Lujos transformados en necesidades

«Una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones. Una vez que la gente se acostumbra a un nuevo lujo, lo da por sentado. Después empieza a contar con él. Finalmente llegan a un punto en el que no pueden vivir sin él.» (Yuval Noah Harari). 

¿Curioso verdad? Lo que en un principio era algo, ya fuera una lavadora, un coche, o mismamente un teléfono móvil, que satisfacía nuestras necesidades de una manera eficiente resulta que pasado un tiempo no podemos vivir sin él. ¿Nos hemos dado cuenta de lo dependientes que nos hemos vuelto con el paso del tiempo? ¿Somos conscientes de que, precisamente el teléfono móvil, en vez de generarnos tranquilidad por poder comunicarnos con quien estimemos oportunos muchas veces nos genera estrés que desemboca en enfermedades?

Si echamos la vista atrás, ¿quiénes vivían una vida más relajada, nuestros antepasados o nosotros?¿quién tenía una mayor calidad de vida? Y siendo más concreto aún, ¿tú crees que tienes ahora mismo calidad de vida? Es sorprendente, o al menos para mí lo es, darte cuenta de cómo ha evolucionado el ser humano con el paso del tiempo, y lo mal que elegimos, lo mal que tomamos las decisiones probablemente porque es la sociedad quien toma las decisiones por nosotros.

Por poner otro ejemplo, reflexión que viene en el mismo libro, ahora todo el mundo está obsesionado con viajar, las empresas ya no organizan viajes sino que regalan «experiencias», todo idealizado en un contexto determinado, con una ruta de tal tipo, comidas aquí, cenas allí, visualizar la puesta del sol en un lugar concreto. «Experiencias» que se han incrustado de tal manera en la sociedad, que ahora ya se da por hecho que si existe una crisis de pareja, adivinad: ¿Qué ciudad eligen para intentar solucionar dicha crisis? Exacto, probablemente será Venecia o París, una de las dos. Y todo esto, el avance tecnológico, la manipulación del mercado hacia la sociedad para incrementar el consumismo intentando conocer al detalle a cada cliente me lleva a pensar lo siguiente: Qué predecibles y qué cómodos nos hemos vuelto.

Cómodos porque ahora con un click (ya no tienes ni que marcar contraseña, con poner la huella es suficiente) tienes acceso a aplicaciones que te ayudan a: Encontrar un compañero/a de piso; un coche nuevo o semi-nuevo; comida del tipo que quieras y que te la traigan a casa; un seguro de hora, un piso, vacaciones, viajes, y así podríamos hacer la lista tan extensa como quisiéramos. Y predecibles porque somos incapaces de tomar una decisión por nosotros mismos, estamos influenciados sin darnos cuenta desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. El mero hecho de ir de vacaciones fuera, ya sea a otra localidad o al extranjero, es un proceso que se ha convertido en cotidiano en la sociedad por ley, por decreto, casi de carácter obligatorio y que se llega a mirar mal al que no se va, o en definitiva, al que no hace lo que el 90% de la sociedad sí realiza.

Con esto no quiero decir que esté en contra del avance tecnológico, en contra de las nuevas «experiencias»; para nada. Lo que sí creo es que la sociedad, el ser humano lejos de hacer por evolucionar su carácter, su personalidad, para de esa manera mejorar la calidad de sus decisiones, se ha dejado llevar de la misma manera que las hojas que caen del árbol en el agua del río que pasa por allí fluyen, hasta que todas llegan a la desembocadura del propio río. Sin la más mínima intención de opinar, de ser diferente, de generar situaciones nuevas, conversaciones distintas.

Y el mayor problema que veo, lo que más me preocupa, es que toda esta evolución de todo lo que nos rodea en realidad nos ha alejado más aún, si cabe, de aquello que jamás debíamos habernos separado tanto: las personas con quienes convivimos día tras día. Porque son esas personas las que nos pueden aportar puntos de vista diferentes, cariño, amor, ternura, simpatía, discusiones constructivas que nos permiten crecer, conflictos que nos ayudan a resolver circunstancias laborales; personas que nos ayudan a encontrar nuestro talento, que nos ponen en nuestro camino para que desarrollemos todo nuestro ser. De todo eso, tristemente siento decir, que conforme más avanza la sociedad y el contexto que nos rodea, más distante nos encontramos.

¿Qué incoherencia verdad? Sin darnos cuenta todas las aplicaciones mencionadas anteriormente probablemente han quitado de un plumazo, en la misma pareja mencionada más arriba que se encontraba en crisis, experiencias del día a día como ir a hacer la compra, elegir en la tienda un sofá, ir a probar ropa nueva para un determinado evento; nos hemos quedado sin esas experiencias cotidianas para un tiempo más adelante buscar una «experiencia espectacular que solucione tu crisis» y para ello nos toca recorrernos un montón de kilómetros, con la única finalidad de cumplir un guión que ya viene establecido, que ya viene marcado, que es «lo típico» cuando verdaderamente si hay algo que funciona es ser único, diferente, y especial. Y eso, precisamente, no está en ninguna aplicación, en ningún medio tecnológico; está en ti, en tu persona, en tu ser, ahí es donde está tu magia.

Que tengan una muy buena semana, un fuerte abrazo. Y como reflexión, que intentemos que nuestras decisiones estén a la altura de los tiempos que vivimos.

«Regala tiempo. No hay nada más bonito que un nuevo abrazo. Una charla. Un café o cerveza. La buena compañía no se puede comprar.»

«A FIN DE CUENTAS

Me prometí tomar una gran decisión todos los días. Y no me ha ido mal. A fin de cuentas, cada mañana salto de la cama y me digo, mientras pongo en marcha la cafetera: Vivir es perdonarse la vida cada día. Toma el café tranquilo.»

«PUENTE DE SUEÑOS

Hay un puente de sueños que une las hazañas de los hombres con el sacrificio secreto de los héroes, y sobre él los brazos que se elevan, los brazos del que sabe que no hay victoria si no es para los otros ni derrota sino para uno mismo.»

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