Con vos iremos

«-Amigos, quiero saber cuáles de vosotros queréis venir conmigo. Dios os lo pagará a los que vengáis, pero igualmente satisfecho quedaré con los que aquí permanezcáis.

Habló entonces Álvar Yáñez, su primo hermano:

-Con vos iremos todos, Cid, por las tierras deshabitadas y por las pobladas, y nunca os fallaremos mientras estemos vivos y sanos; en vuestro servicio emplearemos nuestras mulas y nuestros caballos, el dinero y los vestidos; siempre os serviremos como leales amigos y vasallos.»

De esta forma da comienzo la historia del Cid Rodrigo Díaz, o como también se le conocerá, El Cid Campeador, y precisamente ya con estas primeras líneas se me planteaban las primeras preguntas, las primeras reflexiones: ¿Sería esto viable hoy en día?¿En qué se ha cambiado?¿Dónde quedaron la lealtad y la palabra dada?¿Cómo hemos desarrollado nuestro círculo de amistad, de confianza?¿Qué nos mueve a sentir lealtad y respeto por una persona?

Si uno se para a observar, es tremendo cómo se han desarrollado las relaciones de amistad hasta el día de hoy. Sorprende ver y escuchar cómo no dejan de suceder las historias de decepciones, de discusiones, entre relaciones de amistad, siendo cada vez más difícil encontrar grupos de amigos que mantienen lazos fuertes de confianza, de unión, y de entendimiento. La persona, sin duda, con el paso del tiempo ha ido olvidando lo que realmente es importante.

Hasta ayer siempre había querido escribir este post, pero no sabía cómo desarrollarlo. Pero después de tener la gran suerte de conocer al profesor y doctor Don Alfonso López Quintás, comprendí por qué han cambiado tanto las relaciones, y la manera en que las concebimos, desde los tiempos del Cid Campeador hasta el día de hoy.  Gracias a él supe que todo encuentro parte de una relación entre dos personas, quienes generan un estado de plenitud. Con ello, se genera un campo de juego, que les enriquece a ambos, porque es una experiencia reversible.

Dicho esto, se debe tener en cuenta que para que se dé un encuentro, deben plantearse las siguientes condiciones:

  1. Generosidad.
  2. Disponibilidad
  3. Cordialidad
  4. Fidelidad
  5. Paciencia
  6. Comunicación
  7. Participación en tareas comunes

Se debe tener presente que, todos estos valores, cuando los asumimos para generar ese encuentro tan necesario, se transforman en virtudes. Y aquí, al llegar a este punto, pude comprender por qué a día de hoy no existe esa lealtad, ese valor de la palabra, ese valor de la amistad, que se tenía hace un tiempo.

Comprendí que se ha perdido por completo la escala de valores, porque se tiende a tener muy poca generosidad con la otra persona. No se logra comprender que nunca se debe esperar nada a cambio, sino dar porque realmente te quiero, porque mi cariño y mi amor hacia hace que quiera darte lo mejor de mí.

Hay que tener en cuenta, además, que las relaciones no se dan ni se producen, ni se mantienen, cuando uno quiere sino que hay que estar, y hacerle sentir a la otra persona que realmente estás. Es conocida la frase de que «para tomar unas cervezas siempre hay muchos, pero cuando llegan los momentos difíciles, pocos son los que se quedan.» No hace falta llegar a este extremo, aunque es cierto, pero es tan verdad como que no abundan los mensajes de qué tal estás, y sin embargo sí abundan la no respuesta a ese mensaje. Seguimos sin saber apreciar que, todo cuanto tenemos, nada es tan valioso como el tiempo que invierte esa persona contigo. Nos sigue faltando sensibilidad, mucha. Así marchamos.

Caemos en el tremendo error de que, cuanto más cariño o confianza hay, no tiene por qué haber respeto, educación, hacia los gestos de la persona. Nada más lejos de la realidad. A más años de amistad, a más confianza, a mayor relación familiar (como es el caso de una madre, un padre, o un hermano), mayor cordialidad. No nos equivoquemos. Un «gracias», un «perdón» cuando nos hemos equivocado, es necesario y hasta obligatorio decirlo, independientemente del grado de confianza que haya en una relación, porque es la mejor señal para hacer entender a la otra persona que la quiero, que la sigo valorando como se merece de verdad.

Ser fieles a esa relación, a lo que se cuenta, a lo que se dice, al valor de la palabra dada es otro factor, otro componente de las relaciones que cada vez se ve vulnerado con mayor frecuencia. Y parece que hay que recordar que cuesta mucho ganar la confianza de una persona, de un grupo, pero cuesta muy poco perderla, puede ser en cuestión de segundos de hecho. Y si a todo lo anterior añadimos la poca paciencia mostrada a veces, sobre todo en los conflictos, para encontrar una solución que nos devuelva a un punto común; si tenemos en cuenta la poca o nula comunicación existente a veces en esas relaciones de amistad o de pareja, relaciones entre dos personas al fin y al cabo, que están deseando verse pero luego no disfrutan ni saben disfrutar de cada palabra, de cada mirada, y de cada gesto de complicidad, la consecuencia es efectivamente que se ha perdido la perspectiva de todo, pero sobre todo, se ha perdido la concienciación de cómo se genera un encuentro verdadero entre dos personas.

Tras lecturas como las del Cantar de Mío Cid, o presenciar clases tan humanas y magistrales como la que tuve la suerte ayer de presenciar, y emocionarme, con Don Alfonso López Quintás, llego a la conclusión de que cuantas más cosas accesorias ha ido teniendo el ser humano con el transcurso del tiempo, más ha ido olvidando la esencia de la vida, de las relaciones personales, y la escala de valores por la cual cualquier persona debería regirse. Y probablemente esa sea la tarea más importante que los formadores, los educadores, los docentes, toda persona que en definitiva está vinculada a la enseñanza tiene encomendada en estos momentos: transmitir la idea de que todo parte del encuentro, y en concreto, de la relación que pueden crear dos personas, de corazón a corazón. Recuperar lo esencial, lo que sin lugar a dudas jamás debió perderse en este caminar, un caminar que deberíamos hacer conservando nuestra dignidad e integridad.

Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo.

«Educar es dejar aparecer todo el potencial de nuestros niños para que un día se conviertan en adultos con herramientas de valor para poder manejarse en entornos cada día más complejos.» (Álvaro Merino Jiménez)
«En nuestro mundo de disyunciones, lo prudente es prepararse y es apostar por innovar, aunque no sea fácil y aunque a veces los resultados tarden en llegar. No hay innovación sin riesgo, pero el gran riesgo es no innovar.» (Xavier Marcet)
«Humildad para reconocer errores y dejarse ayudar, y generosidad para hacer el trabajo de los demás si hace falta.» (Xesco Espar)

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Buscando la magia

«Hay algo que  a veces ocurre en remo que es difícil de conseguir y de definir. Muchos equipos, incluso equipos ganadores, nunca lo acaban de encontrar. Otros lo encuentran, pero no consiguen mantenerlo. Se llama «swing». Solo ocurre cuando los ocho remeros reman tan a la par que todo lo que hace cada uno está sincronizado con lo que hacen los demás. No se trata solo que los remos entren y salgan del agua justo en el mismo tiempo. A un tiempo, 16 brazos tienen que ponerse a tirar, 16 rodillas tienen que empezar a doblarse y estirarse, ocho cuerpos tienen que que empezar a deslizarse hacia delante y hacia atrás, y ocho espaldas tienen que doblarse y enderezarse. Cada mínima acción- cada sutil giro de muñeca- debe tener su reflejo exacto en todos los remeros, de un extremo del bote al otro. Solo entonces el bote seguirá avanzando sin obstáculos, fluida y elegantemente entre palada y palada. Solo entonces dará la sensación de que el bote forma parte de cada uno de ellos y de que se mueve por su cuenta. Solo entonces el dolor cede a la euforia. Remar se convierte entonces en una especie de lenguaje perfecto. Poesía: esa es la sensación que da un buen swing.» (Daniel James Brown)

Porque probablemente, ahí esté una de las cuestiones que deberíamos plantearnos: cómo alcanzar ese lenguaje perfecto, esa sintonía, esa sensación de swing, primero en nosotros; y posteriormente con cada una de las personas que con quienes compartimos nuestro tiempo.

Tendemos a creer que la vida ideal está en otro contexto, en otra situación, con otros condicionantes, con otras características; pero creo que el secreto está en encontrar la vida ideal en nuestra vida real. El gran enigma es cómo logramos estar en ese estado de swing, sin tener que marcharnos a otro lugar para luego tener la sensación de «volver»; algo que es tremendamente relativo porque…¿hacia dónde fuimos?¿a dónde volvemos?¿acaso no es la misma persona?¿entonces cambio yo o las circunstancias?¿qué necesito para sentir, en mi día a día, pura magia, conexiones bestiales que me emocionen por lo que vivo? Probablemente, como decía un buen amigo en Semana Santa, no sea cuestión de tiempo ni de contexto, sino de ilusión.

Es la ilusión la que cambia nuestro grado de percepción ante todo lo que tenemos, ante todo lo que nos rodea, y ante cada momento que vivimos. Quizás el secreto no esté en vivir aquí o allí, en trabajar aquí o allí, en definitiva no depender de nada de lo que venga de fuera; sino más bien en que nunca nos deje de asombrar lo cotidiano, lo mundano, lo sencillo, lo que nos sucede cada día que no es, ni más ni menos, que la vida misma. Como diría muy bien Óscar Wilde: «Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.» ¿Que triste, no?¿Simplemente existir? ¿Y nuestra ilusión por vivir, dónde quedó? Si la perdimos, ¿en qué momento y por qué?

Como le decía ayer a una persona muy especial en mi vida: «Sigo creyendo que la magia, esa sensación de que todo se para, de que el corazón se te gira por completo por la emoción que sientes, está en nuestra capacidad para dar el significado que merece a ese momento; está en nosotros. Está en saber apreciar la mirada de quien te quiere, que con esos ojos que brillan con una luz increíble te dice que te quiere; está en saber apreciar de manera auténtica, y verdadera, cómo llega lo que dices o haces a quien tienes enfrente.» Solo se siente la magia cuando abandonas tu posición, y te centras en la otra persona. Porque la felicidad, cuando es compartida, es verdaderamente mágica. Solo se siente la magia cada día de tu vida, como dice una buena amiga, cuando en tu día a día en vez de «dar clase, directamente te das»; te das con el corazón abierto, sacando lo mejor que tienes.

Dice Álex Rovira, de manera muy acertada, que «cuando logramos aceptarnos como somos y decidimos mostrarnos, todo empieza a funcionar. Y que no te quepa duda: la idea que tenemos de nosotros mismos acostumbra a ser más pobre de lo que realmente somos. Porque esa parte de ti que está esperando que le des el poder de dirigir tu vida, consciente, voluntaria, y adultamente… es la suma de tu consciente e inconsciente apuntando en una misma dirección y sentido. Y esa es la energía más poderosa del mundo. Porque de ella emana la creatividad y la capacidad de transformar la realidad…Ésa es la verdadera magia.» 

Se tiende a creer que por estar en otro trabajo, en otro lugar viviendo, con otra compañía; con una vida plagada de novedades cada día, seremos más felices, que no perderemos nunca la ilusión. Pero no terminamos de aprender que la ilusión no viene por algo de fuera; la ilusión es un acto de firme voluntad que mantenemos nosotros, si queremos, cada día de nuestra vida. Ilusión es lo equivalente a la vela que podemos encender. ¿Cómo logramos mantenerla encendida? Depende de la importancia que le demos; porque si realmente nos importa, haremos lo imposible para mantenerla viva, reluciendo, brillando, dando luz. Pues lo mismo sucede con nuestra ilusión, la que llevamos en nuestro corazón.

¿Cómo la mantenemos viva?¿Cómo logramos que aparezca la magia? Mirando y sintiendo como un momento único cada instante que vivimos; besando y abrazando a las personas que queremos realmente. Regalando una sonrisa a aquellos con quienes nos cruzamos en nuestro lugar de trabajo; dejando un espacio y tiempo para un Qué tal, Cómo estás; disfrutando de nuestro trabajo porque disfrutar es atender a lo que tenemos delante, no limitarnos nunca simplemente a existir. Nunca existas; vive, y vive feliz, con ilusión. Porque además, el tiempo es algo que pasa demasiado rápido, y cuanto mejor estamos, cuánto más felices estamos, más rápido va; y ése es tiempo que no vuelve.

La mayor tarea que deberíamos plantearnos cada día de nuestra vida, el objetivo número uno cuando nos levantamos de la cama, debería ser volver a esa cama agotado, exhausto, sin fuerzas, por haber aprovechado al máximo cada día que vivimos, cada día que se nos presenta por delante. No es cuestión de vivir en la playa, o en la montaña; porque cuando la ilusión desaparece, un lugar y otro te parecen horribles. No nos mueven los lugares, nos mueven las ilusiones, los sentimientos que nos despiertan las personas que caminan a nuestro lado, y creo honestamente, que el simple hecho de vivir todo eso merece ser razón suficiente para mantener viva la llama de la ilusión, luciendo y brillando con tanta fuerza como sea posible, cada día de nuestra vida.

Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y nunca pierdan la ilusión por vivir cada día de su vida como merece ser vivido.

«Es muy importante que hagáis lo que de verdad os importe. Sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte esté cerca.» (Elisabeth Kübler-Ross)
«Vivimos en un tiempo en el que se pretende que el rosal crezca rápidamente tirando de sus hojas… La felicidad es inversamente proporcional a la aceleración.» (Raimon Panikkar)
«El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja. El problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos complejos.» (Fernando Savater)
«Los seres humanos lo tienen todo, pero carecen de sí mismo.» (Erich Fromm)
«El amor es la única cosa que crece cuando se reparte.» (Antoine de Saint-Éxupery) 
«..no puedes, en definitiva, emitir luz a los demás cuando no tienes ni para ti.» (Alex Rovira) 
«Hoy, antes del alba, subí a la colina, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: cuando conozcamos todos esos mundos y el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: no, ganaremos esas alturas sólo para seguir adelante.» (Walt Whitman)

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Aceptar y amar

«Es difícil conseguir que el bote vaya tan rápido como uno querría. El enemigo, desde luego, es la resistencia del agua, ya que hay que desplazar la cantidad de agua equivalente al peso de los hombros y el equipo, pero esa misma agua es lo que te aguanta y ese mismo enemigo es tu amigo. La vida es igual: los problemas que tienes que superar también te aguantan y te dan más fuerza para superarlos.» (George Yeoman Pocock)

Cada año en la semana que cae mi cumpleaños lógicamente es un motivo de celebración, de encuentro con las personas que más quieres, e incluso puede suceder que no veas a todos los que quisieras. Pero todas esas semanas tienen en común un nexo de unión: la emoción con la que la vivo, y la reflexión que viene al final de esa semana.

No se puede explicar con palabras lo que ha podido suponer en mi corazón esta semana, por las personas con quienes he podido compartir cada día desde el sábado pasado hasta hoy domingo. Momentos increíbles, amor, risas, abrazos, bromas, reflexiones, que me llevan a pensar en lo afortunado que soy, sinceramente. Pero además de esto, quería hoy compartir con el lector una de las ideas más importantes que me ha ha hecho reflexionar en estos días: la aceptación del pasado y de la incertidumbre.

Aceptación del pasado para ser capaz de valorarlo siempre como algo positivo, como una fuente de energía permanente que me lleve a pensar que gracias a lo vivido soy la persona que soy, para no caer jamás en el victimismo. Que me pueda emocionar, sí, pero siempre para darme fuerzas cuando lo necesite. Siempre, para respirar hondo antes de acometer un nuevo reto, mirar atrás en mi particular Everest y decir: Mira todo lo escalado, mira cada paso dado, cada huella dejada en la nieve es una huella que has dejado en las personas que están a tu lado, de la misma manera que tú dejas huella con tu manera ser en aquellas personas que te quieren. Que siempre mirar atrás sea para tener, si cabe, un motivo de más para seguir creyendo en ti más fuerte que nunca.

Y por otro lado, la aceptación de la incertidumbre que a veces intentamos controlar sin darnos cuenta de que es simplemente imposible. El exceso de control a veces puede generar ansiedad, estrés, que nunca ayudan y siempre restan. Sin embargo, si pasamos de intentar controlar a vivirlo todo lo máximo posible, el aprendizaje posiblemente sea mucho más favorecedor para nosotros. Esto me lleva a la frase en inglés que leí en su momento, y que me encanta: «Tú no siempre necesitas un plan. A veces tú solo necesitas respirar, confiar, ir, y ver qué pasa.» 

Con el paso del tiempo, con la ayuda de las personas adecuadas que te quieren, con tu predisposición a aprender de ellos, uno se da más cuenta si cabe de que no hay nada mejor que el amor. No hay motor más potente que amar. Amar tu vida, amar lo que haces, tener un motivo lo suficientemente potente como para levantarte cada mañana de la cama y querer ir a por todas, doblando la apuesta si hace falta. La actitud de quien sabe que lo importante es la dignidad con la recorres el camino de tu vida, y no los resultados finales que vas consiguiendo. El amor te permite aceptar, te permite escuchar, te permite llorar de emoción. Te da la posibilidad de conocer a personas increíbles. De ser respetuoso, comprensivo, y bondadoso con todos los que te rodean.

En la parte final de un documental sobre la vida de Michael Jordan, lo afirmaba de esta manera: «Lo más grande del juego del baloncesto, para mí, es la pasión. El amor que tengo por él. Porque cuando tú amas algo, lo llevas al extremo con tal de mantener el amor. Eso es lo que hace el amor. El amor hace lo necesario para mantener esa conexión. Si no hubiera mantenido este amor, hubiera sido imposible haber alcanzado todas estas cosas en las que hemos estado hablando. Y de verdad, es este amor el que me ha llevado a ser el mejor jugador de baloncesto que podría ser. Ser el mejor en algo implica que tienes que sentir un amor desmesurado para sortear todos los obstáculos que se van poniendo en tu camino. » Y esto, si me permitís, se puede llevar a todas las facetas personales: amistades, relaciones de pareja, trabajo, deporte. Es necesario sentir amor desmesurado por todo lo que hacemos.

Es ese mismo amor el que nos permitirá, como decía la frase en la pasada jornada de Santo Tomás de Aquino en nuestra universidad, tener «gratitud y perdón por el pasado, pasión por el presente y esperanza para abrazar el futuro.» Y como bien decía el fragmento del nuevo libro de Álex Rovira, de una foto que me mandó una de las personas más especiales que tengo en mi vida: «Por eso no olvidemos nunca amar sobre los tres pilares de los que hablado en estas páginas: ama comprendiendo, cuidando e inspirando. Harás la vida de los demás más plena y, con ello, la tuya.»

Por tanto, llego a la conclusión de cuán importante es la aceptación del pasado desde una perspectiva positiva que te dé fuerzas para seguir creyendo en ti cada mañana, generar amor y magia a cada instante de tu vida regalando momentos únicos a las personas con quienes vives en tu día a día, y estar enamorado de la vida que tienes para que ese amor te de la ilusión, la motivación, necesarias para que en el futuro más próximo que son las próximas horas, como mucho mañana, siga saliendo la mejor versión de ti mismo, la mejor sonrisa, que tus ojos sean auténticos cañones de fuego que generen calor y energía en quien los mira. Porque todos, absolutamente todos, no solamente necesitamos brillar, es que nos lo merecemos. Merecemos un chispazo de alegría que nos haga ver la vida cada día, aún con todas las adversidades que se pueden presentar, como una oportunidad única de aprendizaje y crecimiento personal.

Que tengáis una muy buena semana, os deseo lo mejor hoy y siempre. Un fuerte abrazo, y por favor, nunca dejéis de sonreír.

«Quien ame en plenitud habrá encontrado el sentido de su vida. Amar es vivir y vivir es amar. Amemos mientras vivimos y vivamos mientras amamos. Parafraseando al poeta Miguel Hernández, todos llegamos con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y es nuestra responsabilidad cuidarnos de las tres. Feliz viaje: buena vida, buen amor, buen trabajo y, por supuesto, ¡buena suerte!» (Alex Rovira)
«Nietzsche dijo que debíamos poner en nuestras vidas la seriedad que pone el niño en sus juegos.» (José Ortega y Gasset)
«Siempre he tenido la ambición de ser el mejor constructor de botes del mundo; y sin falsa modestia, creo que he conseguido ese objetivo. Si vendiera Boeings, me temo que perdería el aliciente y me convertiría en un hombre rico, pero en un artesano de segunda. Prefiero seguir siendo un artesano de primera.» (George Yeoman Pocock)



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Ser consciente de lo vivido

«Qué bonito es saber que siempre estás ahí, quiero que sepas que voy a cuidar de ti. Qué bonito es querer y poder confiar. Afortunado yo, por tener tu amistad.» (Manuel Carrasco)

El pasado fin de semana me volvió a suceder. Quizás por la cena, el momento, por la persona con la que estaba, por el recuerdo del que estábamos hablando; me emocioné tanto que no pude evitar llorar por pura emoción. «Necesitas hacer esto más a menudo; no eres consciente de todo lo que has hecho Pablo.» Y efectivamente, creo que a día de hoy no lo soy. Quizás porque di por hecho que ese esfuerzo era lo que tocaba; o probablemente porque no le he dado el significado que tenía. Sin embargo, ahora al echar la vista atrás, me emociona mucho hablar de ciertos temas a los cuales es muy probable que no les haya dado la importancia que merecían. No importancia por repetirme a mí mismo «qué bueno soy»; pero quizás hubiera sido bueno para no dudar tanto de mí en momentos posteriores.

La conversación giraba en torno a las amistades, y de manera concreta hablaba de mi amigo Rafa Selles. Recordaba la semana en la que aprobé Anatomía, y luego posteriormente Fisiología del ejercicio en la última oportunidad que tenía en Junio, para evitar de esa manera ir a Septiembre. Última ocasión para sacar un curso, y una carrera, que sin duda había ido de menos a más. Pero con esa asignatura lo había pasado realmente mal porque por mi problema de audición y el tono de voz de la profesora no me enteraba de las clases, no conseguía escuchar bien, me sentía frustrado (otra vez esa sensación que creía olvidada en la ESO) por no sacar esa asignatura en concreto, y a su vez concluir la licenciatura. Es cierto que hubiera sido tan fácil como solicitar una tutoría antes de llegar a este punto tan extremo, pero el pensamiento mío era que jamás había tenido ayuda anteriormente (y la había solicitado), por mi problema de audición; no la iba a pedir ahora en la Universidad. Lo había convertido, casi sin querer, en un reto personal.

Y recordaba con muchísimo cariño como Rafa se quedó conmigo todas las noches a estudiar, a repasar los conceptos más importantes de la Fisiología del ejercicio, esquemas y más esquemas. Recuerdo perfectamente cómo me eché a llorar diciéndole que no podía, que no aguantaba más, que creía que no iba a aprobar, y él ahí, incansable, inagotable, con esa sonrisa que tantas veces me ha devuelto cuando sabía que estaba tocado. Recuerdo el calor tan abrasador que hacía en esas últimas semanas, que estábamos deseando terminar, irnos a casa, y ahí seguíamos, a machete, haciendo lo posible por sacar esa examen. Jamás se me olvida una de las mañanas siguientes, cuando miré el expediente académico, vi la nota (aprobado), y vi el expediente académico completo. No pude aguantar, tuve que cerrar la puerta de mi habitación, y romper a llorar, porque se me pasaba en mi cabeza toda una carrera, todos esos años, todos esos momentos. Recordando el primer día con mis padres, subiendo por la carretera de la Universidad para ver las instalaciones, cuando ante mi asomaba el reto más bonito que podía afrontar. Todo lo andado, todo lo recorrido, para llegar a este momento que tanto había deseado. Recordando todo esto no pude aguantar las lágrimas, mientras me decía «es bueno, y recomendable, que esto lo hagas más menudo, sacar todo lo que tienes dentro.»

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Muchas veces la propia vida nos marca un ritmo demasiado acelerado, frenético, que hace que no demos importancia al momento que vivimos, ni a recordarlo simplemente con el cariño que se merece. No es una cuestión de darse importancia, más bien creo que es una cuestión de recordar con verdadero cariño, con verdadero amor, todo lo que vamos haciendo y consiguiendo, la persona en la que nos vamos convirtiendo conforme vamos caminando en el camino que es nuestra vida. Probablemente la edad, la experiencia es un grado, te va pausando, te vas tranquilizando, y vas notando cómo percibes todo de otra manera completamente diferente. Pero también creo que influye mucho el dejarse desaprender, para volver a aprender. Escuchar a las personas adecuadas, leer los libros adecuados, aceptar recomendaciones, consejos con gran humildad sabiendo que lo que te dicen es desde el cariño, para que puedas sacar lo mejor de ti. Todo ello conforma un crecimiento brutal en lo personal, que logra que percibamos cada día como se merece, como una oportunidad para brillar tú; y en consecuencia para ayudar a brillar a quienes tienes a tu lado.

Vivir, creo, consiste en aprender constantemente a saber disfrutar del momento, del presente, de lo que tenemos sin dejarnos llevar por lo que nos tratan de vender desde fuera; ser capaces de obviar todo el bombardeo que recibimos en forma de objetos materiales, cosas externas, que no dan la felicidad aunque intenten convencernos de lo contrario. Vivir es saber apreciar la sonrisa de un amigo que va a verte mientras estás dando la clase, aunque tenga que coger un vuelo y vaya justo de tiempo. Vivir es saber enamorarte de unas vistas preciosas desde un lugar maravilloso, saber apreciar la belleza del atardecer, de la brisa y el frescor de los atardeceres de verano, el olor a primavera.Vivir es, para mí, saber valorar todo lo que has vivido cada noche y que te dé fuerzas para afrontar cada mañana con la mayor de las ilusiones.

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Esa noche lloraba porque me acordaba de mis momentos con Rafa, lloraba porque me acordaba de que había sacado una licenciatura de CCAFYD con la ayuda de mis amigos de clase, sin escuchar todo lo bien que escucho ahora, y sin saber que tenía una enfermedad como era la Hepatitis C que me estaba produciendo ya un cansancio notable, y yo sin saberlo. Yo creyendo, una vez más, que era normal sentirse así, y que por tanto había que lidiar con ello, aceptarlo, transformarlo de una excusa a un punto más de motivación, y que no fuera nunca un lugar ni espacio, ni momento, para la queja. «¿Te das cuenta de todo lo que has conseguido?» Era la pregunta esa noche; ahora creo que puedo decir que sí, que solo ahora es cuando empiezo a ser consciente.

Muchas veces en nuestro día a día se nos presentan las dudas, los temores, de una manera que nos hacen olvidar que por más grandes que sean, la única manera de lidiar con ellos, es enfocarse en el presente (que es lo único que podemos controlar), y aún pudiéndolo controlar tener claro que habrá ocasiones en que el futuro no sea el que esperábamos, pero sí el que nos toca afrontar. Y si aún con todo, no creemos en nuestras capacidades, echa la vista atrás. Mira lo que has recorrido, lo que has vivido, y cómo saliste fortalecido de todo cuanto afrontaste:

«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No!. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de Arena.» (Haruki Murakami)

Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y por favor, sepan disfrutar de una manera más auténtica de todo cuanto tengan. Les recomiendo que se paren a ver el vídeo, es de las mejores ponencias que he visto.

 

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Nuestra gran virtud

«Cada virtud solo necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.» (Michel de Montaigne) 

Somos el resultado de las fuentes de las que bebemos, como bien diría mi amigo Álvaro Merino. Hace muy pocos días lo hablaba con una persona muy especial para mí, la idea de qué importante es elegir bien, y concretando sobre todo en tus amistades, en tus relaciones. Muchas veces no somos conscientes de cuánto nos pueden llegar a sumar o restar, multiplicar o dividir, resultando todo ello en una transformación positiva o negativa. De nosotros depende, es cierto, pero…¿cómo se llega a ese nexo de unión tan potente?

Amor es, sin duda, el ingrediente esencial para cualquier tipo de relación. Porque amar es a su vez respetar, comprender, entender, aceptar, todo lo que la otra persona es en su esencia, sin atender a otro tipo de aspectos que le rodeen, aspectos que nada tienen que ver con nuestra persona, aspectos que van más allá de lo material, de una cuenta corriente, de posesiones, nada de eso tiene que ver con lo supone una amistad, una relación verdadera. Se dice que los amigos de verdad son pocos, pero tiene su lógica: Pocos son aquellos y aquellas que están dispuestos, al igual que tú, a comprender, entender, y aceptar; en definitiva a amar.

Y esto a su vez es perfectamente aplicable a la pareja. A veces idealizamos demasiado el concepto de amor de pareja, de la misma manera que se idealiza desmesuradamente quien dice que tiene muchos amigos. El amor de pareja está lejos de marcarse en un contexto de Mr Wonderful, pero como dice esa misma persona tan querida para mí, hay que reivindicar también el derecho a estar mal algún día, a estar fastidiado o fastidiada por una mala noticia, por un bache emocional producto de algo que no sale como quieres, no pasa nada, de hecho es bueno. Es bueno sentir como, después de la oscuridad, se puede volver a resurgir como el ave Fénix.

Es bueno y necesario que en este camino de la vida tus amistades, tu pareja, te vean en tus días buenos y no tan buenos, en diferentes situaciones, en diferentes contextos, cómo asimilas y asimilan el éxito, el fracaso en un proyecto (siempre será mejor fracaso que error, porque error implica inmovilismo y por tanto no crecimiento personal); cómo aceptas una crítica constructiva, cómo te dejas aconsejar o no, de la misma manera que ves en ellos y ellas cómo calan tus consejos, tus opiniones, tus planteamientos compartidos. Todo esto que al final es una relación verdadera y auténtica, si observamos, siempre se sostienen bajo tres pilares: comprender, entender, y aceptar.

Por tanto, cuidar tus relaciones personales es cuidar tu calidad de vida, es al mismo tiempo cuidar de una manera minuciosa, cotidiana, pausada, tu crecimiento personal, tu avance, tu progreso como persona, como amigo, como hijo, como pareja, es en definitiva decidir cada día en base a las decisiones que tomamos cuánto deseamos crecer, cuánto estamos dispuestos a desaprender para volver a aprender, soltar las viejas creencias y abrazar nuevas opiniones, nuevos puntos de vista, nuevos contextos, que en muchas ocasiones nos marcan, nos dejan una huella emocional tan bonita, tan insuperable, que implica a su vez un gran crecimiento significativo personal.

Como diría Xavier Marcet al comienzo de su libro, debemos evitar por todo los medios la mediocridad. Y para ello,  señalo alguno de los puntos que me parecen muy interesantes: 1) La importancia de pensar2) Respetar a los que arriesgan3) Admirar el talento y otorgarle prioridad4) Respetar mucho el esfuerzo.5) Liderar es servir6) La autenticidad es la nueva core competence diferencial.7) Evitar la autocomplacencia.8) Talento llama talento.9) Ser buena persona, preferir la honestidad.  Y me detengo aquí en este valor de la persona, honestidad, porque lo considero como uno de los aspectos esenciales de la persona, que a su vez determina en un alto grado todas sus relaciones. Un valor que puede responder, perfectamente, a esta pregunta: ¿cuánto vales tú como persona?

Evitar la mentira, no aceptar comprarse bajo ningún precio, es algo que hoy en día se pone a prueba de manera constante, en diferentes contextos, en diferentes niveles, pero es una realidad que existe. Y no es cuestión de la cantidad de dinero de la que estemos hablando, sino más bien de educación, de aquello que nos han enseñado en casa, aquello que nos han enseñado que es lo más importante, y que verdaderamente de manera incuestionable, debe seguir siendo lo más importante durante toda nuestra vida. Evitar la traición, la mentira, la crítica desmedida, tiene que ver con aquellos valores innegociables que siempre hemos defendido. Tiene mucho que ver con la fuerza de la palabra tuya, la fuerza de la palabra de todas y cada una de tus amistades en cada tema tratado, en cada promesa, en cada hecho, en cada vivencia. Quizás no te reporte un beneficio cortoplacista, pero a largo plazo, conforme vayas recorriendo el camino de tu vida (un camino que jamás recorres solo, porque de la misma manera que nos necesitan, necesitamos de esas personas que tanto queremos; y porque más allá de necesidades, la vida compartida siempre sabrá doblemente mejor) te darás cuenta de que haberte mantenido siempre fiel a tu palabra, el hecho de haber sido honesto y sincero, te reportará momentos inolvidables que quedan marcados para siempre en nuestro corazón.

Y esta, en definitiva, creo que es nuestra gran virtud, nuestra esencia que a su vez está compuesta de la persona que decidimos ser cada mañana desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama buscando ese momento de descanso y paz con uno mismo, ese momento de pausa en el que uno quizás es más consciente, si cabe, de lo importante que es cuidar la calidad de nuestras decisiones porque son las que determinan la calidad de nuestras amistades, de nuestras relaciones y, a su vez, son las que marcan con una intensidad imborrable en nuestro corazón los momentos que vivimos, que compartimos, mientras avanzamos en un viaje en el cual el secreto probablemente sea no cansarse jamás del paisaje, como diría el bueno de Jon Pascua Ibarrola. Somos lo que somos gracias a la manera en que vivimos; y si algo puedo deciros, es que cuanto más auténtico eres, más momentos inolvidables te regala la vida.

Feliz año, deseo de corazón que todos vuestros sueños, retos, objetivos, se cumplan poco a poco, pero recuerda una cosa. Los mejores objetivos, los mejores retos, que se terminan consiguiendo son los que se logran en equipo. Concluyo con un fragmento de un relato que, creo, os sonará:

-Adiós-dijo el zorro-. Aquí está mi secreto. Es muy simple: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos-repitió el Principito a fin de recordarlo. -Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. -Es el tiempo que he perdido en mi rosa…-dijo el Principito a fin de recordarlo. -Los hombres han olvidado esta verdad-dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…-Soy responsable de mi rosa…-repitió el Principito a fin de recordarlo. 

«Aquel que tiene un «por qué» para vivir se enfrenta a todos los «cómo». (Friedrich Nietzsche.)

«No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es. No estamos en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios.» Alejandro Jodorowsky)

«Serás tan valioso para los demás, como lo hayas sido para ti mismo.» (Marcus T. Cicero)

«Sí-escucha decir a alguien el guerrero-. Necesito entenderlo todo antes de tomar una decisión. Quiero tener la libertad de cambiar de idea. El guerrero desconfía de esa frase. También él puede tener la misma libertad, pero eso no le impide asumir un compromiso, aunque no se comprenda exactamente por qué lo hizo. Un guerrero de la luz toma decisiones. Su alma es libre como las nubes en el cielo, pero él está comprometido con su sueño. En su camino libremente elegido, tiene que levantarse en horas que no le gustan, hablar con gente que no aporta nada, hacer algunos sacrificios. Los amigos comentan: Tú no eres libre. El guerrero es libre, pero sabe que horno abierto no cuece pan.» (Manual del guerrero de la luz)

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Brillar cuando llueve

«Lo mismo es nuestra vida que una comedia; no se atiende a si es larga, sino a si la han representado bien. Termina donde quieras, mientas pongas un buen final.» (Lucio Anneo Séneca)

«Papá, ¿te acuerdas de antes de que cumpliera 5 años? Desde los 3 a los 5 años era una llorona. Lloraba todos los días. El día que cumplí 5 años, decidí que no lloraría más. Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Y si yo puedo dejar de lloriquear, tú puedes dejar de ser un cascarrabias.» Esta es la contestación que le da Nikki a su padre, Martin Seligman; una contestación que como muy bien dice mi amigo Luismi (quien me dio a conocer este momento con el que inicio el post) es una reflexión tan potente que cambiaría la forma de Martin Seligman de entender el mundo, y de entenderse. Como muy bien me decía en el mensaje mi amigo: «Se puede ser y dejar de ser. Dentro de los límites de la física, la biología y el realismo.»

No se me ocurría mejor manera de comenzar este post, que comenzarla de manera conjunta con él, con Luismi, con uno de los buenos, de los grandes, con uno de esos leales que más allá de sumar, me multiplican. Porque este post va de esto, de lo que podemos cambiar, de que debemos cambiar porque el cambio es crecimiento, de que el cambio comienza en nuestra día a día con la compañía que elegimos, con lo que leemos, con lo que escuchamos, y con cuánto aprovechamos el tiempo mientras estamos con esas personas. En unos momentos en los que llegan las Navidades, ese momento que viene como anillo al dedo para la reflexión, para organizar encuentros, para comprobar cuánto y a la vez nada hemos cambiado cuando estamos con quien realmente somos, y no con quien forzamos una identidad que nada tiene que ver con nuestra esencia.

Esta lectura, este momento en el que quedamos tú y yo, querido lector, quisiera que fuera un momento para recordar lo que verdaderamente es importante, cuál es el concepto de triunfar en esta vida (que no es mío, sino de Jordi Nomen, pero me parece tan acertado que sería estúpido no compartirlo contigo); cuál es el verdadero motivo de vivir la vida que nos ha tocado; para qué estamos aquí, cuál es nuestra función; lo que deberíamos de empezar a hacer bien, y los detalles que deberíamos pensar en comenzar a cuidar. Allá voy.

Porque si tu mayor deseo es triunfar, recuerda que triunfar, tener éxito, tiene mucho que ver con lo que dice Jordi Nomen: «Triunfar es distinguir la verdad de la mentira, los tonos de gris que hay en el blanco y el negro, y saber hacer del error el fundamento para avanzar con acierto. Triunfar es vencer el miedo de fracasar sabiendo que el principal fracaso es no haberlo intentado. Por último, hijo, triunfar es tener la íntima satisfacción de saber superar los retos y ayudar a los demás a superar los suyos, ofrecer y pedir ayuda, esculpir el propio perfil de quien quieres ser, sin negar de dónde vienes ni dejar de crecer. Triunfar, hijo, significa, dejar huella y descubrir el amor por el trabajo bien hecho, anticipo del amor por uno mismo y por los demás. ¡Yo también quiero que seas un triunfador, hijo mío!»

De la misma manera, creo que a veces se nos olvidó que aquí estamos para hacer la vida un poco mejor de las personas que tenemos cerca, con quienes convivimos día tras día. Es fácil brillar en los días de sol, y cuando uno tiene el ánimo perfecto.  Pero tu vida verdaderamente cobra sentido cuando, aún en tu peor día, por una discusión o el motivo que sea, ves los ojos tristes de la persona que tienes delante, y entonces quitas el botón de automático, pasas de poner el foco en ti a ponerlo sobre la otra persona, para arrojar un poco de luz, un poco de energía, una sonrisa, un abrazo, un «vamos, que esto lo sacamos», con cariño, con amor. Desprenderse de uno mismo, para poner el foco en la otra persona es un acto de humildad tan potente, que hace que la llama de la esperanza vuelva a brillar. Hoy más que nunca es tiempo de esperanza, es tiempo de brillar, y ayudar a brillar. Es fácil que la llama brille en día soleado; lo difícil es que aún cayendo la mundial de agua, tú aguantes esa llama y la mantengas viva. Porque como dice mi amigo Rafa, #siemprehayquesumar .

Y referente a los detalles, me viene a la mente la frase de Epicuro de Samos: «Quien no considera lo que tiene como riqueza mayor es infortunado aunque sea el dueño del mundo.»  Volvamos a recuperar la sensibilidad de cuando éramos pequeños, ese nivel de percepción, de sorpresa, de asombro que nos lleva a la alegría por todo lo que tenemos, que es mucho más de lo que imaginamos, y recodemos siempre no porque lo que tengamos implica que siempre va a estar ahí. De la misma manera que podemos llegar a ser completamente idiotas por añorar lo que no tenemos, podemos llegar a ser sumamente tontos no aceptando que la vida que tenemos es un regalo, que las personas que conocemos por amigos son una bendición; pero también convendría recordar que todo lo bueno, hay que atenderlo y cuidarlo para que la magia jamás desaparezca.

Porque la magia no te la da la Navidad. La Navidad nos ayuda a recordar lo que fuimos, los momentos que vivimos, las sonrisas que una vez aparecieron en nuestra boca y que vimos en nuestros padres, abuelos, primos, amigos. Pero la Navidad también nos invita a recordar que esto no debería darse solo en estas fechas; que más bien Navidad debería ser cada día de nuestra vida, porque la magia está en nosotros. No está en nada externo; lo externo puede ayudar más o menos, pero la magia está en ti, en tu corazón, en la manera en que miras al mundo, dar sin esperar nada a cambio, dar desprendiéndote por completo de ti porque vives y actúas del modo en que eres feliz, y eres feliz porque lo haces según aquello en lo que crees. Porque como dice Martin Seligman al comienzo del post, «se puede ser y dejar de ser». Yo te invito a que seamos, a que estemos, a que nos reconozcamos, hoy y siempre, con el único fin de ser felices. Eso es lo que para ti deseo, querido lector, que hoy y siempre seas feliz sabiendo valorar lo que tienes, en lugar de pensar en lo que podrías tener.

Que tengan una muy buena semana, y feliz Navidad. Recuerden, la magia está dentro de vosotros. Un fuerte abrazo

«El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del caballo negro (placer) y acompasarse con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.» (Platón)
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, pues, no es un acto, sino un hábito.» (Aristóteles)
«A lo largo de mi vida profesional, de quien más he aprendido es de los directivos humildes. Gente que combina visión, pasión, exigencia y humildad. Personas que encarnan un modo de hacer que compatibiliza la ambición de los negocios y de los proyectos con un talante personal contenido. Los grandes desafíos requieren grandes compromisos, y la altivez nunca fue la madre de compromisos consistentes. Y, finalmente, los directivos humildes no necesitan decirlo todo, hacen de la brevedad una forma de respeto a los demás. Procuran no ocuparles demasiado espacio, saben que su gente también tiene trabajo. Respetar a su gente significa no convocarla a cualquier reunión.» (Xavier Marcet)
«Bello es lo que nos conmueve, sea cual sea la textura de la piel que lo recubre. Hay belleza en la sonrisa carcomida del mundo porque la belleza, intuyo, no depende de lo admirado, sino de la calidad de la mirada que lo percibe o el sentido admirativo que se recrea y de la pureza del corazón que lo siente.» (Jordi Nomen)

 

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No tener proyecto

«El hombre no es sabio por lo que dice, el hombre es sabio por lo que HACE». 

Se ha llegado a un punto en el que, a pesar de tener toda la información posible a nuestro alcance en cuestión de segundos, lejos de ser esto una consecuencia positiva que incremente las capacidades del ser humano y contra todo pronóstico, lo ha convertido en más estúpido, cómodo, si cabe. El ser humano se ha acostumbrado a pensar, a leer, a actuar, y en definitiva a vivir, sin pararse a pensar el por qué y para qué de sus acciones. En consecuencia, la situación ha degenerado tantísimo que parece que vale todo, que cualquier movimiento tiene suficientes motivos, cualquier discurso es válido, pero el problema ya no solo es de quien lo dice, sino de quien lo recibe porque no pone filtros, porque el envoltorio del caramelo emboba tanto, que no se analiza lo podrido que está por dentro.

Y es que nos hemos acostumbrado a los discursos vacíos, a la oratoria fácil que sabe tocar muy bien los sentimientos de la gente logrando que el sentimiento envuelva a la conciencia con una palabrería barata de contenido, pero de coste muy alto en lo que a consecuencias se refiere. No se deja de escuchar proyectos por todos lados, proyectos de líderes políticos, proyectos de empresarios, proyectos de coordinadores en fútbol base, proyectos de líderes de equipos deportivos, pero….¿verdaderamente cuál es ese proyecto? No sabrían contestar, porque no lo saben, porque el nivel de concreción de sus líneas de acción es tan bajo, es tan pésimo, que rezan para que no haya una pregunta que busque rascar un poquito entre tanto cemento de mentira, entre tanto envoltorio brillante.

¿Y esto, por qué se produce? Porque hemos dejado de analizar, de reflexionar, de pensar en definitiva, y es mucho más cómodo dejarse llevar por parte del que recibe el discurso, el mensaje, el proyecto. Puede más la predisposición que el paso a la acción, dando únicamente por válido aquello en lo que yo creo, independientemente de la burrada que se esté divagando o diciendo. Tanto si estoy a favor, como si estoy en contra, se ha dejado de cuestionar todo aquello que nos dicen, y bien podría aplicarse aquí el famoso mito de la caverna de Platón, en el cual podrían ser infinitas las personas que hoy en día prefieren permanecer dentro de la caverna, a salir ahí fuera y descubrir la verdad de las cosas.

Esto me lleva a la reflexión de que, si de un tiempo a esta parte es difícil encontrar líderes (ya sean políticos, deportivos, o sociales) que presenten un proyecto de verdad, con su línea estratégica a seguir (todo bien escrito, no solo hablado), con sus objetivos, acciones a llevar a cabo, pasos, focos de acción, decisiones a tomar en los próximos meses; es porque los que están al otro lado, los que escuchan y reciben el mensaje, a esos receptores les vale cualquier mensaje. Se dejan envolver por colores, tradiciones, banderas, escudos de fútbol, sin pararse a pensar o analizar por un instante las consecuencias de aquello que votan o están a favor, y eso es un verdadero problema. No se quiere un proyecto de verdad, porque eso implicaría hacer trabajar la mente del que lee o escucha ese proyecto, y eso requiere un esfuerzo que en la mayoría de las ocasiones no se está dispuesto a realizar.

Por el contrario, si el mensaje que se emite es un mensaje banal, vacío, que toca un poco los sentimientos (que no son los de pertenencia, porque por pertenencia se entiende otra cosa totalmente diferente), que genera un poco de crispación porque ese mensaje siempre de una manera directa o indirecta deja en mal lugar al contrincante (porque siempre hay una competencia que hundir); con esos dos ingredientes es más que suficiente para conseguir que las masas aplaudan al «líder», que le sigan, aún siendo tan triste que si uno se parase a preguntar: ¿Por qué y para qué le sigues? la respuesta sería tan vacía como el discurso que acaban de escuchar.

Un tiempo más tarde, cuando ese mensaje deja de funcionar, cuando el oyente, el seguidor, se siente engañado y que le han tomado el pelo, sucede lo mismo una y otra vez: no se asumen las responsabilidades, y echamos la pelota a otro tejado. Quizás, solo quizás, se debiera hacer un poco de autocrítica en lo que a uno mismo se refiere, cuánto se ha hecho por avanzar, mantenerse en el sitio, o incluso retroceder por mera comodidad diciendo aquello de » es que yo no puedo hacer nada». Ya lo decía bien claro Platón en su momento: «La fortaleza de la ciudad reside en el valor de sus ciudadanos.» Y probablemente ese sea otro gran problema que se viene dando los últimos años, consistente en hacer poco, muy poco, o nada; pero criticar, «rajar», y buscar la medalla de manera incesante; siendo muy difícil que una sociedad avance de esta manera porque la culpa siempre la tendrá otro, siempre habrá otro que cometa el fallo, que no sepa gestionar, que no sepa trabajar; en lugar, una vez más, de hacer autocrítica y saber ver qué estoy haciendo yo por mi empresa, y si yo estoy verdaderamente alineado con lo que se defiende en ella.

No deberíamos por tanto equivocarnos, y creo estar casi convencido de que, del mismo modo que un equipo de fútbol es lo que el entrenador, sus capitanes, jugadores, proyectan día tras día, un país es lo que el ciudadano proyecte día tras día. «Día tras día»; no un momento puntual, en una situación concreta; sino más bien tiene que ver con el hacer cotidiano, con lo diario. ¿Y cómo logramos revertir esta situación? Efectivamente…teniendo un proyecto, un proyecto de país, un proyecto de empresa, un proyecto de equipo de fútbol, del asunto que ocupe; y manteniéndote fiel, coherente, y consecuente con ello hasta las últimas consecuencias. Diseñando una hoja de ruta, unos objetivos enmarcados en una temporalidad, unas líneas de acción, pasos a seguir, análisis constante, sentimiento de vulnerabilidad (esa palabra que tanto miedo da porque puede más mi medalla, que el bien colectivo), pruebas de ensayo-error (como la propia vida, pero al mismo tiempo impidiendo el inmovilismo), y más factores a tener en cuenta que es lo que, verdaderamente, convierten y definen a un proyecto. La segunda pregunta sería: ¿Estamos dispuestos a tener un proyecto, y asumirlo, con todo lo que conlleva? Porque como bien diría Ernest Hemingway, «el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.» 

Que tengan una muy buena semana, y recuerden, somos el producto de las decisiones que tomamos. Un fuerte abrazo, buen puente, y disfruten de lo que la vida les regala.

«Yo no enseño a dirigir personas. Yo enseño a dominarse a uno mismo.» (Peter Drucker)
«Comete más errores. Triunfa antes.» (David Kelly)
«Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta, podría resolver el problema en menos de cinco minutos.» (Albert Einstein)
«Un cacahuete flotando en una piscina, ¿sigue siendo un fruto seco? Y un veneno caducado, ¿te mata más?» (Luis Piedrahita)
«Reimaginar es la principal tarea -y responsabilidad- de nuestra generación. (Tom Peters)

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Sentirse vivo

«La madurez es la aceptación de la fragilidad que nos anima a hacer de las circunstancias que nos ponen a prueba el punto de partida para la reflexión que las juzga y valora. Es el reconocimiento de los errores y la investigación, a veces infructuosa y fracasada, de la resolución de problemas que la existencia hace inevitables.» (Jordi Nomen)

Resolución de problemas que la existencia, la propia vida, hace inevitables cada día que vivimos. Y ante estos problemas es implícito, necesario, que exista una predisposición en nosotros/as a aprender, a crecer, en definitiva, a madurar. Incluso a veces puede darse el caso de que desconocemos el problema, hasta que lo sentimos, lo percibimos, y es en ese momento cuando somos conscientes que necesitamos aprender a gestionar eso, un «eso» que a veces tiene mucho que ver con lo emocional.

Jamás se me olvidará la primera vez en la que yo fui consciente de que había algo, dentro de mí, que aún estaba por resolver. Me encontraba realizando las diversas pruebas que en este caso la Comunidad de Madrid te realiza, para establecer el grado de discapacidad que tienes. Estas pruebas consisten en entrevistarte, someterte a pruebas, con especialistas como es en este caso un otorrinolaringólogo, un psicólogo y dos personas más involucradas en ese proceso de análisis. Todo marchaba fenomenal, hasta que me senté delante del psicólogo, y me preguntó mi experiencia de vida, qué me había pasado hasta entonces. Es justo en ese momento, en el relato de todo cuanto había acontecido en mi vida, que me sorprendo a mi mismo llorando con una emoción que jamás había experimentado. Estaba sorprendido y emocionado a partes iguales, sin saber por qué me ocurría esto. Comencé a entenderlo cuando me dijo, a modo de pregunta: Es la primera vez que haces esto, ¿verdad?

A veces aprendemos por gusto, porque queremos, porque nos apetece, otras en cambio buscamos las soluciones que podemos para aguantar el tirón como se puede, para llevar la situación de la manera posible convirtiéndola en normal, cuando en realidad no lo es. Superar obstáculos implica a veces, a nivel emocional, poner capas a tu piel, corazas a tu armadura, llámalo como quieras, con el fin último de que quienes te quieren no te vean mal, para evitar preocupaciones, para evitar más momentos de desánimo. Es una posición de total desprendimiento de ti mismo, para ponerte en el corazón de las personas que tienes alrededor con el fin de que no sufran, con el objetivo de que todo se lleve mejor en silencio, como si nada pasase, mentalizándose uno mismo de que cualquier situación tiene solución por negro que se vea, «aunque estés más hundido que el Titanic» como me ha dicho uno de mis mejores amigos esta mañana, hablando de otro tema.

Pero todo este proceso, como bien me explicaría Noe, mi querida Noe, supone sin que te des cuenta un bloqueo emocional espectacular, porque durante muchos años has amortiguado, atenazado, frenado, tus emociones, y eso también afecta a las positivas: «Enhorabuena Pablo, porque eso es sentirse vivo. Todo lo que te está pasando, todo lo que estás recibiendo y aprendiendo de otra/s persona/s, de este momento, es una bendición.» Amortiguas las malas noticias, las transformas en buenas en tu cabeza creyéndotelo como nadie se lo creería para seguir caminando, transformas las burlas del colegio en aspectos que te motiven a seguir adelante; el veredicto de enfermedades, la resolución de una operación que se torna fallida; todo eso lo amortiguas, suavizas el impacto, tus emociones no se desprenden de la misma manera, y eso ayuda a seguir, a que todo parezca normal para las personas que te quieren. Porque siempre he creído que, de lo contrario, se podría generar un círculo «vicioso» espantoso, en el cual jamás he querido entrar. No sé si es lo correcto, o lo erróneo, pero es en lo que creía, que había que salir de ese bache como fuera, aunque por dentro esto implicase una «capa» más.

Por este motivo, de la misma manera que dice Jordi Nomen al principio, es tan importante la aceptación de nuestra fragilidad, la aceptación a fin de cuentas de que nunca es tarde para aprender; como es en este caso, aprender a sentirme vivo. A estar vivo de verdad, y no solo por lo que haya podido leer, estudiar, escuchar, profundizar, desaprender para volver a aprender. Sino también a tu predisposición a conocer personas nuevas, de tu entorno de trabajo que suman a tu ser, a tu esencia, quienes te ayudan a ver la vida de otra manera, que no es ni mejor ni peor, porque tiene más que ver con sentir que con vivir. Antes vivías; ahora sientes que vives. Los abrazos empiezan a notarse diferentes, los besos, las caricias, las miradas, las imágenes que te regala el propio día desde un amanecer (como el que vivimos mis amigos Jorge, Manu, y yo mientras íbamos a la carrera de las aficiones, y que el propio Jorge, en un intento de autoconvencerse por el madrugón diría: «Solo por este amanecer, ya ha merecido la pena.»)

Si tu predisposición en el aprendizaje personal de tu vida es la correcta, un día, sin esperarlo si quisiera, te encontrarás con la persona o las personas adecuadas, que lograrán hacer un click no solo en tu cabeza, sino en tu corazón, ayudándote a sentir más, y mejor, toda la información que le llega a tus sentidos. Información que ahora no tiene que superar capas, corazas, muros, filtros, porque con ese aprendizaje de vida desde una posición de humildad y amor has conseguido cambiar, has conseguido desaprender hábitos (que probablemente en tu momento te ayudaron), para generar otros nuevos que van más acordes con el momento que vives. Lo pasado ayuda a gestionar el presente, de tal manera que nos acompaña hacia un futuro incierto, pero seguramente enriquecedor porque será lo que nos toque vivir, lo que estemos llamados a ser.

Que tengan una muy buena semana, y si aún no sienten lo que es la vida de verdad, comiencen a hacerlo. Emociona, pero es realmente bonito. Un fuerte abrazo.

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Hoy pongo esta imagen, porque la historia que guarda es realmente bonita. Darío Benedetto, jugador de Boca Juniors, perdió a su madre con tan solo 12 años, que falleció mientras veía a su hijo jugar en las competiciones nacionales. El golpe fue tan duro que Benedetto abandonó el fútbol por varios años; pero motivado por su padre y hermanos volvió a los terrenos de juego. Desde ese momento se prometió que haría sentirse orgullosa a su madre en cada partido. Ayer volvió a marcar, en el primer partido de la final de la Copa Libertadores. Hay historias que son lecciones de aprendizaje.

«Ser maduro es respetar y respetarte y ¡entender el niño o niña que llevas dentro cuando negocia con el adulto que quieres ser, y el abuelo sabio que a ambos aconseja prudencia y cordura!». (Jordi Nomen)

Sentir, entender, y hacer

«Pablo es que por ejemplo, esto que nos estás contando ahora mismo a mi me está encantando, sé que me va a venir muy bien de ahora en adelante, pero también es verdad que nadie hasta ahora nos ha explicado cómo tenemos que hacer esto, ni cómo tenemos que hablar al público, o a otra persona.»

Llevo poco más de un mes con mi grupo de 1º de TEAS (antiguo TAFAD), y en ese poco espacio de tiempo he sido yo el que me he visto sorprendido, con aprendizaje a modo de reflexiones de sucesos que van aconteciendo en clase. El párrafo con el que inicio este nuevo post es una reflexión en voz alta que lanza uno de los alumnos, tras explicarles la manera de proceder en una presentación. Llevaban una semana de presentaciones, en grupos de 2-3 personas con un tiempo limitado, para presentar un tema concreto, y yo mientras tanto en cada exposición había ido tomando nota para posteriormente que ellos tengan el feedback en su email.

Pero aún con todo, creía oportuno que vieran cuáles son los cuatro aspectos que considero claves a la hora de realizar una presentación (mientras ellos iban recordando cómo había sido su presentación), de preparar una argumentación, un discurso, cómo enganchar, conectar, enamorar, a las personas que tenemos delante. Pues bien, el párrafo mencionado anteriormente a mi me deja de piedra y me planteó al instante la siguiente cuestión: ¿Qué les estamos enseñando a nuestros alumnos/as? ¿Qué les estamos transmitiendo a esos niños y niñas que, desde pequeñitos, ya están en la escuela? Si luego resulta que no saben hablar, comunicar, siendo ellos mismos quienes te lo reconocen.

A raíz de esta primera pregunta, comencé a conectar con el Máster Universitario de Humanidades que estoy cursando, y me acordé de la primera clase. En ella nos dijeron que para afrontar los comentarios de texto, los comentarios referentes a una obra literaria, nos debíamos plantear tres cuestiones: 1-. ¿Qué siento? Valorar y comprender. 2-. ¿Qué entiendo? ¿Qué significa? 3-. ¿Qué debo hacer?. Y en realidad, pensé, esto se puede (y creo que se debe) aplicar ya no solo como estudiante, sino como profesor y voy más allá, para la vida en general.

Cuando uno entra a una clase nueva debe valorar a los alumnos que tiene delante, comprender realmente quienes son cada uno de ellos, cuál es su historia, para de esa manera saber qué necesitan para continuar caminando hacia delante. Debo ser consciente plenamente de saber qué entiendo de esta situación, de la persona que tengo en frente, y qué significa para mí, porque la calidad del contenido que transmito está directamente relacionada con lo que él o ella espera de mí, las expectativas que tiene puestas en este proyecto sea del carácter que sea es una información sumamente vital para que se llegue a buen puerto. Y por último, qué debo hacer yo cómo persona, no como profesional, sino como persona.

Porque creo que este es un dato que olvidamos a menudo, unas veces porque no se termina de interiorizar, otras veces porque se pone la excusa de que hay contenido que dar porque luego vienen las auditorías, y un larguísimo etc de excusas para no hacer lo que se debe hacer, que no es ni más ni menos que mantener la balanza en equilibrio. Para conseguir esto debemos tener en cuenta que en cualquier contexto, ya sea una clase, una propuesta de proyecto empresarial; la afectividad, los sentimientos, las emociones, poner en juego mi inteligencia, mi lenguaje, mi diálogo, mi voluntad, mi libertad,  y todo lo que ello implica, me conduce de manera implícita a la búsqueda del bien, porque… ¿qué es lo que determina mi vida? La verdad del bien, la búsqueda de la verdad y del bien.

Esto nos lleva a plantearnos las mismas cuestiones que nos plantearon en esa clase: ¿A qué sabe la vida? ¿Cómo debo vivir? ¿Cómo puedo vivirlo hoy? Y todo ello, para finalizar,  me conecta con Parménides de Elea, quien afirma que «tengo que emocionarme, y saber captar ese destello. La realidad se presenta en unidad.» De la misma manera que esto debemos aplicárnoslo, debemos ser coherentes en la medida en que tratemos de aplicarlo con las personas con quienes vivimos día tras día. Es decir, como bien dice Parménides «si consigo que el mensaje que pretendo transmitir vaya acompañado de belleza, verdad, y bien, estaremos alcanzando la unidad, por tanto tengo un sentido.»

Y encontrando ese sentido a lo que hago, a lo que soy, y para qué estoy aquí, logro la felicidad ya no solo para mí sino para las personas que me rodean. Porque la felicidad «es una consecuencia, si alcanzo una de las tres alcanzo un grado de felicidad.» La realidad ni se puede ni se debe separar, es un compendio de una multiplicidad de factores lo cuales hay que tener en presentes.

Por todo ello, y enlazando con el principio de este post, debemos diferenciar en los docentes cuándo transmitimos instrucciones y cuándo transmitimos cultura. Se entiende por instrucción, según Gustave Thilbon, «cuando hablamos de meter cosas en la cabeza, y tratar la formación humana como «pienso»cerebral»Sin embargo, cuando nos referimos a cultura, aparece como «una creación continua, un alimento que desarrolla y perfecciona al sujeto que la asimila. O como bien diría Eduardo Herriot: «la cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo.» 

Y si esto lo trasladamos fuera de las aulas nos daríamos cuenta, si observásemos nuestro modo de comunicarnos, cuántas veces lanzamos instrucciones dando a entender que sólo nosotros entendemos del tema en cuestión, y cuántas veces comunicamos el mensaje en modo de cultura compartida, con pasión, humildad, y bondad. Les invito a que se analicen, a que se planteen las cuestiones que están en negrita en este post, y probablemente esto les ayude a comprender cuánta diferencia hay entre el profesional, la persona, que creen que son y la que en realidad proyectan.

Que tengan una muy buena semana, y como muy bien dice Gustave Thilbon, «es importante marchar, pero no podemos creer en la virtud infalible del movimiento como tal […]. Rechazamos marchar sobre todos los caminos y tras todos los rebaños. No marcharemos sino a condición de conocer el objetivo y de que ese objetivo sea la verdad y el bien. Si no, y esta palabra toma todo su peso de sabiduría y prudencia en el mundo en que vivimos, no echaremos a andar.» 

«Manejar la palabra es manejar magia.» (Gorgias de Leontinos)
«Solo el hombre virtuoso alcanza la verdad.» (Platón)
El amor tiene tanta fuerza como el destino.

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Ser lo que se ve

«¿Qué es un adulto? Es alguien que está ausente de su palabra y de su vida…y que lo oculta. Es alguien que miente. Miente no sobre esto o lo otro, sino sobre lo que es. Un niño se vuelve adulto cuando es capaz de semejante mentira profunda, esencial.» (Christian Bobin)

Honestidad para saber quién eres, coherencia para proyectar lo que eres, humildad para mantenerte siempre en esa imagen, y «bondad como único símbolo de superioridad«, como decía Ludwig van Beethoven, como leía hace muy poco en unas líneas escritas de una persona a quien aprecio mucho como es Jon Pascua Ibarrola. Cuatro elementos que considero básicos para alcanzar un estado de felicidad, desprendidos de todo y a la vez plenamente conscientes de cada instante. Cuatro contextos en los que, sin lugar a duda, la mentira no tiene cabida.

Porque con la mentira llega la falta de honestidad, la deslealtad, el cinismo, el ventajismo, o como diría el maestro Eduardo Galeano: «Perder es el único pecado que en el mundo de hoy no tiene redención. «Yo no creo que valga la pena vivir para ganar, creo que vale la pena vivir para hacer lo que la conciencia te dice que debes hacer, y no lo que te conviene.»  La mentira llega probablemente como el camino corto hacia el ansiado éxito para algunos, para evitar de alguna manera conversaciones, discusiones, reflexiones, o hasta conflictos (sí, también son necesarios) con personas con quienes no queremos, no deseamos, vivir o mantener una situación de ese tipo, por las consecuencias, por el qué dirán, o por lo que pueda suceder cuando esa conversación, esa discusión, o ese conflicto, llegue a su fin. Por todo ello, preferimos la mentira, hacer parecer lo que no es, hacer ver lo que verdaderamente no es.

No es cuestión de romanticismo, de misticismo, o filosofía elevada a la metafísica, sino que más bien tiene que ver con aquello que nunca se debió perder en la búsqueda de la felicidad. Porque la felicidad no está fuera, no está en el contexto, ni en las posesiones, ni tan siquiera en las amistades, está en nosotros y nosotras como punto de partida. Me explico. Cuando uno sabe quién es, lo asume, lo interioriza, y lo proyecta; es feliz porque no se ve forzado a hacer o decir nada que no esté en la misma línea de ese modo de vida que lleva cada día.

No tiene problema en esperar, porque sabe que todo llega cuando toca y no cuando uno realmente desea; no ve inconveniente en hablar, cuestionar, discutir, aportar, argumentar sin miedo alguno a la consecuencia porque elegirá siempre las palabras correctas sin dejar que la ira, la tensión, el nerviosismo, la mala percepción a la que te lleva un estado inadecuado emocional; sino que puede permanecer en un estado de completa Cabeza Azul, como explicaría mi buen amigo Álvaro Merino en una de sus ponencias argumentadas en un trabajo de estudio y análisis sobre los AllBlacks. Tiene mucho que ver con nuestra manera de mirar a la vida, y no con cómo percibimos o cuestionamos que la vida nos trata a nosotros.

Varias veces (anoche en la cena con un amigo increíble) me han dicho que es difícil que a mi la vida me vaya mal, porque aún cuando lo he estado, mi sensación es que estaba bien. El argumento que yo le di fue el siguiente: «Este año, para mí, ha tenido un aprendizaje muy potente que me ha marcado, sin duda, y que me permite vivir tranquilo siendo como quiero ser, como soy feliz siendo y viviendo. He aprendido que no somos nada, en comparación con la inmensidad que nos rodea, y que verdaderamente aquí estamos de paso, para dejar un legado, un servicio, una enseñanza. En el momento que eso suceda, nuestra tarea habrá acabado, finalizado, y nos iremos. No sé dónde, ni en qué forma, pero nos iremos. Te pongo un ejemplo a algo que yo he dado vueltas, como es el camino hacia el Doctorado. Un Doctorado que, en muchas ocasiones, está valorado como algo pesado, que genera cansancio, por todo lo que se debe cuidar, hacer, cada curso. Pues bien yo lo enfoco desde otro prisma, otra perspectiva: No solo conseguir el Doctorado, sino mantenerlo a la altura que corresponde, es la única manera de que mis alumnos/as crezcan. ¿Por qué? Porque mi doctorado no es para mí, es para ellos y ellas. Mi Doctorado se traducirá en experiencias, vivencias, horas de estudio, de reflexión, de análisis, de congresos, y de experiencias. Todo ello lo trasladaré cada año, cada curso, a mis alumnos y alumnas, para aportarles (o intentarlo al menos) un significado especial, un plus, un añadido, que suponga un valor añadido en algún momento de su vida más adelante. Si enfocas el doctorado de esa manera; todo adquiere sentido, que no es otro que dejar un legado.»

Recordando las palabras de Christian Robin del comienzo de este post, jamás podemos permitirnos estar ausentes de nuestra palabra, de nuestra vida, y mucho menos ocultarlo. Estar en posesión de tu palabra, ser dueño y no esclavo de lo que dices, te permite aceptar con absoluta humildad la vida que vives, y que sabes que debe ser aprovechada primero para seguir conociéndote, porque solo en esa reflexión interna llegamos a las personas con quienes vivimos, generando los contextos necesarios para el crecimiento, para ayudar a creer y en consecuencia a crecer. Y esa vida plena solo se consigue con una herramienta: Amor. Porque como dice genialmente Christian Robin, «el amor no ensombrece lo que ama. No lo ensombrece porque no intenta tomarlo. Lo toca sin tomarlo. Lo deja ir y venir. […] El amor es libertad. La libertad no va con la felicidad. Va con la alegría. La alegría es como una escalera de luz en nuestro corazón. Conduce hasta mucho más arriba que nosotros mismos, hasta mucho más arriba que ella misma: hasta donde no hay nada más que atrapar, salvo lo inatrapable.»

En conclusión, esa manera tan auténtica de vivir, que genera paz y tranquilidad, solamente se logra cuando eres honesto, eres coherente, eres humilde, y tienes presente que la bondad es el único símbolo de superioridad que puede existir. La calidad de tu persona se traduce en la calidad de tus relaciones, de tus amistades; atraes lo que iluminas; conectas con aquello que ayudas a brillar. Recuerda, eres las experiencias que otras personas te han regalado, y gracias a los contextos que en su momento generaron para que tú crecieras. Tenlo presente.

«Ilumina lo que amas sin tocar su sombra.» (Christian Bobin)

Que tengan una muy buena semana, y disfruten de la vida. Un fuerte abrazo.

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