Lecciones detrás de una puerta

«Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente. Pero andan a ciegas, cuando tratan de encontrar aquello que hace feliz la vida. No es fácil, por tanto, conseguir la felicidad, pues, con cuanto mayor afán uno la busca, más se aleja de ella, si ha equivocado el camino.»

(Séneca)

Estábamos viendo mi novia y yo uno de los capítulos de la serie HIT (por cierto, altamente recomendable) cuando en uno de los sucesos, por un momento, mi mente se iba muy lejos de allí y en concreto aterrizaba en mi etapa del colegio.

Era una tarde de primavera muy calurosa, con un sol de justicia y aunque no recuerdo ni lo que sucedió antes ni lo que ocurrió después, ese instante lo tengo grabado como si fuera ayer. No recuerdo cómo ni por qué, pero de repente me vi encerrado en el baño de las chicas, con no menos que seis o siete «machotes» obstaculizando la puerta, primero cerrada y luego con ellos delante. Burlas, ofensas, mientras no me dejaban salir. Pero si algo tenía claro, es que iba a salir, ya lo creo que sí.

De repente, encontré la manera yéndome hacia el fondo del baño para coger carrerilla y lanzarme hacia ellos. Si se apartaban, perfecto. Si no lo hacían habría un golpe bastante serio pero no me importaba, del mismo modo que a ellos no les importaba reírse de mí. Sucedió lo primero, según me vieron venir las caritas iban cambiando y se apartaron al instante, desapareciendo toda la «valentía» que podían mostrar seis indecentes delante de una puerta aunque uno de ellos mientras pasaba me diese una colleja, sí, por la espalda, como los cobardes, como lo que eran.

Es sorprendente cómo puedo recordar todos esos momentos con una claridad realmente alta, cómo aparecían esas risas durante los dictados en clase de lengua porque era yo el que siempre preguntaba al profe si podía repetir. O cómo también era yo el que preguntaba en los listenings de inglés si también podían volver a repetir ese fragmento de audio, porque lógicamente con ese aparato de audio tan pésimo un chaval con un apenas 60% de audición no podía seguir, ni de lejos, ese ritmo y entender lo que se decía en el audio. Adaptaciones curriculares, creo que lo llaman ahora. Varios de esos profesores aún, probablemente a día de hoy, siguen sin entender que en ese momento necesité ayuda por su parte.

De cada una de esas experiencias aprendí como alumno que se va a convertir en adulto que la vida no es fácil, no es nada sencilla, pero que siempre hay un motivo de más positivo por el que seguir en la pelea: tus padres, tu pareja, tus amigos de verdad, tus sueños, tus metas. Que ellos te apoyarán, te querrán y estarán ahí, pero que a veces las decisiones y las elecciones dependen única y exclusivamente de ti.

En segundo lugar, como profesor que ahora soy, hace tiempo que me hice la promesa consistente en que sabría mirar y escuchar con el corazón a todos mis alumnos, para evitar en la medida en que esté en mi mano la falta de atención que yo sentí en esos años de colegio. Porque estoy firmemente convencido de que todos guardan un don, un talento, que en el contexto adecuado y con las dosis de confianza, motivación y compromiso adecuadas pueden hacer que se conviertan en las personas que estás llamadas a ser.

Y por último, aprendí que todas esas situaciones solo se superan con amor, amor verdadero que evita cualquier rencor y que te ayuda a que no te importe tanto la vida de los demás para saber cómo les va a quienes te hicieron daño, como sí la tuya, asegurándote de que tu enfoque, tu energía, tu ilusión y motivación están enfocadas de la manera correcta. Un amor que entiende muy poco de palabras pero, en cambio, lo es todo en los actos, en la manera de proceder día a día, en tu comportamiento, en tu mirada, en tu sonrisa y en el brillo de tus ojos. Eso justamente, una sonrisa y brillo en los ojos, es lo que todos necesitamos todos los días, cuesta 0 € y a veces supone una inyección de energía que transforma más de lo que se puede imaginar.

Que tengáis una muy buena semana, un fuerte abrazo y ayuden a brillar, a crecer, que la vida si es compartida sabe doblemente mejor.

«No hay que amar a lo que enseñas, si no a quiénes enseñas. Sentirte como compañero, yo siempre me he sentido en mi ya larga carrera universitaria (puede sonar raro, o que suene como suene), me he sentido amigo de mis alumnos. […] Lo que realmente somos es lo que hemos aprendido, lo que nos han enseñado y eso no tiene nada que ver con una enseñanza aprendizajoide, sino con una enseñanza de comunicar sentidos, de comunicar inquietudes, de comunicar crítica. […] Enseñar a los alumnos a mirar, a hacerse ser humano se hace uno antes enseñando a mirar. Enseñando a mirar una naranja, a mirar cómo pasa el agua en el transcurso de un río, o mirar el cielo.»

Emilio Lledó

«La cultura no se mide solo en la mayor cantidad de museo, de bibliotecas, de medios de comunicación, sino en ese otro más diario y modesto rasero, en el que hayamos sabido enseñar a mirar, a amar la mirada, en el que hayamos aprendido a convertir los ojos infantiles o juveniles en <<visión>>, y enriquecer, así, la luz del sol con la luz íntima y singular de cada inteligencia.»

(Emilio Lledó)

«Decidamos, pues, a dónde queremos ir y por dónde. Pero, no sin ayuda de persona experimentada, que conozca bien el camino por donde queremos ir, pues en este viaje no se dan las mismas condiciones que en otros. En éstos siempre hay algún sendero, y los lugareños a quienes preguntamos no permiten extraviarnos. Aquí, en cambio, el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña.»

(Séneca)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s