«Para ser un líder humilde como Swen, George, y Carl, tú debes perder tu ego. Creo que para ser un líder exitoso tienes que tener un ego que te conduzca a ser grande, pero debes dejar tu ego y servir al equipo con el objetivo de ser grandes. Debes perder tu ego, por tanto deja de enfocarte en ti y comienza a enfocarte en tu equipo. Después de todo, la humildad no significa que pienses menos en ti. Significa que piensas menos en ti mismo, y piensas más en el equipo.» (Mike Smith)
Es sin duda uno de los mayores enemigos de la persona en su día a día, en sus relaciones, en su manera de entender todo cuanto le rodea. Estoy hablando del ego, el que tenemos en nuestro interior, el que muchas veces alimentamos conscientemente, otras inconsciente, o por el contrario potenciamos el ego de la persona que tenemos delante sin darnos cuenta, o siendo plenamente conscientes. No lo sé, eso lo dejo a tu elección querido lector.
Lo que sí es claro es que el ego puede y mucho, ¿por qué? Muy sencillo, porque impedir el ego o mejor dicho, evitar que el ego gobierne sobre nosotros implica que hay que hacer un trabajo de educación importante, un ejercicio de consciencia muy potente, teniendo muy claro para qué estamos aquí, qué es lo que hemos venido a hacer, cuál es la tarea, función, misión, que queremos desempeñar. Es una cuestión de prioridades, de saber hacia dónde se inclina nuestra balanza.
Muchas veces el problema viene desde pequeñitos, desde que comenzamos a decir aquello de «qué bueno es», «eres el mejor», y así suma y sigue…esas frases repetidas de manera inadecuada, por sistema, a lo largo del tiempo, acompañado de gestos como las «palmadas», los aplausos, terminan por conformar un sistema de validación del cual después en la vida de adulto resulta muy complicado salir. Y el problema viene porque no educamos para ayudar a que otros sean mejor, sino a que yo sea el mejor, aquel, aquella, dícese hijo, primo, sea el mejor o él o ella crea que es el/la mejor.
De hecho como bien dice Idriss Aberkane, «la peor mentira que transmite la vida puntuada es esta: en las cosas importantes, el éxito y el fracaso son individuales. En las cosas sin importancia, en cambio, pueden ser colectivos. Se trata de una mentira mayúscula. Desde la caza del mamut hasta el desembarco de Normandía, pasando por la construcción de las pirámides, todo lo que ha cambiado el mundo son éxitos o fracasos colectivos. En cambio, lo que no lo cambia se reduce siempre a éxitos o fracasos individuales. Así es»
Es decir, necesitamos necesaria e implícitamente de otras personas para tener éxito en nuestra vida. Y yendo un poco más allá, el éxito normalmente llega cuando antepones la humildad al ego, cuando antepones el escuchar a los demás a escucharte a ti, cuando pasas de atenderte a ti a servir a los demás, ahí es cuando uno tiene éxito porque es precisamente en ese instante, en ese momento, cuando te olvidas del objetivo y te enfocas en el camino.
El ego impide establecer relaciones sanas, verdaderas, y duraderas, porque crees sinceramente que nadie te puede aportar nada interesante. Que tú y solo tú sabes de todo, sin existir ninguna predisposición a escuchar al menos, a atender peticiones y/o consejos, refugiándote en la idea de trabajar para ti, con el objetivo de ser el mejor. El problema real de todo esto, es que el ser humano es un ser social que necesita establecer relaciones, es una condición indispensable para poder seguir desarrollándose, mejorando día a día, y sí, para poder seguir disfrutando de la vida.
Probablemente estarás pensando que todo lo que digo son aspectos obvios, pues bien, te lanzo esta pregunta: Si es algo obvio, ¿por qué seguimos haciéndolo tan mal? Sí querido lector, lo estamos haciendo muy mal, y si destaco el ego en el post de esta semana es porque es el culpable de pésimas relaciones personales, el origen de discusiones, conflictos, y una larga lista de situaciones indeseadas que podrían evitarse con una postura de humildad.
En vez de educar en los términos que he marcado arriba, en destacar lo que hace bien una y otra vez, una y otra vez, sabiendo el daño que hace, sería mucho mejor educar para la vida, educar para ser resolutivo, eficaz, una persona con capacidad para pensar, analizar, tomar decisiones, reflexionar. Tener presente que es necesario escuchar, tener predisposición a sumar en vez de restar, y que quienes somos formadores, entrenadores, líderes, seamos capaces de diseñar el contexto necesario para modificar esos comportamientos negativos, y transformarlos en una actitud ejemplar, una persona que pase de restar a sumar a la sociedad. Esa es nuestra misión, nada más y nada menos. Plantar semillas de árboles que nunca veremos crecer.
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y conecten con las personas que les rodean. Hay mucho que aprender, mucho por mejorar, y mucho camino por recorrer; seamos un poco más humanos.
«Si quieres construir un equipo ganador, debes valorar a todos los miembros de tu equipo por quienes son, no por lo que hacen. Tienes que verles más allá de su uniforme y número. No puedes mirar a tu equipo como X’s y O’s en una pizarra blanca, o costes en un sistema de finanzas. Más allá de que están siendo pagados como deportistas profesionales, recibiendo becas de educación por jugar a un deporte en el instituto, empleados en tu compañía, o personas que pueden ayudarte a ganar un campeonato universitario, tienes que tener siempre presente que debajo de cada uniforme o puesto de trabajo permanece una persona que tiene retos, inquietudes personales, dolor, daño, un ser humano con deseos y necesidades. Cada persona, no importa cuán exitosa sea, quiere sentirse apreciado, querido, respetado, y valorado. Todos quieren sentir ese cuidado, ese cariño. Todos, en última instancia, quieren ser amados.» (Mike Smith)