de conocer al profesor y doctor Don Alfonso López Quintás, comprendí por qué han cambiado tanto las relaciones, y la manera en que las concebimos, desde los tiempos del Cid Campeador hasta el día de hoy. Gracias a él supe que todo encuentro parte de una relación entre dos personas, quienes generan un estado de plenitud. Con ello, se genera un campo de juego, que les enriquece a ambos, porque es una experiencia reversible.
Dicho esto, se debe tener en cuenta que para que se dé un encuentro, deben plantearse las siguientes condiciones:
- Generosidad.
- Disponibilidad
- Cordialidad
- Fidelidad
- Paciencia
- Comunicación
- Participación en tareas comunes
Se debe tener presente que, todos estos valores, cuando los asumimos para generar ese encuentro tan necesario, se transforman en virtudes. Y aquí, al llegar a este punto, pude comprender por qué a día de hoy no existe esa lealtad, ese valor de la palabra, ese valor de la amistad, que se tenía hace un tiempo.
Comprendí que se ha perdido por completo la escala de valores, porque se tiende a tener muy poca generosidad con la otra persona. No se logra comprender que nunca se debe esperar nada a cambio, sino dar porque realmente te quiero, porque mi cariño y mi amor hacia hace que quiera darte lo mejor de mí.
Hay que tener en cuenta, además, que las relaciones no se dan ni se producen, ni se mantienen, cuando uno quiere sino que hay que estar, y hacerle sentir a la otra persona que realmente estás. Es conocida la frase de que «para tomar unas cervezas siempre hay muchos, pero cuando llegan los momentos difíciles, pocos son los que se quedan.» No hace falta llegar a este extremo, aunque es cierto, pero es tan verdad como que no abundan los mensajes de qué tal estás, y sin embargo sí abundan la no respuesta a ese mensaje. Seguimos sin saber apreciar que, todo cuanto tenemos, nada es tan valioso como el tiempo que invierte esa persona contigo. Nos sigue faltando sensibilidad, mucha. Así marchamos.
Caemos en el tremendo error de que, cuanto más cariño o confianza hay, no tiene por qué haber respeto, educación, hacia los gestos de la persona. Nada más lejos de la realidad. A más años de amistad, a más confianza, a mayor relación familiar (como es el caso de una madre, un padre, o un hermano), mayor cordialidad. No nos equivoquemos. Un «gracias», un «perdón» cuando nos hemos equivocado, es necesario y hasta obligatorio decirlo, independientemente del grado de confianza que haya en una relación, porque es la mejor señal para hacer entender a la otra persona que la quiero, que la sigo valorando como se merece de verdad.
Ser fieles a esa relación, a lo que se cuenta, a lo que se dice, al valor de la palabra dada es otro factor, otro componente de las relaciones que cada vez se ve vulnerado con mayor frecuencia. Y parece que hay que recordar que cuesta mucho ganar la confianza de una persona, de un grupo, pero cuesta muy poco perderla, puede ser en cuestión de segundos de hecho. Y si a todo lo anterior añadimos la poca paciencia mostrada a veces, sobre todo en los conflictos, para encontrar una solución que nos devuelva a un punto común; si tenemos en cuenta la poca o nula comunicación existente a veces en esas relaciones de amistad o de pareja, relaciones entre dos personas al fin y al cabo, que están deseando verse pero luego no disfrutan ni saben disfrutar de cada palabra, de cada mirada, y de cada gesto de complicidad, la consecuencia es efectivamente que se ha perdido la perspectiva de todo, pero sobre todo, se ha perdido la concienciación de cómo se genera un encuentro verdadero entre dos personas.
Tras lecturas como las del Cantar de Mío Cid, o presenciar clases tan humanas y magistrales como la que tuve la suerte ayer de presenciar, y emocionarme, con Don Alfonso López Quintás, llego a la conclusión de que cuantas más cosas accesorias ha ido teniendo el ser humano con el transcurso del tiempo, más ha ido olvidando la esencia de la vida, de las relaciones personales, y la escala de valores por la cual cualquier persona debería regirse. Y probablemente esa sea la tarea más importante que los formadores, los educadores, los docentes, toda persona que en definitiva está vinculada a la enseñanza tiene encomendada en estos momentos: transmitir la idea de que todo parte del encuentro, y en concreto, de la relación que pueden crear dos personas, de corazón a corazón. Recuperar lo esencial, lo que sin lugar a dudas jamás debió perderse en este caminar, un caminar que deberíamos hacer conservando nuestra dignidad e integridad.
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo.
«Educar es dejar aparecer todo el potencial de nuestros niños para que un día se conviertan en adultos con herramientas de valor para poder manejarse en entornos cada día más complejos.» (Álvaro Merino Jiménez)
«En nuestro mundo de disyunciones, lo prudente es prepararse y es apostar por innovar, aunque no sea fácil y aunque a veces los resultados tarden en llegar. No hay innovación sin riesgo, pero el gran riesgo es no innovar.» (Xavier Marcet)
«Humildad para reconocer errores y dejarse ayudar, y generosidad para hacer el trabajo de los demás si hace falta.» (Xesco Espar)