«¿Cómo sería tu pareja ideal?» Esa es una de las preguntas que el pasado fin de semana, entre amigos daba el pistoletazo de salida a una conversación, a un debate, que aún a día de hoy resuena en mi cabeza por todo el hilo de pensamientos que se fueron generando en mi, conforme han ido pasando los días. La primera respuesta intuitiva que te viene a la mente es, lógicamente, pues de este tipo: » Una chica que sea…. y…., …; así algo más extenso, porque lo tienes claro, o crees tenerlo claro. Ahora bien, con la misma velocidad llegaba otra respuesta a mi cabeza que decía: La realidad, es que no lo sé, porque puede que sea quien menos espero. Mejor vivir, que anticiparme. Pero, ¿por qué nos planteamos preguntas de este estilo?
He llegado a la conclusión de que nos manejamos muy mal en la incertidumbre, en la duda, en las cuestiones que al principio no tienen respuesta, porque queremos todo tenerlo atado, acotado, controlado al máximo detalle. De la misma manera, analizándolo todo con sumo cuidado me doy una probabilidad de respuesta: Porque soy ordenado, organizado, y me gusta tenerlo todo bajo control, que no se me escape nada. Escucho cómo resuenan esas palabras en mi cabeza, en mi mente, y no me convence esta explicación para nada en absoluto. Sigo analizando la obsesión que tenemos por controlar todos los factores que nos rodean, y esto me genera otro planteamiento que me convence más. El hecho de aceptar que no puedo controlar todo, que no puedo tener todo bien atado, me lleva a aceptar el silencio como consecuencia de que mi cabeza deje de pensar, de reflexionar, de repensar. Y ese silencio me lleva a un ruido que desconocía, a un ruido que tiene mucho que ver con mis preocupaciones, con mis miedos, con mis inquietudes, con reconocer mis debilidades, con reconocer mi vulnerabilidad; y a lo mejor es ahí donde comienzan todos mis problemas.
Hablar por hablar, pensar por pensar, creo honestamente que es una actitud cobarde. Cobarde en el sentido de no querer aceptar la realidad de cada día, las cuestiones, los problemas, y las dudas que se nos plantean a cada momento, normalmente acerca de cuestiones que se escapan de mi control, de mi ratio de acción. Trato de tener la cabeza ocupada, darle vueltas a cuestiones que no me llevan a nada, en vez de centrarme, enfocarme, y ocuparme de lo que sí puedo gestionar. Es muy importante esto, porque los pensamientos que manejamos nos convierten, ineludible e inconscientemente en la persona que somos día tras día aunque no nos demos cuenta. ¿Qué quiero decir con esto? Que en un entorno más VUCA que nunca (Volátil, Incierto, Complejo, y Ambigüo), es de vital importancia dos aspectos: el control de nuestra atención y el control de nuestras emociones.
Y para estos dos controles, ¿cuál es el aspecto que considero esencial? La pausa. En mi opinión, la pausa clarifica el pensamiento, amplía la mirada, y mejora la calidad de nuestra toma de decisión. Si nos analizamos, desarrollamos un análisis de las discusiones que tenemos con nuestras amistades, o con nuestras parejas, o en el trabajo, ¿cuál es la estructura que se desarrollan en esas conversaciones? Seré más concreto en la pregunta: ¿Qué punto o nexo de unión hay entre todas esas conversaciones? La escucha es inexistente. ¿Por qué? Porque no hay paciencia, porque no existe la calma necesaria para adoptar una predisposición de escucha verdadera, de atención, de comprensión, y de empatía. Hablamos superponiendo el contenido de las otras personas (de la misma manera que superpongo pensamientos absurdos en mi mente, en vez de dejar cuestiones que sí puedo afrontar), sin detenernos a analizar, a escuchar, sin pararnos a pensar y desarrollar una argumentación lógica que pueda debatir (que no discutir o cuestionar) el contenido de la otra persona. Es muy diferente. No existe pausa, porque lo queremos todo para «ya», instantáneo, al momento, y esto no es raro porque es como estamos educando a los niños/as. Todo para «aquí y ahora». ¿Por qué? Porque si soy incapaz de aguantar el ruido de mi cabeza en forma de suposiciones, de incógnitas (qué pasará mañana en la reunión…y si… y si esto…); cuanto más aguantar la queja o llanto del peque durante un tiempo razonable.
Todo esta argumentación me lleva a otra pregunta: ¿Cómo voy a aceptar la realidad que puede estar viviendo la persona que tengo delante, si no soy capaz de aceptar la mía? Aceptación y desprendimiento son dos conceptos muy potentes, que deberíamos empezar a poner en marcha en nuestro día a día. Aceptación de afrontar todo cuanto esté por venir, con una actitud valiente, pero tranquila, con la firme intención de dar lo mejor de mi mismo en el momento en el que deba ponerme en marcha. Y de igual manera adquirir una actitud de desprendimiento total, que tiene mucho que ver con ese estado de flow tan necesario, ambos los dos muy relacionados con nuestra capacidad de vivir en el momento presente, centrando todos nuestros esfuerzos y toda nuestra atención en lo que nos ocupe a cada momento. Es cierto que irremediablemente hay que planificar, hay que mirar un poco hacia delante, y estoy de acuerdo. Pero no comparto la idea de que esa planificación me distraiga del momento que vivo, del momento que estoy disfrutando, y que me impida ser yo en mi esencia a cada instante. Eso sería un tremendo error.
Pero para vivir de esa manera, en la búsqueda de esa felicidad, todo tiene mucho más que ver con establecer una muy necesaria pausa en nuestras vidas, ser capaces de enfocar nuestra atención hacia donde queremos, saber gestionarnos emocionalmente aprendiendo a relativizar todo cuanto nos sucede día tras día, aceptar todo lo que pueda venir con la mejor de nuestras actitudes y dispuestos a sacar lo mejor de nosotros; y adquirir tal estado de fluidez que no seamos conscientes de cuánto tiempo pasa mientras realicemos la actividad que nos mantiene ocupados. Y..¿saben qué? De manera sorprendente, todo esto nos lleva a apagar el ruido que tanto nos atormenta en nuestra mente porque probablemente en ese preciso instante, nos ocupamos de vivir nuestra vida de la manera en que podemos (que quizás no es la queremos, pero sí la que decidimos disfrutar).
Que tengan una muy buena semana, les mando un fuerte abrazo, y deseo de corazón que sientan vivos de verdad cada día de sus vidas. Siempre termina saliendo el sol, por más nubes que tenga tapándolo.