Que te sientan cercano

«Gran parte de la toma de temperatura de un edificio se hace liderando caminando alrededor del mismo. No puedes tomar grandes decisiones sentado en tu oficina. Los líderes más efectivos son quienes se muestran visibles y móviles por todo el edificio, no solo en la oficina sino además en las aulas, en el campo de entrenamiento, en la cafetería. Lideras dejando huella en cada área del edificio. Cuando consigues interactuar con tu equipo de trabajo, con la organización, en todo el edificio al mismo tiempo consigues romper la separación física que ya de por sí existe mediante escaleras, muros, entre todas las áreas que componen el edificio.» (Mike Smith)

Anoche mientras estaba viendo la película El Becario, recordaba este párrafo del libro que estoy terminando de leer,  You Win in the Locker Room First (Jon Gordon & Mike Smith), y encontraba ciertas similitudes en la figura de Ben, nuestro querido becario con lo que yo entiendo ejercer un liderazgo humano. De entrada, quiere ser becario en una empresa con 70 años, un hecho que lo dice todo sobre él. Una persona que se hace sentir cercana, que se gana a todos sus compañeros y compañeras por su simpatía, su capacidad de escucha, trabajo muy bien realizado y capacidad para transmitir tranquilidad cuando más falta hace.

Además el personaje de Ben me trasladaba a la clase que había tenido lugar en el Máster con mis alumnos de la especialidad de Educación Física. Podría decir «la clase que impartí», pero no estaría siendo objetivo. Fue un absoluto debate desde el inicio hasta el final, un debate organizado, intercalado con presentaciones de los alumnos en grupos de tres donde cada uno de ellos analizó al detalle cada curso con respecto al boletín, ese archivo que en el ministerio consideran tan importante donde aparecen los contenidos, los resultados de aprendizaje, pero que bien haría el propio ministerio en actualizar, porque hace falta, mucha falta.

El Becario

Y precisamente, en esas presentaciones uno de los temas que salió a debatir fue la capacidad que debemos tener los docentes de despertar el asombro del alumno/a que tenemos delante cada día, llegando a la conclusión de que no podemos fallarles en ese sentido. El colegio puede ser un aburrimiento, un trauma, un drama, o por el contrario, podemos conseguir que sea una absoluta pasada cada día de su vida, haciéndoles funcionar a base de motivarles, asombrarles, sorprenderles, involucrándoles en su aprendizaje. Precisamente así es Ben, cuya edad dice ser de 70 pero tiene un espíritu, un alma joven, unos ojos que quieren seguir aprendiendo, que miran a la vida con humildad, valentía, y queriendo vivir la vida con emoción, a la vez que transmitir esa emoción a quienes les rodea con un elemento muy sencillo: siendo cercano, siendo humano.

Ben representa esa persona que haría falta en cualquier empresa, por su capacidad para sonreír aún estando hecho polvo por dentro. Por ser el pegamento que puede juntar las piezas rotas por una discusión que, creíamos, no tenía solución. Por ser la clase de persona que te genera tranquilidad cuando el grado de estrés puede ser insoportable, por ser capaz de saber cómo y darte ese empujón para que de una vez por todas, te animes a dar ese paso al frente. Todos deberíamos tener un Ben en nuestra vida, o mejor aún, todos podríamos representar un poco de ese Ben en cada día de nuestras vidas.

Una de las reflexiones que me llevé a casa el sábado fue aquella consistente en qué importante es dar la posibilidad de expresarse, de opinar sin ataduras, con respeto, con educación, pero hacer partícipes a las personas. Detesto ser yo el que da las chapas, y cada vez siento que me gusta más aprender de ellos también, de mis alumnos, escucharles, escuchar sus reflexiones, ver su trabajo realizado, sus experiencias de vida en circunstancias que a mí se me pueden presentar mañana, poder opinar sobre ello, intercambiando puntos de vista; todo ello hace que el tiempo vuele, y que el aprendizaje sea muy potente por parte de todos.

La última reflexión tiene que ver con un detalle, que se me presentó al presenciar cierto momento. Quizás yo soy muy nostálgico, romántico, por apreciar e incluso emocionarme al ver ciertas escenas, pero soy así, y además me gusta ser así. Llegué a la cafetería mientras charlaba con dos alumnos de la especialidad en la que soy profe, me fui a la barra a pedir un café, y cuando volví me senté con ellos en la mesa. Al principio no me di cuenta, hasta que realmente fui consciente de que estábamos todos los alumnos de la especialidad y yo sentados en la misma mesa charlando, conversando. Me emocionó porque les vi a gusto, cómodos, sin estar forzados, como un grupo…como un equipo.

Y la reflexión está relacionada con esto. Creo firmemente, tal y como dice Idriss Aberkane, que «en una sociedad cada vez más rica en lo que respecta a las interacciones humanas, esta máxima está de plena actualidad. Si se educara a cada ser humano en la noción de psicatriz, este comprendería por qué sus semejantes o él mismo se comportan a veces de un modo pueril y malintencionado. La fuente más abundante de psicatrices es el miedo al abandono, que se traduce en miedo a ser rechazado por el grupo. Cuando el cerebro debe escoger entre la primera opción (dejar de lado el grupo y abrazar la verdad) y la segunda (permanecer con el grupo y rechazar la verdad), la decisión, desafortunadamente, se toma a menudo y de forma inapelable en favor de la segunda.»

club patines cibeles

Es decir, si el ser humano es capaz de permanecer en un grupo, aún sabiendo que «ese mundo» es malsano conocido; ¿cuánto margen de duda habrá si se le ofrece la oportunidad de pertenecer a un grupo, a un contexto, el cual le puede aportar muchísimo y posee todos los requisitos imprescindibles para que se produzca un enriquecimiento personal y profesional? ¿Por qué no trasladar la dinámica de equipos, el liderazgo de equipos deportivos y de trabajo al aula? Muchas veces creo que mitificamos el liderazgo como algo inalcanzable, de la misma manera que cuando hablamos de valores. Honestamente creo que es mucho más sencillo que todo eso, y que ambos liderazgo y valores, no es una cuestión de cuánto hablemos de ellos sino más bien, de cómo los aplicamos en nuestro día a día, en nuestra persona, en nuestro comportamiento y con nuestros actos.

Cada vez, y con esto ya termino (espero no estar aburriendo al lector), estoy más convencido de que es imposible ser un gran profesional si no somos grandes personas, entendiendo por esto que las grandes personas verdaderamente entienden el comportamiento del ser humano, y todo lo que va implícito en el mismo. Nunca conseguiremos obtener el máximo rendimiento de nuestros trabajadores, de nuestros jugadores, de nuestros alumnos, si no hacemos un esfuerzo por llegar a su persona a la vez que intentamos generar un entorno de confianza que garantice su compromiso, primero con ellos mismos y en consecuencia con el grupo. Solo de esta manera se logra que el grupo, la empresa, el equipo, funcione y crezca, produciéndose de esta forma interacciones, exista empatía, sinergia, conexiones, que mejoran a todos cuantos participan en este proceso, y en consecuencia convierte al grupo, al equipo de trabajo, en un grupo con una alta productividad, eficaz, y cohesionado.

Normalmente añado citas de autores; esta vez va a ser distinto porque una frase la escuché anoche en la película, y la otra es el estado de WhatsApp de un amigo al que quiero muchísimo, quien seguramente se reconocerá cuando la lea (te debo los derechos de autor):

«Nunca te equivocarás al hacer lo correcto.» (Película El Becario)
«Lo que está mal, está mal aunque lo haga todo el mundo. Lo que está bien, está bien aunque no lo haga  nadie.» (Un muy buen amigo)


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