Brillar cuando llueve

«Lo mismo es nuestra vida que una comedia; no se atiende a si es larga, sino a si la han representado bien. Termina donde quieras, mientas pongas un buen final.» (Lucio Anneo Séneca)

«Papá, ¿te acuerdas de antes de que cumpliera 5 años? Desde los 3 a los 5 años era una llorona. Lloraba todos los días. El día que cumplí 5 años, decidí que no lloraría más. Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Y si yo puedo dejar de lloriquear, tú puedes dejar de ser un cascarrabias.» Esta es la contestación que le da Nikki a su padre, Martin Seligman; una contestación que como muy bien dice mi amigo Luismi (quien me dio a conocer este momento con el que inicio el post) es una reflexión tan potente que cambiaría la forma de Martin Seligman de entender el mundo, y de entenderse. Como muy bien me decía en el mensaje mi amigo: «Se puede ser y dejar de ser. Dentro de los límites de la física, la biología y el realismo.»

No se me ocurría mejor manera de comenzar este post, que comenzarla de manera conjunta con él, con Luismi, con uno de los buenos, de los grandes, con uno de esos leales que más allá de sumar, me multiplican. Porque este post va de esto, de lo que podemos cambiar, de que debemos cambiar porque el cambio es crecimiento, de que el cambio comienza en nuestra día a día con la compañía que elegimos, con lo que leemos, con lo que escuchamos, y con cuánto aprovechamos el tiempo mientras estamos con esas personas. En unos momentos en los que llegan las Navidades, ese momento que viene como anillo al dedo para la reflexión, para organizar encuentros, para comprobar cuánto y a la vez nada hemos cambiado cuando estamos con quien realmente somos, y no con quien forzamos una identidad que nada tiene que ver con nuestra esencia.

Esta lectura, este momento en el que quedamos tú y yo, querido lector, quisiera que fuera un momento para recordar lo que verdaderamente es importante, cuál es el concepto de triunfar en esta vida (que no es mío, sino de Jordi Nomen, pero me parece tan acertado que sería estúpido no compartirlo contigo); cuál es el verdadero motivo de vivir la vida que nos ha tocado; para qué estamos aquí, cuál es nuestra función; lo que deberíamos de empezar a hacer bien, y los detalles que deberíamos pensar en comenzar a cuidar. Allá voy.

Porque si tu mayor deseo es triunfar, recuerda que triunfar, tener éxito, tiene mucho que ver con lo que dice Jordi Nomen: «Triunfar es distinguir la verdad de la mentira, los tonos de gris que hay en el blanco y el negro, y saber hacer del error el fundamento para avanzar con acierto. Triunfar es vencer el miedo de fracasar sabiendo que el principal fracaso es no haberlo intentado. Por último, hijo, triunfar es tener la íntima satisfacción de saber superar los retos y ayudar a los demás a superar los suyos, ofrecer y pedir ayuda, esculpir el propio perfil de quien quieres ser, sin negar de dónde vienes ni dejar de crecer. Triunfar, hijo, significa, dejar huella y descubrir el amor por el trabajo bien hecho, anticipo del amor por uno mismo y por los demás. ¡Yo también quiero que seas un triunfador, hijo mío!»

De la misma manera, creo que a veces se nos olvidó que aquí estamos para hacer la vida un poco mejor de las personas que tenemos cerca, con quienes convivimos día tras día. Es fácil brillar en los días de sol, y cuando uno tiene el ánimo perfecto.  Pero tu vida verdaderamente cobra sentido cuando, aún en tu peor día, por una discusión o el motivo que sea, ves los ojos tristes de la persona que tienes delante, y entonces quitas el botón de automático, pasas de poner el foco en ti a ponerlo sobre la otra persona, para arrojar un poco de luz, un poco de energía, una sonrisa, un abrazo, un «vamos, que esto lo sacamos», con cariño, con amor. Desprenderse de uno mismo, para poner el foco en la otra persona es un acto de humildad tan potente, que hace que la llama de la esperanza vuelva a brillar. Hoy más que nunca es tiempo de esperanza, es tiempo de brillar, y ayudar a brillar. Es fácil que la llama brille en día soleado; lo difícil es que aún cayendo la mundial de agua, tú aguantes esa llama y la mantengas viva. Porque como dice mi amigo Rafa, #siemprehayquesumar .

Y referente a los detalles, me viene a la mente la frase de Epicuro de Samos: «Quien no considera lo que tiene como riqueza mayor es infortunado aunque sea el dueño del mundo.»  Volvamos a recuperar la sensibilidad de cuando éramos pequeños, ese nivel de percepción, de sorpresa, de asombro que nos lleva a la alegría por todo lo que tenemos, que es mucho más de lo que imaginamos, y recodemos siempre no porque lo que tengamos implica que siempre va a estar ahí. De la misma manera que podemos llegar a ser completamente idiotas por añorar lo que no tenemos, podemos llegar a ser sumamente tontos no aceptando que la vida que tenemos es un regalo, que las personas que conocemos por amigos son una bendición; pero también convendría recordar que todo lo bueno, hay que atenderlo y cuidarlo para que la magia jamás desaparezca.

Porque la magia no te la da la Navidad. La Navidad nos ayuda a recordar lo que fuimos, los momentos que vivimos, las sonrisas que una vez aparecieron en nuestra boca y que vimos en nuestros padres, abuelos, primos, amigos. Pero la Navidad también nos invita a recordar que esto no debería darse solo en estas fechas; que más bien Navidad debería ser cada día de nuestra vida, porque la magia está en nosotros. No está en nada externo; lo externo puede ayudar más o menos, pero la magia está en ti, en tu corazón, en la manera en que miras al mundo, dar sin esperar nada a cambio, dar desprendiéndote por completo de ti porque vives y actúas del modo en que eres feliz, y eres feliz porque lo haces según aquello en lo que crees. Porque como dice Martin Seligman al comienzo del post, «se puede ser y dejar de ser». Yo te invito a que seamos, a que estemos, a que nos reconozcamos, hoy y siempre, con el único fin de ser felices. Eso es lo que para ti deseo, querido lector, que hoy y siempre seas feliz sabiendo valorar lo que tienes, en lugar de pensar en lo que podrías tener.

Que tengan una muy buena semana, y feliz Navidad. Recuerden, la magia está dentro de vosotros. Un fuerte abrazo

«El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del caballo negro (placer) y acompasarse con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.» (Platón)
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, pues, no es un acto, sino un hábito.» (Aristóteles)
«A lo largo de mi vida profesional, de quien más he aprendido es de los directivos humildes. Gente que combina visión, pasión, exigencia y humildad. Personas que encarnan un modo de hacer que compatibiliza la ambición de los negocios y de los proyectos con un talante personal contenido. Los grandes desafíos requieren grandes compromisos, y la altivez nunca fue la madre de compromisos consistentes. Y, finalmente, los directivos humildes no necesitan decirlo todo, hacen de la brevedad una forma de respeto a los demás. Procuran no ocuparles demasiado espacio, saben que su gente también tiene trabajo. Respetar a su gente significa no convocarla a cualquier reunión.» (Xavier Marcet)
«Bello es lo que nos conmueve, sea cual sea la textura de la piel que lo recubre. Hay belleza en la sonrisa carcomida del mundo porque la belleza, intuyo, no depende de lo admirado, sino de la calidad de la mirada que lo percibe o el sentido admirativo que se recrea y de la pureza del corazón que lo siente.» (Jordi Nomen)

 

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