«Las sociedades pueden ser inteligentes y estúpidas según sus modos de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan.» (José Antonio Marina)
Y la nuestra, la que vamos construyendo poco a poco, paso a paso, va camino de ser tremendamente estúpida. Duele decirlo, más si cabe teniendo en cuenta que el ser humano posee inteligencia, lo que pasa es que no basta con tenerla, hay que aplicarla, y aplicarla de la manera correcta.
Nos vamos adentrando cada vez más en un contexto, en un marco muy concreto en el cual se vislumbra una crisis demasiado grande como para, al menos, no tratar de atenderla. Una crisis sumamente compleja, peligrosa, y diría hasta contagiosa, a la cual si no somos capaces de poner remedio terminará con nosotros. Hablo de una crisis de personalidad, de una crisis en lo referente a la forma de ser y actuar, que necesita de un giro, de un estudio, de un impulso positivo que sea capaz de reconducirla. Porque no vamos bien, y la acción de meter la cabeza bajo tierra cual avestruz, aunque sea la táctica de nuestra grandísima clase política, creanme que esa táctica no funciona.
Reflexionando sobre ello, y enlazándolo con una parte de los libros que ando revisando, llego a la conclusión de que el principal problema antes que nada, es la imposición del «YO» ante el «NOSOTROS»; la absoluta victoria momentánea del ego ante la humildad, por la necesidad de mostrar, porque el hecho de no poseer una personalidad lo suficientemente bien construida y armada lleva a necesitar que alguien, sea quien sea, valide nuestros actos. El problema es que esto ni funciona, ni va a funcionar, porque el ser humano es un ser social, por tanto necesita relacionarse. La cuestión, la duda, es si sabemos relacionarnos.
La construcción de la personalidad, que a su vez determina la calidad de las relaciones sociales del ser humano, pueden depender perfectamente de tres componentes: la ternura, los límites, y la comunicación. Al mismo tiempo, sobre la comunicación para que pueda fluir de manera correcta, debería de ser práctica, con un componente físico, y coherente.
Todos necesitamos ternura, amor, cariño, para que se genere un contexto en el cual la persona se sienta atendida, generándose en ella confianza. Ahora bien, un exceso de ternura lleva a la sobreprotección, al miedo de que le suceda absolutamente todo, y todo pasa por evitar sentimientos de frustración, de fracaso, de tristeza. Y ahí está el fallo, en evitar todos esos sentimientos, todos esos momentos, durante su etapa de crecimiento. Porque la cuestión no es que viva esos momentos, sentimientos; sino más bien que aprenda a encajarlos, aceptarlos, y obtener un aprendizaje potente para lo que esté por venir.
La necesidad de poner límites es sumamente obvia, y sin embargo, creemos que por poner límites estamos queriendo menos. Nada más lejos de la realidad, porque cuando realmente una persona te importa, le quieres, sabes perfectamente que es necesario marcar unos límites en cuanto a normas, conductas, comportamientos, que van definiendo a su vez su ética, sus valores. No poner límites no es sinónimo de querer más; al contrario, es ocuparte muy poco por la formación. No todo vale, ni de cualquier manera.
Y referente a la comunicación, es nuestra herramienta más poderosa en la construcción de relaciones personales. Lo malo, es que aún sabiéndolo muy pocas veces se enseña a hablar en público, cómo generar conversaciones interesantes, o por ejemplo, saber cómo acompañar lo que dices con un correcto lenguaje no verbal. Precisamente referido a esto, quiero resaltar la figura de Tim Duncan, el absoluto líder de los San Antonio Spurs: «Él no juzga a las personas-decía Popovich sobre Duncan-. Intenta entender quiénes son, qué hacen y cuáles son sus puntos fuertes. La cuestión es que sabe captar muy bien a la gente. Cuando supimos eso de él, supimos que íbamos a poder traer aquí a casi cualquiera, a menos que fuera un asesino en serie, y él iba a saber qué hacer con él. Cuando Tim Duncan te toca la nuca o te pasa el brazo alrededor, o se inclina hacia ti y te dice algo durante un tiempo muerto, es fantástico. Sabe que recibir su atención es una auténtica pasada para el desarrollo y la autoconfianza de sus compañeros, y ese reconocimiento ha hecho de él el líder que es.»
A día de hoy, lo que sucede es que no se controla ninguno de estos aspectos. Otorgamos ternura desmedida, sin límites, y no enseñamos a comunicar de la manera correcta. Este absoluto desastre en términos de enseñanza, que primero deben darse en casa y posteriormente en la escuela, se traduce en comportamientos que rozan los términos legales, en faltas de respeto, en la construcción de una persona que vive por y para ella, lo que supone un atentado primero contra ella misma sin saberlo, en consecuencia sobre la sociedad en la cual vive cada día. Y la única manera no solo de paliar este dolor, sino de encontrar una solución al problema, pasa por saber cómo y cuándo aplicar cada uno de los componentes de los que hemos hablado anteriormente.
Tenía mucha razón José Antonio Marina, cuando decía que «Las sociedades pueden encanallarse cuando se encierran en un hedonismo complaciente, y carecen de tres sentimientos básicos: compasión, respeto y admiración.» Fíjense que estos sentimientos están estrechamente relacionados con la humildad y la vulnerabilidad, elementos esenciales para saberse no mejor ni peor que el resto, sino sencillamente diferente. Y que además, por ese mismo motivo serán nuestras relaciones personales las que nos complementen, ayudándonos a ser mejores personas, y en consecuencia mejores profesionales, cada día de nuestra vida.
Recuerden el lema de los AllBlacks: Mejores personas hacen mejores AllBlacks. Por tanto, un excelente profesional debe ser una excelente personal; pero para ello necesitamos enriquecernos de todo cuanto nos rodea, siendo esto solamente posible haciendo un ejercicio poderoso de humildad y predisposición al aprendizaje, a la escucha atenta, observando, conservando la maravillosa actitud del niño que cree que aún pueden sorprenderle. Porque la realidad, es que la vida a cada instante, a cada momento, nos sorprende. Sepamos apreciarlo, y valorarlo.
Les mando un fuerte abrazo, y que tengan una muy buena semana.
«Y, mas que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.» (Antonio Machado)
«En mi soledad he visto cosas muy claras, que no son verdad.» (Antonio Machado)
«Me has agregado la fuerza de todos los que viven. Me has dado la libertad que no tiene el solitario. Me enseñaste a encender la bondad, como el fuego. Me hiciste construir sobre la realidad como sobre una roca. Me hiciste adversario del malvado y muro del frenético. Me has hecho ver la caridad del mundo y la posibilidad de la alegría.» (Pablo Neruda)