«El bufete de Black Rock es el de Wachtell, Lipton, Rosen y Katz. El primer socio de la firma fue Herbert Wachtell. Nació en 1931. Se crió en los alojamientos que el Sindicato Unificado de Obreros Textiles tenía en las afueras del parque Van Cortland del Bronx. Sus padres eran inmigrantes judíos de Ucrania. Su padre estaba en el negocio de la ropa interior femenina con sus hermanos, en el sexto piso de lo que hoy es un elegante loft en la esquina de Broadway con la calle Spring, en el Soho. Fue a un instituto público de la ciudad de Nueva York en los años cuarenta, después al City College en Manhattan alto, y luego a la facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York. […] Supongamos que nos hubiéramos encontrado con cualquiera de estos cuatro eminentes letrados cuando acababan de salir de la facultad de Derecho. Está sentado en la elegante sala de espera de Mudge Rose, al lado de un tipo nórdico con ojos azules y un entorno social <>. Todos habríamos apostado por el tipo nórdico. Y nos habríamos equivocado, porque los Katz y los Rosen y los Lipton y los Wachtell y los Flom tenían algo que el tipo nórdico no tenía: su mundo-su cultura, su generación y su historia familiar-les ofrecía la mayor de las oportunidades.» (Malcolm Gladwell)
Comparto este fragmento del libro Outliers (fueras de serie), cuyo autor es Malcom Gladwell, donde se explica por qué unas personas tienen éxito y otras no. Me parece muy interesante la importancia que se le otorga al talento, al don, pero de igual manera me parece fascinante la importancia, el protagonismo, que cobran en este libro una serie de circunstancias que me plantean una serie de reflexiones.
La fórmula que plasmo arriba (elaborada por mí) como título significa, para mí, que el estado de Flow es el resultado de la multiplicación entre Esfuerzo y Talento. ¿Por qué pongo el signo de multiplicación? Porque entiendo el talento como el acto de invertir bien la inteligencia, como diría nuestro grandísimo pensador y escritor, José Antonio Marina. El talento lleva una parte implícita, en nosotros, que es lo que nos hace diferentes, y que tardamos más o menos tiempo en descubrirlo, en función de la calidad de las personas que nos rodean. Ahora bien, una vez que lo descubrimos debemos desarrollarlo y para ello es necesario precisamente los tres componentes que aparecen arriba: cultura, generación, e historia familiar.
Estos tres componentes generan a su vez un contexto en el cual nos desarrollamos, crecemos, adquirimos lecciones de vida, relaciones interpersonales, experiencias, aprendizajes, que están determinados sin duda alguna por nuestra actitud. Se viene diciendo, desde hace mucho tiempo, que todo es una cuestión de esfuerzo, de trabajo, de ser constante, de perseverar, y no lo dudo, no pongo eso en cuestión. Pero tan importante es la dosis de esfuerzo, como la dirección y el sentido que le damos a esa grado de actitud. ¿Por qué? En mi opinión, las personas son capaces de generar un alto compromiso, una alta dosis de esfuerzo y duración, cuando están inmersas en una tarea donde sienten que fluyen, un contexto en el cual el factor tiempo se vuelve subjetivo, por el disfrute en sí mismo que tiene la propia tarea para esa persona en concreto.
El disfrute, el estado de flujo o conocido como «flow» según algunos autores bien podría ser el secreto para alcanzar la felicidad porque es ese instante, ese lugar, esa tarea, en la cual ponemos en marcha todas nuestras herramientas, mecanismos, que ponen nuestro talento en el máximo exponente, nuestras virtudes, aquello en lo que soy bueno, notando que puedo pasar horas y horas realizando esa tarea, que siempre quiero más, que quiero mejorar más, y quiero seguir creciendo porque es lo que me apasiona. Por eso es tan importante lograr fluir, encontrar ese Flow, y para ello es indispensable que todos nuestros esfuerzos, todo nuestro trabajo diario, esté bien enfocado mediante un propósito, una finalidad, unos objetivos, y unas metas.
Y para llegar a esas metas es donde aparece nuestra actitud, nuestra capacidad de esfuerzo durante un largo tiempo. Un dato es cierto, y es el tiempo invertido, el cual es necesario que sea muy grande, una dedicación completa, para lograr que tu talento se desarrolle de manera extraordinaria. Le sucedió al Bill Gates con esa computadora en Seattle, a los Beatles en Hamburgo tocando ocho horas diarias, a los campesinos chinos en su arte (porque así se contempla) del cultivo del arroz, cuidando hasta el más mínimo detalle para que la cosecha sea lo más productiva posible; y así podríamos enunciar más casos conocidos.
Esto nos lleva a una conclusión: el esfuerzo es un componente sumamente importante en la consecución de objetivos, pero habría que tener claro si los objetivos que me marco, las metas que me pongo a corto plazo, me encaminan al desarrollo de mi talento, teniendo presente que en mi talento hay condicionantes como la cultura, la generación que me toca vivir, y una historia familiar, que condicionan y mucho mi manera de contemplar la vida, mi manera de entender qué es el éxito y qué es la felicidad. Teniendo presente todo ello, estaremos más cerca sin duda de alcanzar ese estado de Flow.
Por eso es tan importante, que profesores, entrenadores, en definitiva toda aquella persona que se dedica a formar personas, recuerde que está formando talento. La cultura del esfuerzo está muy bien, pero sin una dirección, un sentido, un propósito, una finalidad correcta, no sirve de nada porque el ser humano es feliz cuando pone en marcha su talento. Y es ese estado de felicidad lo que le lleva, le invita, a querer mejorar cada día. Es lo mismo que sucede en fútbol; no siempre es una cuestión de «huevos». No, es más bien una cuestión de saber cuál es el talento de tu jugador, de qué manera o mejor dicho, mediante qué sinergías o conexiones ese talento aún se ve más favorecido, y situarlo en el contexto adecuado dentro del terreno de juego. Como diría un viejo refrán: La potencia sin control, no sirve de nada.
«No es el más brillante quien tiene éxito. Si así fuera, Chris Langan estaría ahí con Einstein. Tampoco es el éxito una suma llana y simple de las decisiones y esfuerzos que emprendemos motu propio. Mas bien es un don. Nuestros fueras de serie se caracterizan por haber disfrutado de oportunidades…y haber tenido la fuerza y el ánimo de aprovecharlas. Para los jugadores de hockey y fútbol nacidos en enero, es una probabilidad mayor de formar parte de la selección. Para los Beatles, fue Hamburgo. Para Bill Gates, el golpe de suerte fue nacer en el momento adecuado y recibir el don de una terminal informática en la escuela secundaria. Joe Flom y los fundadores de Wachtell, Lipton, Rosen y Katz aprovecharon varias circunstancias similares. Nacieron en el tiempo adecuado, de padres adecuados y con la identidad étnica adecuada, lo que les permitió adquirir una valiosa experiencia en el derecho de adquisiciones practicándolo durante veinte años antes de que se impusiera en el resto del mundo jurídico. Y lo que hizo Korean Air cuando por fin dio un giro a sus políticas fue dar a sus pilotos la oportunidad de trascender las limitaciones de su legado cultural. Se trata de una lección tan simple, que resulta asombroso cuán a menudo se pasa por alto. Estamos tan seducidos por los mitos del mejor y el más brillante y el hombre hecho a sí mismo, que creemos que los fueras de serie brotan de la tierra tan naturalmente como los manantiales. Para construir un mundo mejor, es preciso que sustituyamos el patrón de los golpes de suerte y las ventajas arbitrarias que hoy determinan el éxito-como la suerte en la fecha de nacimiento y los avatares afortunados de la vida-por una sociedad que ofrezca oportunidades a todos.» (Malcolm Gladwell)
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y sean valientes desarrollando su talento. Y si creen que no lo tienen, es mentira, lo tienen, pero aún no lo han descubierto.