«No sé donde está el límite, pero sé dónde no está.» (Josef Ajram Tares)
Hacía mucho tiempo, años, que no entrenaba a nadie de manera personal, simplemente porque no me gusta. No entra dentro dentro de esos contextos que me apasionen, y por tanto siempre desestimé esa vía. Y esa fue la explicación que le daba a Gemma, mi amiga, una persona a quien quiero con todo mi corazón, mientras realizábamos nuestra primera sesión de entrenamiento un lunes dos de Abril, aprovechando la pedazo de tarde que hizo. Pero efectivamente, ella fue la excepción. Decidí entrenarla porque, en mi interior, supe que más allá de los cambios físicos, fisiológicos, que pudiera experimentar, el más grande y más importante podría ser el anímico. Y solo por esa razón, quería ponerme en ese reto con ella.
Normalmente sucede que cuando te planteas retos, poco o nada puedes imaginar sobre tu progresión. Y es este el primer gran punto importante más que en el entrenamiento, en el acompañamiento personal (como luego lo llamaría ella): 1) Poner un reto que sea alcanzable, pero a la vez ambicioso, motivador, que nos ponga a prueba y nos lleve al límite. Un límite que en realidad, nunca sabremos dónde está. Y esta fue la pregunta que me plantee: ¿Qué reto podríamos poner con vistas a un mes? Es mucho más realista trabajar por objetivos, por metas que se puedan alcanzar; con todo lo que supone además a nivel anímico la consecución de ese logro.
Por tanto, con esa intención cierto día le dije a Gemma: Oye, he pensado que ya que nos hemos puesto a entrenar, necesitamos una meta en mente donde focalizar nuestra atención, nuestro…para qué. Y he pensado que podíamos hacer la Spartan Race, hay diversas modalidades pero dentro de ellas, la modalidad Sprint creo que en un mes es asumible prepararnos para ella. Cuando le enseñé el vídeo…me encantó su cara de «vamos a por ello Pablo, a cholón». Y desde ese preciso momento, no solo teníamos un objetivo en mente, sino que incorporamos también nuestro nombre de equipo: UNSTOPPABLE’S TEAM. Equipazo que lo formábamos ella, Iñaki, y yo. Dicen que los mejores equipos están formados por tres personas, ahora doy fe de que es verdad.
Poco a poco fueron cayendo los días, de la misma manera que cae una ficha de dominó. Es curioso la analogía que hay entre el juego de caída de fichas de dominó, y la secuencia de entrenamientos programada de cara a un objetivo, ¿verdad? El trazado de las fichas debe estar perfectamente diseñado, la colocación, orientación de cada una de ellas, determinará que la caída de todas ellas finalmente haga descubrir la figura que queremos mostrar: 2) Los pequeños detalles marcan la diferencia. Atender en este caso no solo a la carga física de cada día, sino al acompañamiento que se hizo, saber aportar ese puntito de humor, de motivación, de generar confianza en las otras personas de que ese reto no solo es asumible, sino que se va a conseguir. Porque cada detalle, cuenta.
Pasadas dos semanas y media, aún recuerdo la cara de Gemma por ver las repeticiones que hacía en cada ejercicio, el peso que levantaba en las máquinas de polea, el tiempo que estábamos corriendo, en la bicicleta, en la elíptica; y el número de abdominales que éramos capaces de acometer cada día, rechistando eso sí porque todo cuesta, pero haciéndolos. Esa cara suya de felicidad, por verse en un punto que no esperaba, por ver que realmente los cambios se estaban dando, el avance se estaba produciendo, y que poco a poco cada vez estábamos más cerca de sentir que podíamos asumir esa prueba. Honestamente, he visto y veo a Gemma como hacía mucho tiempo no la veía; por la cantidad de trabajo que ha tenido y tiene, por todas las responsabilidades que su vida conlleva. Y aún con todo, en modo avión bajando a entrenar en numerosas ocasiones días seguidos a las 8:15 de la mañana por ser el único hueco disponible. Todo cuesta; pero verlo de esa manera constante, perseverante en el tiempo, a mí me emocionaba y mucho. Decía en cierta ocasión mi amigo Álvaro Merino, que «la mejora es una mezcla de responsabilidad y esfuerzo sostenidos en el tiempo». Esto nos lleva a: 3) Capacidad para ser constante en aquello que quieres, que persigues, teniendo al mismo tiempo presente la importancia de disfrutar del proceso, del camino que recorres hacia la meta. Porque sabes que esa meta no es nada más que el inicio de otro reto, de otro camino.
A falta de una semana y media, aproximadamente, fui pensando de qué manera hacer el recorrido especial, qué componentes podrían ser significativos en el propio recorrido del trayecto. Pensé que sería vital que Iñaki estuviera, por habernos acompañado en todo este proceso, por lo importante que es tanto para mí como para Gemma su presencia, su persona, su sentido del humor, su vitalidad, su honestidad; Iñaki tenía que estar allí con nosotros. Se me ocurrió que podía ser bonito escribir frases que para los dos fueran motivadoras, en las camisetas de nuestra querida universidad Francisco de Vitoria, pero de una manera especial. En mi camiseta irían escritas las frases de Gemma, y en la suya mis frases, de tal manera que si existiera algún momento duro, pudiéramos llevar nuestra atención hacia la lectura de esas frases: 4) Visualizar tus objetivos, con sus dificultades, sus posibles problemas, y qué soluciones podemos dar, o mejor dicho, que podemos dar de nosotros en esas situaciones para salir adelante. Es un símil potente con nuestra vida diaria, en la cual se plantean dificultades, adversidades, que debemos contar con su presencia, pero ser plenamente conscientes de que podemos afrontar lo que venga.
Y así con todo, llegó el día de la prueba, de nuestra Spartan Race Sprint en la modalidad Age Group. Nervios, hormigueo, y esa sensación tan bonita de enfrentarte a lo desconocido, al reto que querías, a la meta que te habías puesto en tu mente justamente hace un mes. Iñaki si quedaría con Blanca esperándonos, e intentando seguir nuestro recorrido en la medida en que les fuera posible, y nosotros dos entrando ya en el circuito para asumir el primer muro de los muchos que nos encontraríamos, el cual deberíamos pasar por encima. Comenzaba la cuenta atrás, lágrimas de emoción por estar donde queríamos estar y asumir el reto que queríamos. Nuestra cámara Go Pro grabando «inside» desde dentro, mientras que Iñaki no perdía detalle con su teléfono móvil desde fuera. Comenzaba la cuenta atrás….10…9…8…7……Salimos¡¡¡¡¡
No quiero aburrirte querido lector con toda la descripción de la carrera, con todos sus obstáculos, pero sí quiero quedarme con la esencia de alguno de ellos:
-La cara y las exclamaciones de Gemma, por haber superado con total éxito los primeros muros ella sola, sin necesidad de ayuda, y por tanto sin necesidad de hacer los burpees (malditos burpees, por cierto).
-Cuando primero entramos en el río hasta la cintura, y luego nos tocó nadar; aguantar ese frío, esa temperatura tan baja, y sin embargo ahí seguimos, sin parar de nadar, sin parar de movernos, hasta que otra vez volvimos a pisar tierra.
-Ese instante en el que se termina la incesante cuesta, y Dios nos regala una panorámica espectacular ante nos quedamos asombrados, emocionados. Después de cada desgaste, siempre hay algo bonito que contemplar.
-El momento de la prueba de la cuerda, que yo no fui capaz de superar y ella aguantó 30 metros colgada de manos y piernas, avanzando, peleando por no caerse y tocar el suelo. Todo lo que pasó por esa cabeza, y que solo lo sabe ella, hasta conseguir tocar la campana. Bajar de esa cuerda, verla llorar de emoción, cómo me lo contaba, y seguir corriendo hacia el siguiente obstáculo. Siempre avanti, siempre hacia delante.
-Ese tramo final de carrera donde nos esperaban Iñaki y Blanca, para hacerlo juntos los 4, sin parar de correr, sin parar de animarnos ellos, que teníamos que seguir, que ya no quedaba nada, siendo conscientes de que ya íbamos con un cansancio notable. Ese aliento, ese empuje, ver sus caras, tanto a mí como a Gemma nos dio la vida.
-Por último, uno de los muros finales, después de salir de la ciénaga de barro, y miro que Gemma se queda enganchada, lo que viene siendo «ni hacia delante ni hacia atrás». Ambos sabíamos las reglas, no se puede ayudar. Miré al voluntario, y en esa mirada le dije todo: «Tengo que ayudarla, no podemos quedarnos en la orilla, merecemos llegar.» Y él, con un solo gesto me dio el suficiente motivo para agarrarla y subirla hasta donde estaba yo. Rompió a llorar, otra vez esa emoción que invade a una persona que sabe, está a punto de lograr el reto que se había marcado, y que tanto nos había costado. No era justo que nos quedásemos ahí. Le dije que tranquila, que llorase lo que tuviera que llorar, porque ya casi estábamos, ya lo teníamos.
-Y la imagen más bonita, cuando Iñaki (una vez más tú, querido amigo, tan importante para mí, para Gemma) nos pasó a Blanca para que terminase la prueba con nosotros saltando por encima del fuego. Blanca diciendo que no podía, y nosotros dos agarrando fuerte sus manitas, comenzamos a correr hacia ese fuego, pasando por encima de él, cruzando la meta…y allí nos esperaban las dos voluntarias con las medallas, con esa medalla que certifica el conseguir completar el recorrido. Con una medalla especial para Gemma, diferente a la mía, más molona, mas chula, más bonita, porque simplemente se lo merecía. Cualquiera que la hubiera visto competir esa mañana, sabía que se lo merecía.
5) La libertad está en cómo vivo aquello que me toca vivir. Y esto, creo que se puede extrapolar a cualquier contexto, a cualquier situación, en la que nos encontremos. Como diría Jim Collins: «Perdurar o caer, sobrevivir o desaparecer depende más de lo que tú te hagas a ti mismo que de lo que el mundo te haga a ti.»
Termino de escribir estas líneas aún con el cuerpo tocado por pasar la Spartan Race de ayer, pero muy emocionado por ayudar a una persona a conseguir sacar su mejor versión, en un contexto en el cual ella tenía dudas. Pero mi conclusión de hoy la cierro con que todos tenemos dudas, preguntas, a las cuales buscamos respuestas. Somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones, de la misma manera que somos el producto de nuestras decisiones, pero cada vez tengo menos dudas en que la vida, compartida, sabe doble. Que todos los días sale el sol, Txipirón; que la vida mola y mucho; que nos tomamos muy en serio la felicidad; que el amor es el camino; que somos el amo de nuestro destino y capitanes de nuestra alma; que si luchamos podemos perder, pero si no luchamos estamos perdidos; porque juntos podemos ser llegar a ser… UNSTOPPABLE’s.
Con todo lo vivido en esta tremenda Spartan, volvíamos de vuelta en el coche los cuatro cuando llamé a mi madre por teléfono, activando el altavoz para que pudieran escucharla, después de haberle mandado las fotos que nos habíamos hecho, y después de decirle también que la medalla de Finisher que me colgaba del cuello era su regalo del día de la madre por todo lo que había supuesto, y supone para mí tener una madre como ella. Lo que mi madre le contestó a Gemma mientras hablaban hizo que, por un momento, fuera a mí a quien se le formase un nudo en la garganta: «Te creo Gemma, porque lo que ha hecho hoy contigo lo lleva haciendo conmigo desde que nació, tirando de mi para que todo saliera bien, cuando él peor estaba. A veces creo que es demasiado valiente, pero le admiro por esa capacidad para afrontar todo.» Justo en ese momento, el que lloraba de emoción junto con el tremendo silencio que se hizo en el coche, era yo.
Es probablemente en esos momentos cuando uno llega a comprender, entender, ser consciente, del alcance que puede tener tu actitud en el estado anímico de las personas que tienes a tu alrededor. No entiendo otra manera de vivir y entender la vida, que no sea desde el liderazgo invisible que me enseñó mi amigo Álvaro Merino, el cual no es otra cosa que hacer que todo funcione sin que tu presencia se note.
Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo, y sigan persiguiendo esos retos.
Enorme Amigo, con lágrimas en los ojos me siento orgulloso de vuestro CAMINO. Gracias por compartirlo, el próximo reto no me lo pierdo.
Me gustaMe gusta