Ser maestro, ser ejemplo

«La escuela es un restaurante de sabores, es un liceo que debería insuflarnos la alegría de vivir que nos produce el alimento y no solo el alimentarnos para vivir. Nunca debería sufrirse en la escuela, lo cual no quiere decir que las cosas vayan a lograrse sin esfuerzo, sino que el esfuerzo apasionado no es sufrimiento.»

Este fragmento está extraído de un texto más amplio, que me envió una grandísima persona, y el cual me parece fascinante. Hoy se celebró la Fiesta de San José de Calasanz en nuestra Universidad Francisco de Vitoria, con motivo de la celebración también de la Jornada del Maestro, y hay varias reflexiones que quería compartir con ustedes.

¿Somos conscientes de nuestra responsabilidad como docentes, como formadores? ¿Somos capaces de sorprender a nuestros alumnos? ¿Insuflamos esas ganas locas de vivir, de dar lo mejor de mi mismo? Voy más allá…¿eso se enseña sólo ejerciendo como docente en el aula, o tiene más que ver con una manera de ser? Cada vez que escucho a un gran ponente, como ha sido el caso hoy con Xosé Manuel Domínguez, me reafirmo más en la idea de la importancia de la persona, en sus cualidades como ser humano para ser más explícito.

Es cierto que un profesor debe saber, conocer a la perfección, cuál es el contenido que está impartiendo, eso está clarísimo. Ahora bien, ¿comunicamos ese contenido de la manera correcta?¿sé adaptarme a los alumnos y alumnas que tengo delante de mí? ¿Me paro unos minutos cuando entro en clase, y percibo cómo están mis alumnos y alumnas? Al fin de cuentas, la información, los contenidos, está todo en el medio o dispositivo que queramos, bien sea tablet, móvil, ordenador, portátil, está todo ahí para quién lo quiera. Por tanto, ¿cuál es la diferencia determinante? Dos factores: Para qué estás ahí, y cómo cuentas lo que tienes que decir.

Puedes llegar, decir toda la lección de memoria, e irte. O bien, puedes chocar la mano con un alumno, preguntarle a la alumna que te contó que se iba a una competición de natación cómo le fue dicha competición, hablar sobre la última película con ese alumno que sabes que es un enamorado del cine. ¿Sabes cómo se llama eso? Empatía, conexión emocional, y eso es más potente que saberte una lección de memoria. Miren, les voy a contar un ejemplo muy sencillo.

Hace unos fines de semana tuve la oportunidad de estrenarme como profesor, y honestamente, ¿saben cómo me sentí? Como cuando era pequeño, llegaba el fin de semana, y teníamos el partido en el equipo con tus amigos. La misma sensación que sigo teniendo cuando voy a entrenar cada día con mi equipo. El mismo hormigueo en el estómago que cuando, en alguna ocasión, he tenido la oportunidad de impartir una conferencia o ponencia ante personas que querían escuchar mi historia, mi manera de entender la vida y compartirla con ellos/as.

Y la verdad, ese fin de semana, me regaló una sorpresa en forma de alumno. Les pedí a todos mis alumnos que se presentasen, pero no puse condiciones, no puse límites, no establecí barreras. Les dije: » Quiero que os presentéis, pero no os voy a decir cómo. Porque me gustaría que fuera una presentación honesta, sincera, desde el corazón, con emoción.» Lo que vi, lo que sentí, fue brutal, en forma de verdades, de historias, de lo que les ha llevado a cada uno de ellos y ellas a estar en este master, en ese aula conmigo. Pero hubo un chico, que se levantó, comenzó a chocar las manos de todos, conforme iba presentándose, contándonos en qué punto de su vida se encontraba, y cuánta emoción le generaba hablar de valores, porque sentía que además era y es muy necesario.

Y a mí, eso mismo, me emocionó. Mi primera reflexión fue: Qué bonito es ver la reacción de las personas, cuando les das la libertad para expresarse, para que digan lo que de verdad sienten. La segunda reflexión fue: Mi deber moral, como ser humano, es tratar de acercarme a él, y al menos hacerle saber que estoy a su disposición para cuanto pueda ayudarle. Implicación, comprensión, entendimiento, saber y entender la manera de acercarme ya no sólo a él, sino al resto. Que sepan que tienen un soporte, una ayuda, para lo que necesiten. Por ese motivo, hace poco le escribí un mail, le mandé uno de los últimos posts que había escrito y estaba relacionado con su tema, deseando que le pudiera resultar de gran ayuda, que sepa que siempre hay una solución, una luz cuando la oscuridad se presenta.

Jamás me enseñaron a entrenar un equipo de fútbol, ni a dar clase, ni a hablar en público. No sé si lo hago mal, muy mal, bien, o muy bien, pero si hay algo que tengo claro es, como decía Xosé Manuel, para qué lo hago. Siento ese hormigueo en cada entrenamiento, en cada clase, en cada ponencia, porque me emociona conectar con las personas, siento que es el reto más bonito que uno puede afrontar como formador. Ayudar a arrojar luz, claridad, para que mediante la curiosidad, el reto, la valentía, las personas a quienes llego sepan y crean que tienen unas capacidades brutales, un talento desmesurado, un don que puesto al servicio puede ser una ayuda increíble para la sociedad. Me emociona trabajar con personas, por eso siento ese hormigueo, porque entiendo el para qué estoy aquí.

¿Por qué llego a esta reflexión? Porque de nosotros depende nuestro para qué. De nosotros, y sólo de nosotros, depende la trascendencia que queremos dar a lo que hacemos en nuestro día a día. No me refiero a algo extraordinario, sino más bien a atender de manera extraordinaria a los detalles ordinarios de nuestro día a día. Démonos cuenta del impacto que tenemos como formadores, como docentes, en todas esas personas que día tras día nos escuchan, nos atienden, quizás buscando una luz, una motivación, una ilusión, que nosotros podemos comunicar y transmitir si sentimos honestamente para qué estamos aquí.

Les mando un abrazo muy grande, y que tengan una muy buena semana.

«Somos incapaces de evaluar realmente la calidad de las cosas, así que nos condicionamos para no ver más que cantidades o notas, incluso cuando son falsas o están fuera de lugar.» (René Guénon).
«El que sabe no juzga, el que juzga no sabe. En una sociedad cada vez más rica en lo que respecta a las interacciones humanas, esta máxima está de plena actualidad. Si se educara a cada ser humano en la noción de psicatriz, este comprendería por qué sus semejantes o él mismo se comportan a veces de un modo pueril y malintencionado. La fuente más abundante de psicatrices es el miedo al abandono, que se traduce en miedo a ser rechazado por el grupo. Con el cerebro debe escoger entre la primera opción (dejar de lado el grupo y abrazar la verdad) y la segunda (permanecer con el grupo y rechazar la verdad), la decisión, desafortunadamente, se toma a menudo y de forma inapelable en favor de la segunda.» (Idriss Aberkane)

Les adjunto los vídeos de quien, creo, es el mejor formador que existe ahora mismo en fútbol. Una persona con unos principios, unos valores, «un gran ejemplo humano, de qué manera puede sostener él esos valores y no negociar con ellos». Gracias Marcelo, por enseñarnos tanto. Ojalá, algún día, pueda conocerte en persona.




marcelo

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