El aguador

«Brasil es otra cultura-me explicó-. Aquí no hay un modo de pensar uniforme, y existe menos educación oficial. Hay algunos niños muy pobres que solo van a la escuela un par de años antes de empezar a jugar, y el capitán tiene que ser consciente de eso. Nosotros necesitamos a un líder que sea un guía para muchas, muchas cuestiones. De modo que ser capitán en Brasil pone a prueba la naturaleza más profunda de su personalidad. Has de intentar entender a la gente, conocer sus orígenes. Si los comprendes mejor, puedes ayudarlos más. Necesitamos líderes que sostengan a los jugadores, ¿me entiende? Si le impones un tipo de liderazgo que no es natural, ellos no respetarán al líder.» (Carlos Alberto Torres)

Quisiera aprovechar la historia de la selección de Brasil con sus capitanes, para que sea más clara mi visión sobre el papel del liderazgo en la sociedad, o mejor dicho, el líder que, creo, necesita la sociedad y el momento que hoy en día vivimos. Brasil declaró su independencia de Portugal en 1822, pero la realidad es que nunca ha sido una nación en el sentido en que la mayoría entendemos el término. Por su gran variedad de provincias, ciudades-estado, clases, identidades étnicas, visiones políticas, microculturas; todo ello hace realmente difícil que se logre ese sentimiento de nación. Excepto cuando se trata de futebol, de la selección nacional de fútbol.

Por otro lado, ese mismo futebol le dio otro regalo a Brasil: el excepcional carácter brasileño, propiciado por la mezcla de influencias culturales, el futvoley, todo ello parecía crear las condiciones perfectas para el nacimiento de portentos futbolísticos, con una esencia diferente, caracterizada por la alegría de vivir y la creatividad en un terreno de juego. Y precisamente, por todos estos componentes, se precisa y se requiere el papel de un líder que no es la estrella con más talento del equipo, que no es el que acapara los focos sino más bien, jugadores que permanecen en la segunda línea, en la retaguardia, sosteniendo al equipo, solucionando problemas, levantando a sus compañeros cuantas veces es necesario. Desde Hilderaldo Luiz Bellini, pasando por Mauro Ramos de Oliveira, Carlos Alberto Torres, todos ellos cumplían una serie de rasgos muy determinados en los cuales la humildad, la huida del ego, hacía que sobre sus hombros recayera la función del aguador.

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La función del aguador está clara, ¿verdad? Que al equipo no le falte agua; esa sería la respuesta más simple pero eso, quedaría demasiado simplón. La realidad es que es mucho más que eso, es quien entiende a sus compañeros, quien logra que todo encaje, que todo funcione, que el estado anímico del equipo sea el idóneo para competir en cada partido. Mirar por el equipo, más que por ti, teniendo presente que no eres imprescindible, que no lo haces por acaparar la atención. No, solo lo hacemos por el equipo, por amor a tus compañeros. Es un acto de amor, de humildad, de bondad, que inevitablemente actúa como pegamento ante cada fisura, ante cada daño, cada elemento que puede propiciar la ruptura de la sinergia de ese equipo.

Teniendo claro, y corroborado con datos, que esa manera de entender el liderazgo es sin duda la idónea para la sociedad en la que vivimos, ¿por qué no la ponemos en práctica? ¿por qué no funcionar el docente en la escuela con sus alumnos de esa manera? ¿o los entrenadores de deporte base con sus jugadores? La clave es trabajar desde el segundo plano, lo más lejos posible de los focos, diseñando los contextos más desafiantes, que estimulen la capacidad de trabajar en equipo, de socializarse, de aprender,de superar retos; sin que se note desde fuera que estamos ahí. Como dice muy bien mi amigo Álvaro Merino: «El nivel más elevado de liderazgo no es otro que conseguir la absoluta invisibilidad. Al final, cuando nos convertimos en invisibles para nuestros alumnos, para nuestros hijos, es porque hemos alcanzado el nivel más elevado de liderazgo. Porque liderar no es otra cosa que un permanente ejercicio de desapego.»

Quienes trabajamos en la docencia, en el deporte, estamos obligados a hacerlo de esta manera porque es la única que llevará al alumno, al jugador, al crecimiento verdadero como persona, sintiéndose el absoluto protagonista de este proceso. Como bien diría una persona mágica que he conocido este fin de semana, Antonio, «esto implica siempre un absoluto ejercicio de vulnerabilidad, vulnerabilidad entendida como que no soy nadie sin el otro, que no soy perfecto, que siempre puedo y debo aprender. Aprender para mejorar, y mejorar para ayudar a que quien tengo a mi lado sea mejor. Actitud de servicio.» Humildad, vulnerabilidad, actitud de servicio, bondad, amor, son componentes claves que debemos llevar implícitos en nuestra persona, en nuestro ser, para ESTAR de una manera verdadera y auténtica.

Por último, quisiera compartir con vosotros y vosotras una historia increíble, porque eleva a al máximo exponente la figura del aguador. Una historia humana de servicio, de amor, de bondad, empatía, permaneciendo en la más absoluta oscuridad, en un segundo plano, invisible al resto, logrando conseguir una auténtica hazaña. Me encanta lo que dice, el contenido de sus pensamientos, y da para reflexionar un buen rato. Solo deseo que les guste.

Nicholas Winton

 

Debemos ser conscientes de hacia dónde vamos, de la sociedad en la que vivimos, y de cuánto nos queda por hacer. La tarea exige esfuerzo, trabajo, hasta quedarnos agotados por completo, pero como seres humanos, como personas, debemos ser nosotros quienes seamos el motor de cambio que necesita este mundo, para darle la vuelta a la tortilla, para ir más allá, mirar más allá, y de esa manera lograr que nuestra vida cobre sentido, significado, y propósito. Conseguir visualizar para qué estoy aquí.

Les deseo una muy buena semana, y que si no han comenzado la búsqueda de su para qué, desde hoy inicien ese camino tan necesario. Un fuerte abrazo.


«Un gran líder se dedica a hacer todo lo necesario para hacer más probable el éxito, aunque ello resulte impopular, o controvertido, o escandaloso, o del todo invisible para los demás. Un líder tiene que comprometerse, por encima de todo lo demás, a que las cosas salgan bien.» (Sam Walker)
«La verdad es que el liderazgo constituye una carga incesante. No es algo que la gente debiera ejercer a mayor gloria propia, o siquiera porque tenga mucho carisma o un talento incomparable. Es algo que debería ejercer porque tiene la humildad y la fortaleza necesarias para prescindir de sus méritos, y de su propia satisfacción y bienestar en aras del equipo; no solo en los momentos de presión, sino en cada minuto de cada día.» (Sam Walker)

 

Un comentario

  1. Luis Lebrusan · marzo 21, 2018

    Dar sin esperar nada a cambio, simplemente sabiendo que mi esfuerzo en si mismo es la recompensa, pues se que puedo hacerlo pero cuando lo hago lo disfruto el doble. Siempre pensando unicamente en el grupo, el equipo, el TODO siempre es más que la simple suma de las partes. Amigo recojo el reto y te lo doblo, no nos veremos cuidando los detalles de lo que de verdad importa.

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