Cosas vs acciones

«Cuando me pregunto qué sigue ya no tengo respuesta, entonces eso la verdad me genera bastante angustia. Creo que ese es el problema, por lo que se vuelven locos los más grandes. Llega un momento en el que haces todo lo que querés, cumplís todo lo que querés. Por eso trato de tener una vida bastante tranquila y ordinaria, porque si llega un momento en el que cualquier cosa que quieres la tenés, entonces no existe margen para la frustración, no existe motivo para ser feliz, no existe motivo para levantarte porque ya lo tenés todo. Es en ese momento cuando me viene la angustia, porque veo que se me va a ir de las manos y no quiero que sea ahora.»

(Duki)

Quiero despedir este año 2023 con esta reflexión que nos regalaba el cantante Duki el pasado 1 de diciembre, mientras se encontraba en la presentación de la gira de sus próximos conciertos. Instantes después de esas palabras, tuvo que abandonar la sala de prensa visiblemente emocionado. Y la reflexión que a mí me genera, es que quizás debiéramos sustituir una palabra por otra, reemplazando la palabra «cosa» por la palabra «acción.»

Si llevamos nuestra mirada hacia las cosas que se pueden comprar, hacia lo que se vuelve alcanzable, hacia lo tangible, en un momento u otro puedes llegar a sentir que la vida carece de sentido, que no encuentras la felicidad por más que la persigues, por más que la compras. Nunca te abandona esa sensación de que siempre te falta un poquito para llegar. Sin embargo, te propongo ahora ese cambio de palabras, introduciendo la palabra acción. ¿Qué es lo que sucede? Que una acción va ligada a un sentido, a un propósito trascendente, que va mucho más allá de ti mismo. El sentido y el propósito deben ser dignos, decentes, moralmente intachables y eso solamente se llega a conseguir cuando eres capaz de mantener tu brújula interior siempre enfocada.

Lograr mantener esa brújula interior siempre bien enfocada implica conocerse y reconocerse, crecer y ayudar a crecer, amar de verdad, emocionarse, no dejar nunca de dar las gracias, ser humilde y aprender de cada instante, de cada persona y de cada lección que te regalan. Mantener nuestra brújula interior siempre bien enfocada es, en definitiva, cultivar nuestro interior para dar lo mejor de nosotros mismos, para que cada decisión que tomemos sea desde la dignidad, desde la integridad y la decencia, recordando que el cómo vivimos, es mucho más importante que lo que conseguimos. Cuando nuestra brújula interior está bien enfocada, nos lleva hacia un norte donde las cosas dejan de ser importantes, los sitios dejan de ser relevantes y donde lo realmente esencial es cómo y con quién vives cada momento, cada instante, en esa ruta, en ese camino, que te lleva hacia un norte que no te conduce a ninguna meta final, siempre será una meta volante que te planteará la misma pregunta: ¿Y ahora qué?

Una pregunta que no está relacionada con cosas, sino más bien, contigo, con tus inquietudes, con tu crecimiento personal, con aprender cada día un poco más y mejor, para saber cómo darte a las personas que quieres y que te quieren. Es una pregunta, además, maravillosa, porque te permite recordar permanentemente que la felicidad, eso que se tiende a perseguir a veces hasta con un punto de desesperanza, no es otra cosa que estar aquí y ahora. Que la felicidad es saber apreciar la belleza de cada instante, como lo que realmente es, un momento que no se volverá a repetir. Cuando se adquiere este nivel de conciencia, uno empieza a percibir y a saber diferenciar, lo que es importante y lo que es urgente. Y llegados a este punto, lo que uno pide cada noche al acostarse es que lo importante, las personas que amas, tengan la mejor salud posible para seguir disfrutando de este maravilloso viaje que es la vida. Todo lo demás, deja de ser relevante.

Por ello, para este nuevo año 2024 que está a puntito de llegar, les deseo la mejor salud posible para seguir caminando hacia delante, una brújula interior siempre bien enfocada que les ayude a tomar las decisiones correctas a cada momento y mucho amor, para quererse bien y querer como se merece a las personas que están a tu lado. Que el amor de verdad, la actitud de campeón y la nobleza de su corazón, les lleven por un 2024 cargado de salud, paz y felicidad, un abrazo muy grande.

«Atreverse es perder el equilibrio momentáneamente. No hacerlo es perderse a uno mismo.»

(Soren Kierkegaard)

«La perfección moral lleva consigo que se viva cada día como si fuere el último, sin apresurarse ni amilanarse ni obrar con ficción.»

(Marco Aurelio)

«Sólo el árbol que ha resistido las embestidas del viento es realmente vigoroso, porque es en esa lucha cuando sus raíces, puestas a prueba, se hacen fuertes.»

(Séneca)

«Eres lo que compartes.»

(Charles Webster Leadbeater)

«Es mucho más hermoso iluminar que simplemente brillar; de la misma manera que es más hermoso transmitir a los demás lo que se ha contemplado que sólo contemplar.»

(Santo Tomás de Aquino)

Caminando juntos

«Cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio de estar vivo, respirar, pensar, disfrutar y amar.»

(Marco Aurelio)

Hace dos noches me emocionaba con mi mujer, mucho, recordando las primeras clases con nuestros alumnos de 1º TSEAS y 1º TSAF DUAL, en especial con una de las clases en las que hablábamos sobre las preguntas básicas. Preguntas como «¿cuál es el mayor reto conseguido? ¿qué puedo aportar? ¿cuál ha sido mi peor momento?» nos permitieron generar un espacio para la escucha desde el corazón, para compartir momentos y, al mismo tiempo, darnos cuenta de cuántos puntos en común tenemos, cuánto compartimos.

Pero hubo un instante que me emocionó mucho, al leer los objetivos individuales y colectivos que se marcan para este curso: «Ser feliz y tener un trabajo que me llene. Trabajar en algo que me dé validez y llevar una vida con la que me sienta satisfecho y equilibrado. Sacarnos el grado siendo felices. Ayudarnos para salir adelante. Ser mejor que ayer.» Cuando como profesor te pones delante de la pizarra y lees cada uno de estos objetivos, no puedes evitar emocionarte. La educación, la formación, nos permite la gran suerte de poder generar estos momentos que son la mejor palanca posible para que quieran crecer, querer avanzar y caminar hacia delante. Es una tremenda responsabilidad que se transforma en felicidad diaria cuando estás con ellos, cuando sientes la fuerza que les da sentirse escuchados de verdad y que les miras con optimismo, con ilusión, transmitiendo ganas, energía y por qué no, empezar a pensar que puedo llegar hasta donde me proponga a base creer, a base de insistir y ser constante.

Estuvimos hablando también de la importancia de seguir siendo agradecidos, de recordar que tenemos una cama donde dormir, una familia en la que sujetarnos y seguir creciendo, un plato de comida, un desayuno, un vaso de leche caliente. Según vas diciendo esto notas cómo se perciben las caras emocionadas, porque estás haciéndoles recordar por todo lo que han pasado para llegar a estar donde están sentados, en ese aula, esperando aprender tanto como sea posible. Y es en ese instante cuando te das cuenta, de que esa emoción, esa ilusión máxima que tienen, es lo que te hace a ti ir cada mañana a dar clase a la universidad como un auténtico avión. Es lo que te hace generarles preguntas, hacerles pensar, ayudarles a crecer generando el mejor contexto posible, a base de autenticidad, honestidad, coherencia y sinceridad. Un profesor nunca debe darle a un alumno lo que quiere, sino lo que necesita. Tener la capacidad para afrontar conversaciones difíciles, escuchando desde el corazón y hablando con honestidad, sin dañar a la persona.

Ayudar a crecer a un grupo de alumnos, a un equipo deportivo o a un departamento, es estar dispuestos a cambiar la velocidad, con tal de llegar juntos al objetivo común, haciendo el camino juntos. Como decía Dave Cooper, «ser vulnerables juntos es la única manera que un equipo tiene de volverse invulnerable.» Aprender, crecer, mejorar, para ser como muy bien decía uno de ellos mejor que ayer. Que tengáis una muy buena semana, un fuerte abrazo.

«Felicidad. Una palabra que la empleamos poco y que es la base de la vida. Lo más grande que le puede pasar a un ser humano es trabajar en lo que te gusta y levantarte a la hora que quieres. […] Lo más importante es ser número uno en la vida.»

(Pepe Domingo Castaño)

Talento infinito

Recién comenzado el verano, uno como profesor, entrenador de fútbol; formador en definitiva, tiene más tiempo para pensar, para reflexionar, sobre lo acontecido en este curso o temporada y así ver hacia dónde vamos en la formación de nuestros estudiantes, de nuestros deportistas. A veces, como decía Leiva en una entrevista reciente, es necesario «volver al punto de partida para recordar por qué empezaste.» Esa debería ser la primera pregunta que, una vez terminado todo, te vuelvas a formular: ¿Por qué decidí ser profesor/a, entrenador/a, formador/a? Mi respuesta la tengo clara: el desarrollo del talento.

Cuando hablo o pienso sobre el concepto de talento, me vienen a la cabeza dos reflexiones tremendamente genuinas. La primera es de José Antonio Marina, quien define el talento «como la inteligencia bien dirigida.» Es decir, la capacidad para tomar buenas decisiones, que sean eficaces y eficientes al mismo tiempo. Generar en nuestros estudiantes, en nuestros deportistas, la capacidad de analizar, pensar, razonar y posteriormente decidir, escogiendo la solución más adecuada para ese determinado problema, en ese contexto concreto, de manera autónoma y por sí mismos.

Por otro lado, instantáneamente me viene a la memoria la reflexión de Jorge Valdano, quien en otra entrevista definió el talento como «la velocidad punta de la inteligencia»; introduciendo de manera más palpable si cabe la unidad de tiempo, es decir, ser capaz de tomar decisiones en el menor tiempo posible, con gran capacidad de anticipación al rival para de esa forma generar ventaja, ocupando espacios, habilitando compañeros, para hacer gol. Y aquí se me plantea una duda, ¿el objetivo es simplemente hacer gol? Si lo trasladamos a la educación, ¿el objetivo es simplemente aprobar o sacar buenas notas? Para mí, creo que aquí está uno de los errores cuando nos ponemos a programar, a planificar y desarrollar lo que será el curso que viene o la temporada que viene.

El talento, para mí, es todo lo mencionado anteriormente más pasión, emoción, voluntad y, todo ello, multiplicado por equipo. ¿Por qué? Es sencillo. Cada uno de nosotros, cuando está en la butaca del espectador, ¿qué nos emociona? Efectivamente; el talento en su máximo exponente. Ahora bien, para que esto se produzca en un contexto de competición, en un contexto de tantísima exposición de cara al público, ¿cuál es el trabajo previo a realizar? Generar en ese deportista, en ese alumno, el contexto en el cual crezca mientras se potencia aquello que le apasiona, aquello que le emociona. ¿Para qué? Para que encuentre un sentido en lo que hace, una utilidad, un significado especial que le lleve a esforzarse, a trabajar más y más, para así desarrollar su voluntad. Y, en consecuencia, su autonomía. Las personas, cuando encuentran el sentido y propósito de su tarea cotidiana, transforman el esfuerzo obligado en voluntad compartida. Y justo ahí, aparece el aroma de equipo.

Es en ese instante cuando cada uno comprende que necesita del otro, porque en la vida ,si existe una competición, esa debe ser única y exclusivamente consigo mismo, en lugar de contra el otro. Dice Zygmunt Bauman que «las aptitudes que más necesitamos para dar a esa esfera pública una oportunidad razonable de recuperación son las relacionadas con la interacción con otras personas: dialogar, negociar, comprenderse mutuamente y gestionar o resolver conflictos que inevitablemente surgen en todo ejemplo de vida compartida.» Como profesores, entrenadores y formadores, deberíamos enfocarnos mucho más en generar el contexto más adecuado, pasar posteriormente al cómo desarrollamos nuestra metodología con ellos, descubrir quiénes son, ayudarles, guiarles hacia su talento y así, juntos, llegar a qué queremos que aprendan. El concepto, la idea, las definiciones a aprender, siempre las van a tener a mano; por esa sencilla razón importa mucho más que, a partir de lo que les emociona, lograr que generen sus herramientas en un contexto lo más parecido posible al que luego se encuentren en su vida adulta, ya sea en su trabajo o en la competición.

Uno solamente llega a descubrir su talento, aquello que le apasiona, cuando empieza a conocerse de verdad. Pero para eso hay que dar, previamente, un pasito de valentía, un pasito de atrevimiento para reconocerse y saber quién eres, con tus virtudes y tus defectos, aceptándote tal y como eres. Solamente así comienzas a conectar, comienzas a sentirte vivo, a sentir que puedes aportar como persona. Conocerse y reconocerse es, al mismo tiempo, evitar dar ciertas cosas por hecho, porque a veces te puedes sorprender descubriendo, como decía Leiva, que «todo lo que me acompleja, quizás sea lo que más conecta.» Y uno solamente empieza a quitarse los complejos, los miedos, los temores, y pasa a descubrir lo que más le conecta con el mundo cuando percibe cariño y exigencia desde pequeño, en el deber de tratar de ser su mejor versión cada día.

Ese deber es el que debemos trasladar a nuestros estudiantes, a nuestros deportistas, a base de cariño, de respeto y al mismo tiempo exigencia con lo que uno es y consecuente con la persona en la que quiere convertirse a futuro. Esa misma persona que vemos nosotros, cuando los tenemos delante, cada día, como formadores. Formar es generar oportunidades de crecimiento, para que poco a poco se desarrolle el talento infinito que toda persona tiene dentro de ella. Por la sencilla razón consistente en que, cuando el talento toca la partitura con cariño y ternura, consciente de que ese instante es finito, la emoción que se genera en su corazón y en el de las personas que lo ven, se convierte en un momento mágico e infinito.

Que tengáis una muy buena semana y sed valientes, sigan creciendo, sigan hacia delante y mirando a la vida con ilusión, con una sonrisa y tratando a cada instante como lo que es, un momento que no volverá a repetirse. Un abrazo muy grande,

«Siempre te pone otra copa»

«Muchos entrenadores pueden gritarte o ser simpáticos, pero lo que hace Pop es distinto-relata el entrenador auxiliar Chip Engelland-. Hay dos cosas que para él son imprescindibles: siempre te dice la verdad, sin andarse por las ramas, pero al mismo tiempo te apoya a muerte.»

Cada vez cuesta más encontrar equipos de trabajo con mayúsculas, esa clase de equipo en el que cada uno está dispuesto a hacer lo que haga falta por la persona que tiene a su lado. Y al mismo tiempo, quizás por esa sencilla razón más me apasiona profundizar sobre este tema, aprender cómo se genera, se construye y se mantiene de forma duradera en el tiempo un equipo de trabajo de verdad, un equipo que multiplica su rendimiento año tras año.

Por eso, hoy quiero compartir contigo lo que he leído y he estudiado sobre Gregg Popovich, uno de los mejores entrenadores de la NBA de todos los tiempos, sobre su comportamiento diario con los jugadores, cómo entiende que debe funcionar un equipo para alcanzar logros deportivos excepcionales.

Pensó en Tim Duncan como eje del equipo, de la franquicia, el jugador en torno al cual formar un equipo. Y para ello, se fue de viaje a Islas Vírgenes, donde vivía él, con el fin de conocer a la estrella universitaria. Pasaron cuatro días recorriendo la isla, conociendo a la familia y amigos de Duncan, a nadar en el mar y hablar de todo un poco, salvo de baloncesto. Quería conectar con esa estrella universitaria, ahondar un poco más y comprobar si era lo bastante duro, desinteresado y humilde. Con el paso de los años y el transcurso de las temporadas, ambos forjaron una suerte de relación paternofilial, una conexión de confianza absoluta y despojada de todo tipo de formalidad.

Ahora, para conocer cómo entabla la relación con el resto de jugadores, nos trasladamos a una mañana del 4 de abril de 2014, en la que se respira un ambiente tremendamente incómodo. La noche anterior, los Spurs pierden contra los Oklahoma City Thunder, desaprovechando además una pronta ventaja de 20 a 9, para luego abandonarse a una serie de canastas fallidas y pérdidas de balón. ¿Y cómo entra Gregg Popovich a ese entrenamiento? Con una bandeja de cartón con fruta, un tenedor de plástico y una sonrisa cruzada de lado en la cara. Deja su bandeja y empieza a dar vueltas por el gimnasio, mientras charla con todos y cada uno de sus jugadores. Un toque de codo por aquí, un toque de hombro por allí, les habla en distintos idiomas, se ríe, le brillan los ojos, cómplices, atentos. Como diría R.C. Bunford, director general de los Spurs: «Así es como entiende Pop las relaciones. Siempre te pone otra copa.»

Unos minutos antes, los Spurs se habían reunido en la sala de vídeos para repasar el partido. Se esperaba un visionado de errores, fallos tácticos pero, contra todo pronóstico, lo que salió en la imagen cuando Popovich pulsó el botón fue un documental de la CNN sobre el quincuagésimo aniversario de la Ley del Derecho al Voto. Cuando terminó, Popovich empezó a hacerles preguntas. Siempre hace el mismo tipo de preguntas, personales, directas, centradas en lo fundamental. ¿Y todo esto para qué? Para transmitir la idea de que hay cosas más importantes que el baloncesto, con las que todos estamos conectados. Aprovecha estos momentos para conectar a todo el equipo, para hacerles sentir unidos e integrados.

Otro aspecto importante, es cómo los Spurs organizan el plan de comidas y cenas de equipo. Por un lado, están las cenas de equipo, reuniones habituales del equipo al completo. Después vienen las cenas de grupos más pequeños, encuentros de unos pocos jugadores. Y por último, todas las noches que pasan fuera antes de un partido, están las cenas turísticas. Las organiza Popovich, elige él los restaurantes, a veces incluso dos por noche, para explorar.Y no se trata de organizar cenas que se olvidan al día siguiente; sino momentos que quedan reflejados de forma imborrable en un libro forrado en cuero con los menús y las etiquetas de los vinos que se consumieron en cada local, que se entrega a cada entrenador asistente y a cada jugador. Conectar, conectar y volver a conectar.

De tal forma que, si atendemos a los detalles anteriores, se pueden desgranar los tres puntos gracias a los cuales el método de comunicación de Popovich es tan eficaz:

  1. Establece una conexión personal y cercana, que se traduce en el siguiente mensaje: <<Me importas>>.
  2. Evalúa el rendimiento, dejando bien claro que aquí las expectativas son muy altas.
  3. Genera una perspectiva del entorno, que se traduce en <<La vida es más importante que el baloncesto.>>

De esta forma, Gregg Popovich fija un primer plano creando una conexión individualizada, después abre un plano medio con el que muestra a sus jugadores la realidad de su rendimiento y por último, un plano general para que vean el contexto en el cual acontecen sus interacciones. Todo ello, combinado con absoluta maestría, da lugar a un flujo constante de evaluación mágica en la cual cada momento, cada instante, cuenta a la hora de conformar un patrón relacional.

Por último, quería compartir contigo el momento de mayor cohesión que se produjo en los Spurs. Sucedió el 18 de junio de 2013, en Miami. Los Spurs estaban a punto de ganar su quinto campeonato de la NBA y estaban tan confiados que tenían reservada toda una sala en el restaurante Il Gabbiano. El transcurso del partido parecía dar por hecho ese campeonato, tanto que se puso champán frío en cubos de hielo. Y entonces se produjo el desastre. Miami obtuvo el empate, fueron a la prórroga y ahí el desenlace fue de victoria para Miami.

Tanto los jugadores como entrenadores asistentes dieron por hecho que irían al hotel, pero Popovich tenía otros planes, gritando: ¡Familia! Quiero veros desfilando a todos hacia el restaurante. Pop se fue antes para el restaurante, mandó mover las mesas porque quería que todo el equipo se sentara en el centro, con los entrenadores cerca, rodeados por un círculo externo con las familias. Pidió los entrantes y platos preferidos de los jugadores, eligió el vino y se sentó. Quienes estaban allí con él preparando todo, dicen que nunca le habían visto en ese instante tan triste. Pero, acto seguido, tomó un trago de vino, respiró hondo y se centró en lo que el equipo necesitaba. Saludó a todos los jugadores, repartió abrazos, sonrisas, chistes, conectando con todos los jugadores. Les dedicó tiempo para darles las gracias y reconocer su trabajo. En definitiva, todos empezaron a salir de su silencio, para volver a conectar.

Se tiende a tener la idea equivocada de que un líder, un jefe, un gestor de grupo, está para amplios discursos, para aparecer en primera línea y acaparar los elogios. Por eso, hoy quería compartir contigo el que para mí es uno de los mejores ejemplos que se pueden poner, cuando se habla de cuidar de un equipo, generando un contexto en el cual tu equipo se siente seguro, tienen un futuro en común y todos están conectados. El hecho de que las conversaciones fluyan, de que cada persona dentro del equipo se sienta en la libertad de expresar, opinar y más importante aún, sumar, va mucho más allá de correos interminables o reuniones formales que no conducen a ningún sitio. La confianza para dar pie a esa conversación se genera porque se comparten momentos, en contextos diferentes, que permiten a cada uno sentirse escuchado y apoyado. Y esto, creo, es lo que cualquier persona querría sentir cada día en el equipo del cual forma parte.

Que tengas un muy buen inicio de semana, un fuerte abrazo.

«El envoltorio puede ser importante, el contenido debe serlo.»

(Paco de Lucía)

«Elige una ruta que en el fondo de tu alma no te avergüence.»

(Hiromu Arakawa)

Virtud y felicidad

«Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente. Pero andan a ciegas, cuando tratan de encontrar aquello que hace feliz la vida. No es fácil, por tanto, conseguir la felicidad, pues, con cuanto mayor afán uno la busca, más se aleja de ella, si ha equivocado el camino.» (Séneca)

Es justo en esa búsqueda de la felicidad cuando aparece la virtud, como cualidad de la persona que afronta la adversidad que se le pueda presentar en el propio transcurso del camino. Un camino que, por otro lado, todos esperamos que conduzca a la tan ansiada felicidad. Séneca nos regala una lección maravillosa consistente en entender, realmente, la importancia de la virtud para llegar a comprender que la felicidad no es un lugar, no reside en un concepto material concreto o determinado, ni tiene que ver con llegar a una estación determinada. La felicidad, por el contrario, se logra cuando el camino se recorre de manera virtuosa. Pero, ¿en qué consiste esto?

Consiste, como bien dice el propio Séneca, en evitar que «os atemoricen aquellas pruebas que los dioses inmortales ponen como estímulos al alma. La adversidad es ocasión de virtud. Y con razón serán llamados miserables los que se anegan en una felicidad desmedida, donde como en un mar tranquilo los detiene una calma nunca rota. Cualquier trance que les sucediere será una novedad: las cosas adversas atormentan más a los faltos de experiencia.» Porque justamente en eso, o al menos para mí, consiste vivir de manera plena y feliz, en acumular tanta experiencia como sea posible.

En estos tiempos en los que existe un elevado grado de incertidumbre, de temor, de preocupación, de querer encontrar respuestas a preguntas de manera permanente, quizás afrontar el día a día como un constante aprendizaje y permanente ejercicio de superación, en equipo y de manera conjunta, de mantener la calma afrontando la adversidad como una oportunidad de mejora personal sea más necesario que nunca.

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Cualquiera de nosotros desearía que estos momentos que vivimos jamás hubieran sucedido, partimos de esa premisa clara e inequívoca. Pero toda vez que nos encontramos aquí es imprescindible para tomar buenas decisiones pensar con calma, ordenar nuestros pensamientos y mirar dentro de nosotros tal y como nos invita a hacer Séneca: «Busquemos algo bueno, no en apariencia,sino sólido y valioso, y más hermoso aún por su interior. Ahondemos, no está lejos. […] . Vida feliz es, pues, aquella que sigue su naturaleza, que no se puede alcanzar más que con alma sana y en perfecta posesión de su salud.» Cuidemos el alma, desarrollemos nuestra virtud tratando de afrontar los pequeños o grandes obstáculos que la propia vida nos va deparando a cada instante y evitemos la comparación, el mirar a la persona que tenemos al lado porque eso solamente genera un desgaste innecesario que nos quita fuerzas para vivir nuestro camino de manera plena.

Un camino que, por otro lado, es mucho más bonito, pleno, enriquecedor y valioso cuando lo transitas en compañía de las personas a quienes amas, a quienes quieres ver felices cada día de tu vida, personas a quienes cuando ves sonreír tu corazón siente que puede absolutamente con todo. Todo camino necesita de amor para comprender, entender, sentir, emocionarse, no por grandes cosas materiales sino por la esencia de la vida: sujetar con fuerza la mano de la persona a quien amas, ver a tus padres sanos y felices, sentir los logros personales y las alegrías de tus amistades más cercanas como tuyas, como propias y celebrarlas de manera especialmente emotiva. Esa es la verdadera felicidad y me atrevería a decir que la manera más auténtica de vivir la vida.

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Como muy bien dice el maestro Séneca: «Quien está bien fundado, quiera o no, se sentirá inundado de una continua alegría de un supremo gozo venido de lo más hondo, pues vive contento con sus bienes sin codiciar otra cosa de sí. ¿Por qué, entonces, no ha de valorar estas cosas y compararlas con las pequeñas, frívolas y constantes movimientos de nuestro cuerpecillo? El día en que se sienta esclavo del placer, será víctima del dolor.»

Que tengáis una muy buena semana, un fuerte abrazo y feliz vida.

«Buscar la serenidad me parece una ambición más razonable que buscar la felicidad. Y, quizá, la serenidad sea una forma de felicidad.» (Jorge Luis Borges)

«El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes.» (Winston Churchill)

 

La verdadera victoria

«La competencia que hace crecer al ser humano es la de cada ser humano consigo mismo.» (David Dóniga Lara)

«Saber quién y cómo eres» dos preguntas fundamentales, y que sin embargo en la mayoría de las ocasiones se plantean tarde en el mejor de los casos, y en la mayoría de las personas no tienen la oportunidad de encontrar a otra persona que se las plantee. Dos preguntas que abren la llave a la posibilidad de generar un verdadero y auténtico auto concepto; dos cuestiones que son el pistoletazo de salida para trabajar en el incremento de la auto confianza, de la auto estima, y el enfoque de la atención en lo que realmente importa: tu camino.

No hablo de tu camino de manera individual, egoísta, y que solo lo recorres tú; porque si algo he dicho en numerosas ocasiones es que somos quienes somos, gracias a las personas con quienes recorremos ese camino. Me refiero, más bien, a evitar la comparación, a evitar como dice muy bien mi amigo David Dóniga, «que los demás sean mi instrumento de medida para medir mis logros, para darme valor.» Tendemos siempre a la comparación cuando los niños son pequeños, con frases tan penosas como «eres el mejor»; acompañadas de palmadas en la espalda que se convierten, con el tiempo, en frustraciones de un grado desmedido que no saben gestionar ni controlar.

Como bien me decía una de las personas más especiales que tengo en mi vida, «tienes que tener muy claro quién eres, y cómo eres, porque eso es lo que te permite ponerte en valor, teniendo muy presente qué es lo que mereces y qué no, aplicado a todos los ámbito de tu vida.» De hecho, hablando de lo que merecemos hay una frase que siempre repito a mis alumnos al terminar las sesiones: «No se conformen con menos de lo que merecen.»

¿Por qué? Porque normalmente, se tiende a infravalorar lo que uno tiene dentro de sí, el potencial que hay en su corazón, en su persona, y en lo que puede llegar a ser. Todos necesitamos que se tiendan puentes de conversación verdaderos, mediante el uso de la pregunta como palanca clave, para que suponga una invitación verdadera a recorrer el camino que merecemos disfrutar, y vivir. Porque la vida no se gana, se disfruta. Porque cuanto más se disfruta, más se crece.

Pero al mismo tiempo, es muy difícil disfrutar de la vida si uno no sabe quién es, cómo es, y no la vive con verdadero amor, con verdadera pasión. Porque como dice David, «sacar lo mejor de ti mismo y estar un poco más cerca de tu potencial servirá, a la vez, a los demás, como estímulo y ejemplo de mejora que incentivará su movimiento, provocará su contagio, su contaminación positiva.» Solamente podemos contagiar de esa manera cuando sabemos quiénes somos realmente, qué tenemos dentro que nos hace diferentes, y qué podemos sumar a las personas con quienes compartimos nuestras vidas. Porque los dones, si no son para compartirlos, carecen de sentido.

Y de ese modo, cuando uno entiende que la vida es ponerse «a disposición del rival, del compañero o del amigo al que nos enfrentamos, ya sea para ganar un premio, alcanzar un ascenso o sacar una sonrisa a un niño, implica comprender que, si damos lo máximo de nosotros, exigiremos al oponente que dé lo máximo de sí mismo, y viceversa» (David Dóniga Lara); solo entonces uno logra comprender que ha logrado ser la mejor versión de sí mismo, siempre con la ayuda de las personas especiales que hay en su vida, y con ello ha logrado la verdadera victoria.

Una victoria que sólo será verdadera, que solamente será auténtica, cuando realmente sepas quién eres, y cómo eres. Dos preguntas a las que dar respuesta es una tarea que se logra compartiendo tu camino con personas que te quieren de verdad, queriéndolas escuchar, y hacerles partícipe de tu crecimiento personal. Un crecimiento personal que está plagado de momentos, de conversaciones, de sonrisas, de miradas que no necesitan hablar, de abrazos, besos, reflexiones; que te llevan de manera verdadera, auténtica, a saber quién quieres ser, y cómo quieres ser.

Que tengan una santa Semana Santa, y nunca dejen de sonreír. Siempre hay una persona que necesita la luz de nuestra sonrisa.  Un fuerte abrazo.

«Ganemos o perdamos, ese resultado será anecdótico y celebrado por ambas partes. La verdadera victoria, gracias a ambos, habrá sido ser la mejor versión posible de uno mismo. Ese es el verdadero crecimiento.» (David Dóniga Lara)
«Nunca tengas miedo a tomar una decisión por miedo al fracaso, al «qué te dirán»; si estas convencido de que es lo que quieres, insiste. Ve a por ello, una y otra vez, más aún si tienes claro que vales mucho.»

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El cambio de perspectiva

Es sorprendente cuánto puede llegar a cambiar nuestra mirada, conforme pasa el tiempo, transcurren los años, y las vivencias pasan por nuestra piel. O puede que no, puede que todo pase delante de nuestros ojos, nada nos afecte, y por tanto no se produzca cambio alguno. Por ese mismo motivo se me planteaba esta cuestión: ¿Cómo y por qué cambiamos?

Hay una frase que últimamente resuena muchísimo en mi cabeza, en mi corazón, y que se le ha dicho en numerosas ocasiones a una persona muy especial para mí, consistente en lo siguiente: «La calidad de nuestras relaciones está relacionada, de manera directa, con la calidad de nuestras conversaciones.» Porque las conversaciones parten de personas, de encuentros, y los encuentros se dan porque existe una voluntad de al menos dos personas por encontrarse, verse, conocerse, o seguir conociéndose. Y a su vez la voluntad  parte de nosotros, de nuestro interior, de nuestro ser.

Dicho esto se debe ser consciente de que para que una conversación afecte, para que una pregunta cale hondo en nuestro corazón, o un consejo, el mensaje de una mirada diferente nuestra, debe haber una predisposición al menos a escuchar de manera verdadera, que no es lo mismo que oír. No, me refiero a escuchar. Porque escuchar, más allá de la capacidad auditiva, es desprenderse de uno mismo para centrar tu atención en la otra persona, en toda su persona, en lo que dice y cómo nos lo dice. Porque el cómo importa, y mucho. Porque la magia está en el cómo dices lo que sientes.

Querer crecer al mismo tiempo es reflexionar sobre lo que esas conversaciones te aportan, al mismo tiempo que implica un análisis de tu discurso, de tu argumento, durante esas conversaciones para también darte cuenta de cuánto aportas tú a la otra persona, porque una conversación siempre es bidireccional, sino pasa a ser un monólogo que termina teniendo un final irremediable más pronto que tarde. Para que me aporten, debo aportar. Para que me sumen, yo también tengo que aprender a sumar. Porque en el momento que quiero sumar, cambio mi postura y estoy reconociendo que mi versión siempre se puede mejorar, porque solo suma quien aprende, y solo aprende quien reconoce que cada día puede estar lleno de aprendizajes.

Y esos aprendizajes, que suelen conducir a transformaciones personales auténticas y verdaderas, no vienen solamente porque seamos muy buenos, porque estudiemos mucho, leamos siendo perfectos autodidactas. Eso puede valer, pero no es suficiente. Ese aprendizaje, ese contenido cultural, esa experiencia de vida, si no tiene misión, si no va acompañado de un «para qué», pierde todo su sentido. Además de ello, los mejores aprendizajes (hablando por mi experiencia), uno se va dando cuenta de que proceden de personas maravillosas, que basándose en la pregunta como eje principal de las conversaciones, acompañándola de una mirada que te penetra hasta lo más profundo de tu corazón, logra al menos cambiar tu postura, y acceder a contemplar el tema a tratar desde otra perspectiva, con otro color, con otra mirada.

Tu mirada cambia porque logras que cambie tu corazón, y cuando eso se produce, contemplas la realidad de una manera totalmente diferente. Esto lleva a pensar que esa persona maravillosa que tocó la tecla correcta, en el momento adecuado, y de la manera idónea, te quiere mucho. No te quiere porque te dé la razón en todo; todo lo contrario, te quiere porque te comprende, te entiende, te respeta, pero te invita siempre a mejorar porque cree en ti, porque su confianza en tu persona es ilimitada. Por eso te hace cuestionar, dudar, reflexionar; no con la intención de que te sepas peor que ayer; sino con la firme intención de que contemples una determinada parte de tu vida de una manera que, hasta hace muy poco, ni te planteabas.

Nuestro corazón se hace grande en la medida en que lo inyectamos de conversaciones poderosas, con personas increíbles que nos quieren de verdad, que confían y por ese mismo motivo quieren que no seamos tan rígidos.  Si algo llevo aprendido de un tiempo a esta parte, es que una persona puede llenarte de la manera que menos esperabas, llegando a contemplar tu vida de una manera que no imaginabas que fuera posible. Pero para llegar a ese punto, hay que mover tu voluntad. Hay que acceder a desprenderse de uno mismo, saber qué tipo de personas quieres en tu vida, porque en función de las conversaciones que mantienes con tus amistades, con tu pareja, con tus compañeros de trabajo, tu vida se enriquece o se empobrece por momentos.

La importancia de la mirada, la calidad de nuestro corazón, nos lleva a poder contemplar cada encuentro con esas personas, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros estudiantes (en el caso de ser profesores), como un magnífico instante de oportunidades. De oportunidad para ti por poder aprender de ellos, y de oportunidad para generar esa confianza que tanto necesitamos todos para sacar lo mejor, para seguir con paso firme subiendo nuestro particular Everest, pero siempre recordando que en equipo los objetivos saben mucho mejor, que la vida compartida sabe triplemente mejor, y que es absurdo aprender, leer, incrementar tu conocimiento en definitiva, si no es para otra misión que dejar ese legado en las personas con quienes convives día tras día.

Por tanto, cuidemos nuestras conversaciones, cambiemos nuestra postura, nuestra predisposición en ellas, y estaremos cuidando nuestras relaciones. Hagamos brillar esas personas de la misma manera que lo hace el artesano, y estaremos viviendo cada día con una mirada limpia, profunda, sincera; y un corazón que es capaz de regalar momentos sencillos, pero sumamente extraordinarios. Abrazos que van de corazón a corazón; un «gracias» o un «te quiero» con una mirada que penetra hasta lo más profundo de la persona, son los gestos más sencillos, pero de un valor incalculable.

Que tengan una muy buena semana, y si pueden, vean la ponencia de comparto justo a continuación. Un fuerte abrazo, y sigan sacando su mejor versión cada día.

«Es necesario perdonar para poder avanzar. Tener humildad para reconocer que estamos equivocados.»
«Lo más importante para mí es descubrir cómo es cada individuo. No conoces a estos chicos antes de venir y tienes que descubrir con qué tipo de personalidad tratas. Quién es callado, quién es extrovertido, quién es el más inteligente, quién entiende de qué hablas más rápido…Aprendes a entender a la gente y formas opiniones sobre sobre quién encajaría en qué situación. Para mí, eso es lo más divertido, la parte psicológica. Todo el mundo conoce el talento de los jugadores, pero para mí, lo más importante es conocer quiénes son.» (Gregg Popovich)
«-¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar. 
-No me importa mucho el sitio. 
-Entonces, tampoco importa mucho el camino.» (Lewis Carroll, Alicia en el país de las Maravillas)
«Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.» (Jorge Luis Borges)

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Aceptar y amar

«Es difícil conseguir que el bote vaya tan rápido como uno querría. El enemigo, desde luego, es la resistencia del agua, ya que hay que desplazar la cantidad de agua equivalente al peso de los hombros y el equipo, pero esa misma agua es lo que te aguanta y ese mismo enemigo es tu amigo. La vida es igual: los problemas que tienes que superar también te aguantan y te dan más fuerza para superarlos.» (George Yeoman Pocock)

Cada año en la semana que cae mi cumpleaños lógicamente es un motivo de celebración, de encuentro con las personas que más quieres, e incluso puede suceder que no veas a todos los que quisieras. Pero todas esas semanas tienen en común un nexo de unión: la emoción con la que la vivo, y la reflexión que viene al final de esa semana.

No se puede explicar con palabras lo que ha podido suponer en mi corazón esta semana, por las personas con quienes he podido compartir cada día desde el sábado pasado hasta hoy domingo. Momentos increíbles, amor, risas, abrazos, bromas, reflexiones, que me llevan a pensar en lo afortunado que soy, sinceramente. Pero además de esto, quería hoy compartir con el lector una de las ideas más importantes que me ha ha hecho reflexionar en estos días: la aceptación del pasado y de la incertidumbre.

Aceptación del pasado para ser capaz de valorarlo siempre como algo positivo, como una fuente de energía permanente que me lleve a pensar que gracias a lo vivido soy la persona que soy, para no caer jamás en el victimismo. Que me pueda emocionar, sí, pero siempre para darme fuerzas cuando lo necesite. Siempre, para respirar hondo antes de acometer un nuevo reto, mirar atrás en mi particular Everest y decir: Mira todo lo escalado, mira cada paso dado, cada huella dejada en la nieve es una huella que has dejado en las personas que están a tu lado, de la misma manera que tú dejas huella con tu manera ser en aquellas personas que te quieren. Que siempre mirar atrás sea para tener, si cabe, un motivo de más para seguir creyendo en ti más fuerte que nunca.

Y por otro lado, la aceptación de la incertidumbre que a veces intentamos controlar sin darnos cuenta de que es simplemente imposible. El exceso de control a veces puede generar ansiedad, estrés, que nunca ayudan y siempre restan. Sin embargo, si pasamos de intentar controlar a vivirlo todo lo máximo posible, el aprendizaje posiblemente sea mucho más favorecedor para nosotros. Esto me lleva a la frase en inglés que leí en su momento, y que me encanta: «Tú no siempre necesitas un plan. A veces tú solo necesitas respirar, confiar, ir, y ver qué pasa.» 

Con el paso del tiempo, con la ayuda de las personas adecuadas que te quieren, con tu predisposición a aprender de ellos, uno se da más cuenta si cabe de que no hay nada mejor que el amor. No hay motor más potente que amar. Amar tu vida, amar lo que haces, tener un motivo lo suficientemente potente como para levantarte cada mañana de la cama y querer ir a por todas, doblando la apuesta si hace falta. La actitud de quien sabe que lo importante es la dignidad con la recorres el camino de tu vida, y no los resultados finales que vas consiguiendo. El amor te permite aceptar, te permite escuchar, te permite llorar de emoción. Te da la posibilidad de conocer a personas increíbles. De ser respetuoso, comprensivo, y bondadoso con todos los que te rodean.

En la parte final de un documental sobre la vida de Michael Jordan, lo afirmaba de esta manera: «Lo más grande del juego del baloncesto, para mí, es la pasión. El amor que tengo por él. Porque cuando tú amas algo, lo llevas al extremo con tal de mantener el amor. Eso es lo que hace el amor. El amor hace lo necesario para mantener esa conexión. Si no hubiera mantenido este amor, hubiera sido imposible haber alcanzado todas estas cosas en las que hemos estado hablando. Y de verdad, es este amor el que me ha llevado a ser el mejor jugador de baloncesto que podría ser. Ser el mejor en algo implica que tienes que sentir un amor desmesurado para sortear todos los obstáculos que se van poniendo en tu camino. » Y esto, si me permitís, se puede llevar a todas las facetas personales: amistades, relaciones de pareja, trabajo, deporte. Es necesario sentir amor desmesurado por todo lo que hacemos.

Es ese mismo amor el que nos permitirá, como decía la frase en la pasada jornada de Santo Tomás de Aquino en nuestra universidad, tener «gratitud y perdón por el pasado, pasión por el presente y esperanza para abrazar el futuro.» Y como bien decía el fragmento del nuevo libro de Álex Rovira, de una foto que me mandó una de las personas más especiales que tengo en mi vida: «Por eso no olvidemos nunca amar sobre los tres pilares de los que hablado en estas páginas: ama comprendiendo, cuidando e inspirando. Harás la vida de los demás más plena y, con ello, la tuya.»

Por tanto, llego a la conclusión de cuán importante es la aceptación del pasado desde una perspectiva positiva que te dé fuerzas para seguir creyendo en ti cada mañana, generar amor y magia a cada instante de tu vida regalando momentos únicos a las personas con quienes vives en tu día a día, y estar enamorado de la vida que tienes para que ese amor te de la ilusión, la motivación, necesarias para que en el futuro más próximo que son las próximas horas, como mucho mañana, siga saliendo la mejor versión de ti mismo, la mejor sonrisa, que tus ojos sean auténticos cañones de fuego que generen calor y energía en quien los mira. Porque todos, absolutamente todos, no solamente necesitamos brillar, es que nos lo merecemos. Merecemos un chispazo de alegría que nos haga ver la vida cada día, aún con todas las adversidades que se pueden presentar, como una oportunidad única de aprendizaje y crecimiento personal.

Que tengáis una muy buena semana, os deseo lo mejor hoy y siempre. Un fuerte abrazo, y por favor, nunca dejéis de sonreír.

«Quien ame en plenitud habrá encontrado el sentido de su vida. Amar es vivir y vivir es amar. Amemos mientras vivimos y vivamos mientras amamos. Parafraseando al poeta Miguel Hernández, todos llegamos con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y es nuestra responsabilidad cuidarnos de las tres. Feliz viaje: buena vida, buen amor, buen trabajo y, por supuesto, ¡buena suerte!» (Alex Rovira)
«Nietzsche dijo que debíamos poner en nuestras vidas la seriedad que pone el niño en sus juegos.» (José Ortega y Gasset)
«Siempre he tenido la ambición de ser el mejor constructor de botes del mundo; y sin falsa modestia, creo que he conseguido ese objetivo. Si vendiera Boeings, me temo que perdería el aliciente y me convertiría en un hombre rico, pero en un artesano de segunda. Prefiero seguir siendo un artesano de primera.» (George Yeoman Pocock)



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Ser consciente de lo vivido

«Qué bonito es saber que siempre estás ahí, quiero que sepas que voy a cuidar de ti. Qué bonito es querer y poder confiar. Afortunado yo, por tener tu amistad.» (Manuel Carrasco)

El pasado fin de semana me volvió a suceder. Quizás por la cena, el momento, por la persona con la que estaba, por el recuerdo del que estábamos hablando; me emocioné tanto que no pude evitar llorar por pura emoción. «Necesitas hacer esto más a menudo; no eres consciente de todo lo que has hecho Pablo.» Y efectivamente, creo que a día de hoy no lo soy. Quizás porque di por hecho que ese esfuerzo era lo que tocaba; o probablemente porque no le he dado el significado que tenía. Sin embargo, ahora al echar la vista atrás, me emociona mucho hablar de ciertos temas a los cuales es muy probable que no les haya dado la importancia que merecían. No importancia por repetirme a mí mismo «qué bueno soy»; pero quizás hubiera sido bueno para no dudar tanto de mí en momentos posteriores.

La conversación giraba en torno a las amistades, y de manera concreta hablaba de mi amigo Rafa Selles. Recordaba la semana en la que aprobé Anatomía, y luego posteriormente Fisiología del ejercicio en la última oportunidad que tenía en Junio, para evitar de esa manera ir a Septiembre. Última ocasión para sacar un curso, y una carrera, que sin duda había ido de menos a más. Pero con esa asignatura lo había pasado realmente mal porque por mi problema de audición y el tono de voz de la profesora no me enteraba de las clases, no conseguía escuchar bien, me sentía frustrado (otra vez esa sensación que creía olvidada en la ESO) por no sacar esa asignatura en concreto, y a su vez concluir la licenciatura. Es cierto que hubiera sido tan fácil como solicitar una tutoría antes de llegar a este punto tan extremo, pero el pensamiento mío era que jamás había tenido ayuda anteriormente (y la había solicitado), por mi problema de audición; no la iba a pedir ahora en la Universidad. Lo había convertido, casi sin querer, en un reto personal.

Y recordaba con muchísimo cariño como Rafa se quedó conmigo todas las noches a estudiar, a repasar los conceptos más importantes de la Fisiología del ejercicio, esquemas y más esquemas. Recuerdo perfectamente cómo me eché a llorar diciéndole que no podía, que no aguantaba más, que creía que no iba a aprobar, y él ahí, incansable, inagotable, con esa sonrisa que tantas veces me ha devuelto cuando sabía que estaba tocado. Recuerdo el calor tan abrasador que hacía en esas últimas semanas, que estábamos deseando terminar, irnos a casa, y ahí seguíamos, a machete, haciendo lo posible por sacar esa examen. Jamás se me olvida una de las mañanas siguientes, cuando miré el expediente académico, vi la nota (aprobado), y vi el expediente académico completo. No pude aguantar, tuve que cerrar la puerta de mi habitación, y romper a llorar, porque se me pasaba en mi cabeza toda una carrera, todos esos años, todos esos momentos. Recordando el primer día con mis padres, subiendo por la carretera de la Universidad para ver las instalaciones, cuando ante mi asomaba el reto más bonito que podía afrontar. Todo lo andado, todo lo recorrido, para llegar a este momento que tanto había deseado. Recordando todo esto no pude aguantar las lágrimas, mientras me decía «es bueno, y recomendable, que esto lo hagas más menudo, sacar todo lo que tienes dentro.»

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Muchas veces la propia vida nos marca un ritmo demasiado acelerado, frenético, que hace que no demos importancia al momento que vivimos, ni a recordarlo simplemente con el cariño que se merece. No es una cuestión de darse importancia, más bien creo que es una cuestión de recordar con verdadero cariño, con verdadero amor, todo lo que vamos haciendo y consiguiendo, la persona en la que nos vamos convirtiendo conforme vamos caminando en el camino que es nuestra vida. Probablemente la edad, la experiencia es un grado, te va pausando, te vas tranquilizando, y vas notando cómo percibes todo de otra manera completamente diferente. Pero también creo que influye mucho el dejarse desaprender, para volver a aprender. Escuchar a las personas adecuadas, leer los libros adecuados, aceptar recomendaciones, consejos con gran humildad sabiendo que lo que te dicen es desde el cariño, para que puedas sacar lo mejor de ti. Todo ello conforma un crecimiento brutal en lo personal, que logra que percibamos cada día como se merece, como una oportunidad para brillar tú; y en consecuencia para ayudar a brillar a quienes tienes a tu lado.

Vivir, creo, consiste en aprender constantemente a saber disfrutar del momento, del presente, de lo que tenemos sin dejarnos llevar por lo que nos tratan de vender desde fuera; ser capaces de obviar todo el bombardeo que recibimos en forma de objetos materiales, cosas externas, que no dan la felicidad aunque intenten convencernos de lo contrario. Vivir es saber apreciar la sonrisa de un amigo que va a verte mientras estás dando la clase, aunque tenga que coger un vuelo y vaya justo de tiempo. Vivir es saber enamorarte de unas vistas preciosas desde un lugar maravilloso, saber apreciar la belleza del atardecer, de la brisa y el frescor de los atardeceres de verano, el olor a primavera.Vivir es, para mí, saber valorar todo lo que has vivido cada noche y que te dé fuerzas para afrontar cada mañana con la mayor de las ilusiones.

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Esa noche lloraba porque me acordaba de mis momentos con Rafa, lloraba porque me acordaba de que había sacado una licenciatura de CCAFYD con la ayuda de mis amigos de clase, sin escuchar todo lo bien que escucho ahora, y sin saber que tenía una enfermedad como era la Hepatitis C que me estaba produciendo ya un cansancio notable, y yo sin saberlo. Yo creyendo, una vez más, que era normal sentirse así, y que por tanto había que lidiar con ello, aceptarlo, transformarlo de una excusa a un punto más de motivación, y que no fuera nunca un lugar ni espacio, ni momento, para la queja. «¿Te das cuenta de todo lo que has conseguido?» Era la pregunta esa noche; ahora creo que puedo decir que sí, que solo ahora es cuando empiezo a ser consciente.

Muchas veces en nuestro día a día se nos presentan las dudas, los temores, de una manera que nos hacen olvidar que por más grandes que sean, la única manera de lidiar con ellos, es enfocarse en el presente (que es lo único que podemos controlar), y aún pudiéndolo controlar tener claro que habrá ocasiones en que el futuro no sea el que esperábamos, pero sí el que nos toca afrontar. Y si aún con todo, no creemos en nuestras capacidades, echa la vista atrás. Mira lo que has recorrido, lo que has vivido, y cómo saliste fortalecido de todo cuanto afrontaste:

«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No!. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de Arena.» (Haruki Murakami)

Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y por favor, sepan disfrutar de una manera más auténtica de todo cuanto tengan. Les recomiendo que se paren a ver el vídeo, es de las mejores ponencias que he visto.

 

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Nuestra gran virtud

«Cada virtud solo necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.» (Michel de Montaigne) 

Somos el resultado de las fuentes de las que bebemos, como bien diría mi amigo Álvaro Merino. Hace muy pocos días lo hablaba con una persona muy especial para mí, la idea de qué importante es elegir bien, y concretando sobre todo en tus amistades, en tus relaciones. Muchas veces no somos conscientes de cuánto nos pueden llegar a sumar o restar, multiplicar o dividir, resultando todo ello en una transformación positiva o negativa. De nosotros depende, es cierto, pero…¿cómo se llega a ese nexo de unión tan potente?

Amor es, sin duda, el ingrediente esencial para cualquier tipo de relación. Porque amar es a su vez respetar, comprender, entender, aceptar, todo lo que la otra persona es en su esencia, sin atender a otro tipo de aspectos que le rodeen, aspectos que nada tienen que ver con nuestra persona, aspectos que van más allá de lo material, de una cuenta corriente, de posesiones, nada de eso tiene que ver con lo supone una amistad, una relación verdadera. Se dice que los amigos de verdad son pocos, pero tiene su lógica: Pocos son aquellos y aquellas que están dispuestos, al igual que tú, a comprender, entender, y aceptar; en definitiva a amar.

Y esto a su vez es perfectamente aplicable a la pareja. A veces idealizamos demasiado el concepto de amor de pareja, de la misma manera que se idealiza desmesuradamente quien dice que tiene muchos amigos. El amor de pareja está lejos de marcarse en un contexto de Mr Wonderful, pero como dice esa misma persona tan querida para mí, hay que reivindicar también el derecho a estar mal algún día, a estar fastidiado o fastidiada por una mala noticia, por un bache emocional producto de algo que no sale como quieres, no pasa nada, de hecho es bueno. Es bueno sentir como, después de la oscuridad, se puede volver a resurgir como el ave Fénix.

Es bueno y necesario que en este camino de la vida tus amistades, tu pareja, te vean en tus días buenos y no tan buenos, en diferentes situaciones, en diferentes contextos, cómo asimilas y asimilan el éxito, el fracaso en un proyecto (siempre será mejor fracaso que error, porque error implica inmovilismo y por tanto no crecimiento personal); cómo aceptas una crítica constructiva, cómo te dejas aconsejar o no, de la misma manera que ves en ellos y ellas cómo calan tus consejos, tus opiniones, tus planteamientos compartidos. Todo esto que al final es una relación verdadera y auténtica, si observamos, siempre se sostienen bajo tres pilares: comprender, entender, y aceptar.

Por tanto, cuidar tus relaciones personales es cuidar tu calidad de vida, es al mismo tiempo cuidar de una manera minuciosa, cotidiana, pausada, tu crecimiento personal, tu avance, tu progreso como persona, como amigo, como hijo, como pareja, es en definitiva decidir cada día en base a las decisiones que tomamos cuánto deseamos crecer, cuánto estamos dispuestos a desaprender para volver a aprender, soltar las viejas creencias y abrazar nuevas opiniones, nuevos puntos de vista, nuevos contextos, que en muchas ocasiones nos marcan, nos dejan una huella emocional tan bonita, tan insuperable, que implica a su vez un gran crecimiento significativo personal.

Como diría Xavier Marcet al comienzo de su libro, debemos evitar por todo los medios la mediocridad. Y para ello,  señalo alguno de los puntos que me parecen muy interesantes: 1) La importancia de pensar2) Respetar a los que arriesgan3) Admirar el talento y otorgarle prioridad4) Respetar mucho el esfuerzo.5) Liderar es servir6) La autenticidad es la nueva core competence diferencial.7) Evitar la autocomplacencia.8) Talento llama talento.9) Ser buena persona, preferir la honestidad.  Y me detengo aquí en este valor de la persona, honestidad, porque lo considero como uno de los aspectos esenciales de la persona, que a su vez determina en un alto grado todas sus relaciones. Un valor que puede responder, perfectamente, a esta pregunta: ¿cuánto vales tú como persona?

Evitar la mentira, no aceptar comprarse bajo ningún precio, es algo que hoy en día se pone a prueba de manera constante, en diferentes contextos, en diferentes niveles, pero es una realidad que existe. Y no es cuestión de la cantidad de dinero de la que estemos hablando, sino más bien de educación, de aquello que nos han enseñado en casa, aquello que nos han enseñado que es lo más importante, y que verdaderamente de manera incuestionable, debe seguir siendo lo más importante durante toda nuestra vida. Evitar la traición, la mentira, la crítica desmedida, tiene que ver con aquellos valores innegociables que siempre hemos defendido. Tiene mucho que ver con la fuerza de la palabra tuya, la fuerza de la palabra de todas y cada una de tus amistades en cada tema tratado, en cada promesa, en cada hecho, en cada vivencia. Quizás no te reporte un beneficio cortoplacista, pero a largo plazo, conforme vayas recorriendo el camino de tu vida (un camino que jamás recorres solo, porque de la misma manera que nos necesitan, necesitamos de esas personas que tanto queremos; y porque más allá de necesidades, la vida compartida siempre sabrá doblemente mejor) te darás cuenta de que haberte mantenido siempre fiel a tu palabra, el hecho de haber sido honesto y sincero, te reportará momentos inolvidables que quedan marcados para siempre en nuestro corazón.

Y esta, en definitiva, creo que es nuestra gran virtud, nuestra esencia que a su vez está compuesta de la persona que decidimos ser cada mañana desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama buscando ese momento de descanso y paz con uno mismo, ese momento de pausa en el que uno quizás es más consciente, si cabe, de lo importante que es cuidar la calidad de nuestras decisiones porque son las que determinan la calidad de nuestras amistades, de nuestras relaciones y, a su vez, son las que marcan con una intensidad imborrable en nuestro corazón los momentos que vivimos, que compartimos, mientras avanzamos en un viaje en el cual el secreto probablemente sea no cansarse jamás del paisaje, como diría el bueno de Jon Pascua Ibarrola. Somos lo que somos gracias a la manera en que vivimos; y si algo puedo deciros, es que cuanto más auténtico eres, más momentos inolvidables te regala la vida.

Feliz año, deseo de corazón que todos vuestros sueños, retos, objetivos, se cumplan poco a poco, pero recuerda una cosa. Los mejores objetivos, los mejores retos, que se terminan consiguiendo son los que se logran en equipo. Concluyo con un fragmento de un relato que, creo, os sonará:

-Adiós-dijo el zorro-. Aquí está mi secreto. Es muy simple: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos-repitió el Principito a fin de recordarlo. -Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. -Es el tiempo que he perdido en mi rosa…-dijo el Principito a fin de recordarlo. -Los hombres han olvidado esta verdad-dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…-Soy responsable de mi rosa…-repitió el Principito a fin de recordarlo. 

«Aquel que tiene un «por qué» para vivir se enfrenta a todos los «cómo». (Friedrich Nietzsche.)

«No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es. No estamos en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios.» Alejandro Jodorowsky)

«Serás tan valioso para los demás, como lo hayas sido para ti mismo.» (Marcus T. Cicero)

«Sí-escucha decir a alguien el guerrero-. Necesito entenderlo todo antes de tomar una decisión. Quiero tener la libertad de cambiar de idea. El guerrero desconfía de esa frase. También él puede tener la misma libertad, pero eso no le impide asumir un compromiso, aunque no se comprenda exactamente por qué lo hizo. Un guerrero de la luz toma decisiones. Su alma es libre como las nubes en el cielo, pero él está comprometido con su sueño. En su camino libremente elegido, tiene que levantarse en horas que no le gustan, hablar con gente que no aporta nada, hacer algunos sacrificios. Los amigos comentan: Tú no eres libre. El guerrero es libre, pero sabe que horno abierto no cuece pan.» (Manual del guerrero de la luz)

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