Dar el primer paso

Decía José Antonio Marina que el talento es la inteligencia bien dirigida y por ello podríamos llegar a deducir que esa inteligencia bien dirigida es la que nos ayuda a tomar las decisiones correctas, las adecuadas para cada momento. ¿Pero cómo decidimos? ¿Nos han enseñado a decidir alguna vez? ¿Qué importancia tiene el mero hecho de tomar decisiones? Pues en mi humilde opinión, tiene toda la importancia, porque somos el producto de las decisiones que tomamos a cada momento.

Por esta sencilla razón los formadores, profesores, entrenadores de deporte de base, debemos enseñar varios aspectos que son tremendamente importantes. El primero de ellos no es tanto indicarles, como sí dar el espacio correcto para que el alumno o jugador tenga iniciativa para querer elegir, para querer decidir, cuál es la dirección que toma su camino. Una vez tomada la decisión o elección, el siguiente paso es que aprenda y asuma la responsabilidad de la decisión que se toma. Porque quien la toma es él o ella, no su padre, ni su madre, ni el entrenador. ¿Esto qué evita? La excusa barata, las lamentaciones, el victimismo; en lugar de asumir con madurez la elección que hemos hecho. Crecer, madurar, es aprender poco a poco que mis aciertos y errores son míos, por tanto quien debe aprender de ambos es uno mismo. Porque como decía Pep Marí, el problema no es cometer errores, equivocaciones, o malas decisiones. El verdadero problema es cometer ese mismo error una y otra vez.

Y con esto llegamos a otro punto que para mí es esencial, la humildad de reconocer que somos seres humanos. Esto implica que debemos huir de la perfección, de la meta o resultado final, y que debemos ayudar a entender a nuestros alumnos, a nuestros jugadores, que es tremendamente más importante recorrer ese camino académico y personal con dignidad e integridad, que obtener nueves o dieces en todas las asignaturas. Obtener un nuevo o un diez no me evita realizar conductas como tirar toallitas, mascarillas, bolsas, a la calle; o insultar, vacilar, o reírme del personal que trabaja en un edificio. Lo que me lleva a evitar todas estas pésimas conductas es mi dignidad y mi integridad como persona, es decir, valorar siempre de la forma correcta a las personas con quienes estoy conviviendo.

Una vez que tenemos la responsabilidad y la humildad, lo único que nos falta es la valentía para dar el primer paso. Pero normalmente aquí cometemos un error de manera generalizada y es que tendemos a pensar que ese primer paso debemos darlo sí o sí solos. Y considero que es un error. Recuerdo que una vez me dijo un muy buen amigo que no es tan importante la marca del autobús que conduces, como las personas que tú decides que se suban a ese autobús y qué razón tiene. Nadie es en sí mismo y es bueno recordar que hay decisiones que pueden ser perfectamente compartidas, valoradas, en conjunto con las personas que te quieren de verdad, con quienes siempre están y estarán a tu lado. Por su experiencia, por su conocimiento, por su apoyo y sobre todo por su amor hacia ti te escucharán, valorarán tus inquietudes, tus miedos, tus reflexiones y entre todos suele ser más factible llegar a buen puerto.

Y es ahí, cuando estás a punto de llegar a buen puerto cuando aparece nuestro corazón. Como dice Pacheta en su libro: «Efectivamente. Por eso te hablo de la razón, de la razón que que proporcionan los datos, pero sobre todo del corazón. Siempre. La información es valiosa, pero no lo es todo. Los datos me orientan, pero la decisión va con la pasión, con el corazón, que es la piedra angular. Acertar desde la intuición también te otorga autoridad moral. Yo reivindico la sensibilidad y la intuición.»

No puedo estar más de acuerdo con él, porque siempre he sentido y sentiré que es imposible vivir la vida sin pasión. Hacer las tareas por hacerlas, o hacerlas con pasión, es decidir si vives la vida con un propósito, con un sentido o no. Es la pasión lo que te lleva, sencillamente, a vivir de manera real y verdadera cada momento que compartes, a emocionarte por todo lo que vives cada día, a evitar que el más mínimo momento caiga en lo vulgar y en lo común. La pasión es lo que te ayuda a poner en valor cada decisión, cada elección, porque sientes que te importa y mucho. Vivir la vida con pasión te ayuda a tomar decisiones honestas, sinceras, comprometidas y dignas; y eso es justo lo que siempre hay que buscar.

No hay nada más bonito en esta vida que vivir el camino de forma honesta, sincera, auténtica y verdadera. Desconozco que si eso repercute en la cuenta bancaria, pero la felicidad que uno siente en su corazón es de un valor incalculable. Recuerdo además, la anécdota que nos contaban dos maravillosos amigos este fin de semana, sobre el propietario de la panadería Brulée. Le ofrecieron un valioso gesto a devolver, si enviaba uno de sus increíbles roscones a una determina persona que lógicamente no tendría que esperar la cola tan descomunal que había fuera en la calle. Y su respuesta fue tan contundente como sus valores: «Lo siento, pero no. Me debo a la gente que viene cada día a desayunar aquí, a comprar el pan aquí, y que aguarda su tiempo en la cola para llevarse un roscón. No podría fallar a ninguno de esos clientes.» Los valores deben siempre permanecer innegociables, porque cuando eso sucede, las decisiones que se toman siempre son las correctas.

A modo de conclusión quería compartir con vosotros la reflexión de Malcolm Gladwell al respecto:

«Creo que, cuando se trata de conocernos y de conocer el mundo, prestamos demasiada atención a los grandes temas y muy poco a los detalles de los momentos fugaces. ¿Qué pasaría si tomásemos en serio nuestro instinto? ¿Si dejásemos de explorar el horizonte con un telescopio y empezásemos a examinar nuestra manera de decidir y de comportarnos con el más potente de los microscopios? Creo que cambiarían la forma de librar las guerras, los productos que vemos en las estanterías, las películas, la manera de formar a los agentes de policía, los consejos que se dan a las parejas, las entrevistas de trabajo y muchas otras cosas. Y, combinando todos esos pequeños cambios lograríamos crear un mundo diferente y mejor. Creo-y espero que cuando terminen este libro también lo crean ustedes-que la tarea de conocernos y conocer nuestro comportamiento exige ser conscientes de que vale tanto lo percibido en un abrir y cerrar de ojos como en meses de análisis racional. <<Siempre he considerado la opinión científica más objetiva que el juicio estético>, dijo Mario True, la conservadora de la sección de antigüedades del Museo Getty, cuando por fin quedó clara la naturaleza del kurós.<<Ahora sé que estaba equivocada>>.»

(Malcolm Gladwell)

Que tengan una muy buena y feliz Semana Santa, un fuerte abrazo.

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