«Ser libre, así que de eso se trata, de cortar la cuerda, de poner un poco de locura propia a la vida y tomársela medio en broma, medio en serio, se trata de reírse de vez en cuando de uno mismo y darnos poca importancia, de relativizar, asomarnos al abismo de la vida o de la muerte y sonreír ante lo que allí vemos. Cada vez que lo hacemos, nos volvemos más ligeros, aliviamos la carga y nos concedemos, por fin, vivir por encima de nuestras realidades. La vida como un embarazo, todos los días la fecundamos o nos olvidamos de hacerlo, todos los días se pueden vivir como una oportunidad para sentirse libre y ejercer nuestra libertad, aunque sabemos que tenga un coste en forma de malentendido, herida, enfado, o crítica.» (Luis Castellanos)
El miércoles pasado celebrábamos en la Universidad el día del patrón de nuestra facultad de CCAFYD, y con ese motivo fue un no parar, un día intenso de los que te dejan exhausto pero que te permiten irte a la cama con una sonrisa. Y también, con muchas reflexiones en la cabeza. Porque ese día, ese pasado miércoles, participaba en mi primer triatlón (en este caso un triatlón sprint indoor).
Fue de esos días que aún tocando madrugón, te levantas como un auténtico avión de la cama (me viene pasando a menudo, probablemente porque por fin estoy trabajando donde quería estar); pero era una sensación especial por ser algo nuevo, un reto diferente, y encima tenía la suerte de hacerlo con tres personas increíbles que tengo por amigos. Lógicamente podrán entender, y hasta disculpar, que fuera ya desde primera hora de la mañana quien pusiera la nota de humor, apareciendo con un bañador de playa, muy bonito eso sí, pero claro de playa, y no equipado en plan «pro» como podrá comprobar el querido lector en la foto. Mi transición de la piscina a la bici, obviamente, tuvo que ser en el vestuario a la mayor velocidad posible.
Tras avisar a las personas encargadas de la organización de que sin el aparato, y con el tapón en mi oído izquierdo, o me gritas mucho o igual hago 600 metros nadando en vez de 300, nos dispusimos a darle zapatilla al tema. Pueden entender queridos lectores que competía contra aviones, tiburones del mar, que en poco más de tres largos me dejaron atrás pero mi idea era terminar haciendo el mejor tiempo posible. Hay que añadir también que todos se preocuparon porque no llevaba gafas; tranquilos hombre toda la vida me he metido sin gafas, y hoy no va a ser excepción, todo en orden.
Después de finalizar la piscina, y tras la veloz transición en el vestuario, me dispuse a ponerme en la bicicleta, a pedalear, «a cholón», como si no hubiera un mañana. Pero vaya si llegó el mañana oiga, en el km 6 de hecho, notaba cómo las piernas empezaban a cargarse a pesar de tener cuidado con la hidratación bebiendo agua con cierta frecuencia. Comenzaba a empinarse la cuesta, y de qué manera mire, una cosa bárbara. Mi compañero de CCAFYD Pablo no paraba de repetirme que pillase una buena frecuencia de pedaleo, y eso hice, concentrarme en coger un buen ritmo que me permitiera avanzar, en progresión, pero que no me pegase un viaje en el gemelo. Los dos últimos kilómetros, honestamente, se me hicieron eternos por más que no paraba de escuchar temazos en la sala de spinning, pero terminé.
De ahí corriendo a la cinta, a por los últimos 2,5 kilómetros pero notando desde el primer momento que las piernas estaban tocadas, no mucho pero oiga decían: «Eh, que estamos aquí, ¿eh?» Yo dije que ya, que ya lo sabía, pero que esto había que terminarlo; porque cada cosita, cada proyecto, cada tarea que empiezo, la termino. De esa manera transcurrieron esos kilómetros, o de aquella manera se podría decir, que si agua va agua viene, que si «vamos, que no queda nada», «dale, que estamos terminando», y todo tipo de mensajes que nos decíamos entre nosotros con el fin de dar lo mejor, de superar ese reto, y terminarlo. Sinceramente, la sensación cuando terminé fue increíble. No me dio para pensar mucho porque justo después empezaba el torneo de pádel, y más tarde el torneo de fútbol 7 al que estaba inscrito con otros compañeros de CCAFYD. Pero tras una semana, esta experiencia tan bonita da para varias reflexiones:
-Que debemos llorar menos, y movernos más por conseguir aquello que perseguimos.
-La importancia de cuidar nuestro lenguaje, la manera en que mantenemos un diálogo interno con nosotros mismos cada día de nuestra vida, es vital para ser felices haciendo lo que hacemos.
-Creo que nos equivocamos buscando la certeza absoluta, la respuesta correcta; cuando es mentira porque ni existe, ni va a existir. Lo que debemos buscar es vivir de la manera correcta, siendo coherentes con aquello en lo que creemos y estando bien seguros de que estamos aprovechando el tiempo al máximo.
-¿Y cómo se aprovecha el tiempo al máximo? Con sentido del humor, riéndote a carcajadas, motivando a otros a que se rían, a que saquen lo mejor de ellos y ellas mismos/as. Cada vez tengo más claro que el tiempo es el único aspecto de nuestra vida que no vuelve, que no podemos recuperar, de modo que si tienes la corazonada de hacer algo, arriésgate y hazlo, siendo tú mismo. Enamora a los demás con tu manera de ser, con tu sonrisa, con tu alegría, con tu esencia a fin de cuentas.
-Hay una frase de Enhamed que me encanta en el vídeo (el cual, como siempre, te recomiendo que veas), que dice así: «La pasión no se encuentra, se crea.» Y estoy de acuerdo, de la misma manera que la motivación no se encuentra. Pasión y motivación son elementos que tú debes ser capaz de crear, de generar en ti de manera intrínseca porque solo de ese modo tú serás capaz de hacer que ambos aspectos perduren en el tiempo.
-La importancia de visualizar previamente todo aquello que te propones o vayas a acometer, bien sea una reunión importante, una clase, tu partido de fútbol con los chavales, la cita con la chica que te gusta y no sabes cómo hacer para dar buena impresión (el lugar, la música; porque cada detalle importa y lo sabes). Visualizar es entrenar tu mente, a la vez que preparas tu capacidad para anticiparte a los imprevistos.
-El triatlón en sí era algo que jamás había hecho; de la misma manera que mi amiga Gemma jamás había hecho la prueba de entrenamiento que le plantee la semana pasada, pero…¿acaso somos expertos en algo?¿no nos la jugamos todos los días, en mayor o menor grado? Nunca se tiene la certeza absoluta de que eso que emprendemos, saldrá bien. Pero si algo tenemos presente como le dije, es que «la primera vez que nos ponemos frente al obstáculo, impone, claro que impone; además nos es malo que imponga porque tomamos cuidados que son necesarios, pero lo afrontamos. La segunda vez, vamos mucho mejor, la tercera, vamos lanzados,…la décima, pasamos por encima como aviones.» Así con todo, hasta que te das cuenta de que no hay mejor manera de aprovechar y exprimir la vida, que obteniendo de cada vivencia una experiencia, un aprendizaje, que sin duda nos hace mejores.
Lo más bonito de todo esto fue ya por la noche, sentado en mi sofá que no tenía ni fuerzas para levantarme, me mandaron un fotón (la que veis más abajo), y se la envié entre otros a mi amigo Jorge. Y la respuesta me emocionó mucho: «Después de tantos años ahí estamos, al pie del cañón pedaleando juntos.» Así es, desde los 20 años pedaleando, caminando juntos, y ahora trabajando juntos. ¿Y no es bonito emocionarse, al echar la vista atrás y ver el camino recorrido?¿No es más maravilloso aún todavía, si cabe, mirar al frente y ver el horizonte que aún está por descubrir? Sin duda, no existe la respuesta correcta; lo único que existen son los lugares correctos y las personas adecuadas.
Os deseo una semana increíble, en la que por fin parece que sale el sol, huele el campo a inmensidad de flores, y en consecuencia…la sangre se altera. Disfruten de la vida, ese es nuestro deber al levantarnos cada mañana, y rían, rían mucho, todo lo que puedan que ya habrá momentos peores. Un abrazo muy grande; siempre avanti.
Os dejo una reflexión de Luis Castellanos:
«Tengo en mi vida pequeños deleites capaces de detener el pensamiento automático y temible de que una leona me quiere comer, como cuando disfruto enormemente de echar unas canastas con mis hijos, momento zen en el que se me olvida absolutamente todo lo que me inquieta, o cuando voy al mercado y luego le preparo a Almu, mi mujer, un atún rojo al punto en salsa de tomate con albahaca que trajimos del pueblo. Necesitamos todos de esos pequeños instantes en que le decimos a nuestro cerebro que pare, que de momento no vamos a arreglar nuestro mundo y que preferimos disfrutar de él con sus imperfecciones. Se trata de esos pequeños lujos que nos damos después del ataque despiadado de una leona y, sencillamente, como hacen las cebras, nos dedicamos a pastar y a disfrutar de la vida.»
(Día del patrón de CCAFYD, comenzando con un triatlón indoor)