La foto que se ve en el encabezado de este post fue la invitación a la reflexión de manera imprevista, casi sin esperarlo, que desembocaría finalmente en el post que hoy comparto contigo. Me planteé la siguiente cuestión: ¿Si una persona es incapaz de llevar su carro hasta el sitio correcto, cómo puede creerse en el derecho de reivindicar lo que sea en cualquier otro momento? ¿Y qué sucede con las mascarillas que aparecen de forma continuada en el suelo, en lugar de ser depositadas en la basura? En mi humilde opinión, hemos olvidado por completo que no basta con cumplir con los deberes cotidianos, sino que además hay que cumplirlos de la forma correcta.
La vida no se puede vivir para cumplirla, de ninguna manera. A la vida hay que entregarse en cuerpo y alma, entregándote, exigiéndote lo máximo como persona y en consecuencia, como profesional. Ese es el primer deber de todos, el más básico y a la vez el más importante. Porque uno solamente se entrega de verdad cuando tiene la sensación, cada noche, de irse a la cama con el deber bien cumplido. El deber de escuchar con el corazón, el deber de querer de verdad a las personas que amas, el deber de buscar soluciones a los problemas que te plantean tus compañeros de trabajo, tus alumnos; el deber de respetar opiniones al mismo tiempo que guardo las formas con quien me relaciono; el deber de poner calma cuando la situación se pone tensa. El deber de obrar bien, en definitiva, porque lo que debemos hacer es buscar un bien común y no el que solamente me beneficia a mí.
La vida no se vive en el plano del ego individual, en el plano de las «medallitas» que me pongo en el pecho, de la prepotencia de creer que cualquiera hoy va a «comprar tu libro». Nada más lejos de la realidad; esto no va de «vender libros», sino más bien de generar creencias, espacios de encuentro, contextos estimulantes que hacen crecer a las personas que tienes a tu alrededor, generando momentos en los que uno percibe y dice lo que es necesario comunicar, cuidando las formas con gran detalle.
Ese es el deber bien cumplido para mí, recordar de forma permanente la responsabilidad que uno tiene como persona, como hijo, como pareja, como profesor, como compañero de trabajo, en cada proyecto de vida compartido y en base a ello vivir de forma coherente, consecuente y honesta, sin engañar, sin mentir. Esto es lo que te permite mirar a las personas a los ojos, con total transparencia y haciéndoles sentir que vamos en el camino correcto, juntos y con el sentido de sacar lo mejor de nosotros.
Además, esta misma sensación del deber bien cumplido es la que nos recuerda que en la vida es tremendamente importante saber cuándo estamos en la posición de pedir y cuándo dar; cuándo aparecen también obligaciones además de derechos. Porque son las obligaciones en determinados momentos, las que nos hacen salir de nuestra zona cómoda, de querer poner un pie fuera para sentir el riesgo y recordar que para crecer hay que ser también valiente. Hablo de la obligación básica de salir de las monotonía para probar lecturas nuevas, contextos de crecimiento personal, pequeños retos que nos permitan mantener viva siempre esa inquietud y esa ambición porque crecer, mejorar. Desaprender para volver a aprender.
Hace unos días nos reíamos en uno de nuestros cafés, cuando estábamos reunidos los tres profesores que conformamos el bloque troncal de asignaturas del ciclo de TSEAS, junto con nuestros increíbles alumnos que tenemos en prácticas este curso. Y todo viene porque, estando a martes, no se me ocurre otra cosa que decir:¡¡vaya, cómo se me está pasando la semana!!» A lo que se empezó a reír Alfonso, uno de mis compañeros, diciéndome: «¡¡Hombre, ni que estuviéramos a jueves!!» Es verdad, llevaba razón, pero estar tan ilusionado con la vida que llevo, con las personas con quienes comparto esos proyectos, con los retos que van apareciendo y los que uno se genera de manera propia, hace que vivir la vida pase de ser un cumplido a querer vivirla bien, de la mejor manera posible, que no es otra forma que siendo feliz, respetando, queriendo de verdad y al mismo tiempo exigiéndome para tener la sensación al irme a la cama del deber bien cumplido.
Que tengan una muy buena semana y no dejen de exigirse, de sacar lo mejor que tienen. Porque una persona «enchufada», con ganas, es un verdadero regalo para las demás. Un fuerte abrazo, cuídense y disfruten de cada instante.
«Liderar es servir, no servirse. Liderar es crear un perímetro de confianza donde sea posible crecer haciendo crecer. Liderar es reunir gente comprometida entorno a preguntas fundamentales. Líderes que crezcan haciendo crecer a los demás.»
(Xavier Marcet)
«Cuando deseas algo con mucha intensidad, ningún sacrificio es demasiado grande.»
Rafael Nadal
«Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.»
Confucio
«¿De dónde sacas tiempo? De no perderlo.
Reflexión de Álvaro Merino, acerca de la importancia de la gestión de la atención.